Un hombre rastrilla las hojas de un descuidado jardín mientras su hija lo observa con cierta desgana. De repente, la chica empieza a levitar sin control, pide ayuda a su padre, pero éste se queda ahí, mudo e impasible. Esta secuencia que parece un mal sueño es el inicio de El hombre de los sueños (Dream scenario, 2023), tercer largometraje que escribe y dirige el noruego Kristoffer Borgli.
El hombre de rostro impasible es Paul Matthews, un académico hundido en la monotonía. Padre de dos adolescentes que apenas lo soportan y esposo de una diseñadora con la que comparte su aburrimiento. Parece una vida sin sobresaltos, hasta que un día Paul se da cuenta de que cientos de personas han estado soñando con él, por lo que en poco tiempo se convierte en una especie de celebridad. ¿Por qué ha sucedido este fenómeno? Nadie lo sabe, pero la tentación de la fama es irresistible, incluso para un tipo tan anodino como Paul.
Kristoffer Borgli ya había explorado las complicaciones la fama a cualquier precio en la estupenda Enferma de mí (Syk pike, 2022), en donde una pareja de jóvenes se enfrascan en una enfermiza competencia para atraer la atención del público, la situación llega a tal punto, que la mujer decide dañar su cuerpo para ser el foco de atención. En su más reciente película, la atención no se centra en el cuerpo, sino en la mente, particularmente en el mundo de los sueños.
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Lo absurdo de la premisa, el hecho de que cientos o miles de personas sueñen con el mismo hombre por una razón desconocida, permite desarrollar una serie de situaciones humorísticas, muy características del cineasta noruego. Y es que la primera tanda de sueños es particularmente inofensiva. En cada una de estas sensaciones oníricas Paul se comporta como un espectador indiferente, lo que se traduce en cierta simpatía condescendiente. En la calle le piden selfies, recibe invitaciones a cenar y hasta lo entrevistan en los noticieros. Llega un punto en donde el protagonista decide sacar provecho de su repentina fama simulando cierta integridad: se plantea aparecer en comerciales a cambio de publicar un libro que nunca escribió.
Es difícil imaginar que sería de la película sin Nicolas Cage interpretando al personaje principal. Con la cabeza rapada, una voz nasal, anteojos enormes y vistiendo casi siempre una enorme chamarra, el actor se transforma en una persona intrascendente y común, como esos seres sin rostro que no recordamos por más que los hayamos visto en numerosas ocasiones.
Paul acepta las bondades de la fama, pero un vergonzoso encuentro sexual es el punto de inflexión de la narrativa. A partir de ese momento y sin motivo aparente, el hombre de los sueños se convierte en el de las pesadillas. Las situaciones inocentes se transforman en encuentros terroríficos y de repente, su presencia provoca repulsión. Su mundo es ahora una caída en espiral en donde su empleo se tambalea y hasta sufre agresiones en la calle y los restaurantes. Paul pagará el precio de ser tan conocido y es hasta que lo pierde todo, cuando entiende los mecanismos de la fama.
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Paul tiene una imagen de sí mismo que no coincide con la de quienes le rodean. Tiene hambre de atención, por lo que es presa fácil de un entorno mediatizado, confunde su presencia en los sueños de otras personas con una especie de realización personal. Kristoffer Borgli se adentra con humor y desasosiego en la transformación de un personaje seducido por la fama y convertido en un producto. No hay una moraleja porque no hay un claro culpable, puede ser la sociedad, la cultura de la banalidad o la persona que trata de sacar ventaja de ella. No se puede decir si Paul es un buen tipo o uno malo, lo único cierto es que termina engullido por aquello que pretendía dominar.