CARTELERA RETROSPECTIVA
Son tres las películas que han firmado en conjunto los hermanos Ronit y Schlomi Elkabetz, la última de ellas, El juicio de Viviane Amsalem (Gett, 2014), cierra una trilogía que retrata la condición de desigualdad que viven las mujeres en la sociedad israelí.
El resto de los filmes que completan el conjunto son: Tomar esposa (Ve’Lakhta Lehe Isha, 2004), además de Siete días (Shiva, 2008), las cuales contaron con una distribución muy limitada fuera del circuito de festivales. Todo lo contrario ha sucedido con la cinta que nos ocupa, la cual tuvo una destacada participación en el Festival de San Sebastián (Mención Especial en el premio Otra Mirada), además de su nominación a los Globos de Oro en la categoría de Mejor película en lengua no inglesa. En México formó parte de la 58 Muestra Internacional de Cine, con la cual inició desde hace algunos meses su peregrinación a lo largo y ancho del territorio nacional.
Como decíamos antes, El juicio de Viviane Amsalem cierra una trilogía que escriben y dirigen en conjunto los hermanos Ronit y Schlomi Elkabetz. En cada una de las cintas aparece el personaje de Viviane, el cual es interpretado por la propia Ronit (que, dicho sea de paso, tiene una larga e interesante carrera como actriz). Ya desde la primera entrega, Viviane deseaba abandonar a su marido frente a la total oposición de sus hermanos; el drama continuó en Siete días, para finalizar diez años después con el dilatado y exasperante proceso de divorcio de la sufrida protagonista.
Para situarnos en el contexto, debemos aclarar que en Israel para que una pareja se divorcie, es requisito indispensable que la mujer pida al hombre el gett, un documento que se entrega después de una pequeña ceremonia frente a un grupo de jueces. Pero muchos hombres se niegan, a pesar de las presiones administrativas y sociales, hay quien prefiere llegar a esta forma extrema de abuso emocional, ya que si la contraparte es judía devota no podrá sostener ninguna clase de relación, condenándola de antemano a la soledad y en determinados casos, a la marginación social.
Es en ese ambiente poco favorable, en donde Viviane lleva tres años intentando la disolución de su matrimonio. La película se desarrolla casi en su totalidad en la pequeña sala de audiencias. En ese lugar, tres jueces y los dos protagonistas con sus respectivos abogados, exponen sus argumentos, sus quejas y acusaciones mutuas llevando la situación a un nivel que va de lo trágico a lo absurdo.
Elisha, el marido, nunca ha golpeado a su mujer, durante el tiempo que convivieron juntos solventó los gastos del hogar y es miembro regular de su iglesia; debido a ello, al tribunal religioso le resulta tan extraña la petición de Viviane, cuyo único (y vital) argumento es que no ama a su esposo. Sin embargo, la narración deja entrever ciertos elementos que hacen más complejo el entramado: el ambiguo vínculo afectivo de Viviane con su abogado, el carácter taimado y egoísta de Elisha, la división que ha causado el conflicto al interior de la familia y la influyente postura que han tomado cada uno de los amigos y parientes.
El juicio de Viviane Amsalem es una apuesta interesante, invita a la reflexión no solo sobre las implicaciones de la mala convivencia entre lo religioso y civil, sino de lo que sucede cuando dos personas simplemente no deben estar juntas. Con elementos mínimos logra conservar la tensión de una historia gracias a sus destacadas actuaciones, cuenta también con una narrativa ágil pero austera y agrega además ciertos toques de humor. Una gran recomendación y una de las películas imprescindibles de este 2015.