Quienes asistimos con frecuencia al cine desde la década de los noventa, seguramente recordamos a Matt Dillon como protagonista de algunas de las mejores películas de Gus van Sant, como Drugstore cowboy (1989) y Todo por un sueño (To die for, 1995).
Incluso, resulta memorable su papel de Healy, el descarado investigador privado de Loco por Mary (There’s something about Mary, 1998). Una faceta menos conocida de Dillon es la de director. Hace ya casi dos décadas debutó con el thriller La ciudad de los fantasmas (City of ghosts, 2002), aunque pasó sin pena ni gloria por la cartelera.
Dillon regresa con un proyecto mucho más personal, el documental El Gran Fellove (2020). ¿Y quién es ese personaje? Francisco Fellove fue un cantante cubano nacido en los años veinte en La Habana y que en la década de los cincuenta viajó a México para probar fortuna. En esos años, los espectáculos de cabaret estaban en su apogeo en la Ciudad de México. Es común encontrar películas de la época en donde se presentan bailes y música afrocaribeña. Es aquí donde Fellove logra sus mayores éxitos, primero como cantante y después como animador de televisión.
¿Y cómo se relaciona Matt Dillon con este singular personaje? Como asegura en el documental, el actor es un gran admirador de la música latina. Nativo de Nueva York, creció acostumbrado a los sonidos que inundan las calles de esa enorme ciudad que es un crisol de culturas. En compañía de su gran amigo, el músico Joey Altruda, con quien comparte gustos musicales y el placer de buscar viejos discos en mercados callejeros, descubre por casualidad un vinilo de Fellove.
En 1999, Altruda se da cuenta de que Fellove, está vivo y radica en México. Decide grabar un disco con él y le pide a Matt Dillon que registre el momento. El cantante septuagenario no ha grabado nada en veinte años, pero acepta entusiasmado la propuesta. Dillon arma su documental combinando imágenes de la grabación musical con videos de archivo y entrevistas que realizó a grandes músicos cubanos.
Para quienes no somos expertos en la materia, es una gran oportunidad para acercarnos a diferentes estilos y conceptos de la música cubana. Es un acercamiento al el jazz afrocubano, el scat, el feeling (llamado por los cubanos filin) o las descargas (descritas como expresiones inusitadas de creatividad). En ese sentido, el trabajo de Dillon resulta no solo entretenido, sino también informativo.
El Gran Fellove (su nombre artístico), es todo un personaje: alto, alegre, inquieto y con un vozarrón que hacía temblar los cabarets de los años cincuenta. Fue una persona que vivió para la música. Mientras otros músicos cubanos hablan de la discriminación que se vivía en la isla y lo difícil que era para los artistas negros labrarse un lugar en la industria, Fellove seguía en lo suyo. Cuando Fidel Castro planeaba en México la revolución cubana, el cantante seguía haciendo diferentes versiones de su Mango mangue.
Fellove terminó sus días en 2013, cuando ya vivía en la Casa del Actor de la colonia Mixcoac. Nunca volvió a pisar los grandes escenarios y su última grabación, enlatada por diversas circunstancias, verá la luz apenas en 2021. Una grata sorpresa la dirección de Matt Dillon, es un documental ágil, muy bien estructurado y ofrece un retrato fascinante de este gran personaje.