Por Marco Antonio Regalado
¿Qué hace qué Diego haya sido futbolista, Mijail un bailarín, Luis Buñuel un director cinematográfico, Frida o Remedios pintoras? Quién trazó en las palmas de nuestras manos los absurdos mapas de las estrellas que hoy nos tienen aquí, no lo sabemos y algunos preferirían ignorarlo, pero: ¿qué artificio hizo que Ana García Bergua, fuera la narradora que es? Posiblemente siempre será un misterio. Lo cierto es que Ana es narradora, y en su propia voz nos dice: “…yo cuento historias, no sé hacer otra cosa”.
Desde que leí La Isla de los bobos, ya hace unos años, me dio la impresión de estar con alguien que me contaba una película que había visto, la sensación mientras avanzaba en la novela en ningún momento decayó, esa sensación, realmente era estar como con una amiga tan buena platicadora que me contaba algo que había vivido, era como asistir al suplicio de redención de un militar Raúl Soulier, -debo confesar que, entre otras muchas cosas que odio de este país están su estúpido nacionalismo y su religiosidad de canal de televisión- y la novela de Bergua se quedo entre mis favoritas. La patria y el honor son líneas de orientación sobre las que se desliza la historia de Isla de bobos. La otra, y quizá la que hace a la historia, es la manera en que está narrada, por esa amiga que les decía, que nos cuenta una historia. Ya desde el título se comienza a plantear la paradoja a la que conduce el exceso de celo patriótico que ilumina a uno de los protagonistas, el capitán del Ejército Federal Raúl Soulier, quien, destacado a la remota e inhóspita isla de K. para prevenir cualquier intervención extranjera, marcha con su esposa dispuesto a cumplir su misión de honor y a consumar su idilio en un paraíso imposible.
Si algo caracteriza a la narrativa de Ana García Bergua es el de explorar diversos modos de representar los sentimientos: en El umbral (1993) la escritora realizó un examen literario de su propia educación sentimental, mientras que en Púrpura (1999) y en Rosas negras (2004) se desplazó a un México ya ido con el afán de hallar una raigambre emotiva que develara una rama genealógica de nuestra sensibilidad.
Cuando tuve la fortuna de que me pidieran presentar el libro El limbo bajo la lluvia, crean que no dude, de inmediato dije que si; de la autora, apenas sabía de dos o tres libros y lo que dice la prensa, Ana García Bergua estudió Letras Francesas y teatro en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).En 1992, recibió una beca del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.Ana García Bergua viene de una familia con experiencia en la literatura.Su padre, Emilio García Riera, era un crítico de cine. Su hermano, Jordi García Bergua, era un escritor halagüeño. Alicia García Bergua, su hermana, es una poeta con varios títulos publicados. Dos libros de ella están asociados con a las muertes de su hermano y su padre. Jordi se suicidó antes de la publicación de su primera novela en 1993, El Umbral. En 1994, ganó “la mención honorifica en el certamen internacional de primera novela ‘Ciudad de Santiago’ celebrado en Chile” (Otamendi). Desde 2001, García Bergua ha sido parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. En 2004, Ana García Bergua escribió su novela, Rosas Negras, después de la muerte de su padre.
En palabras de Alfredo Núñez Lanz, editor de este libro: “Con un lenguaje sagaz, profundamente enraizado en las inflexiones del español mexicano, Ana García Bergua configura en sus cuentos la presencia del absurdo unido a los hechos cotidianos por una inquietante coherencia. Con esto parece decirnos que el misterio es mucho mejor que el descubrimiento, porque da pie a la elucubración. En sus relatos, la autora crea una especie de vértigo surgido de la aparición de elementos que irrumpen en una vida ordenada. No es la posibilidad de la aventura, que da una sensación de libertad, sino la presencia de algo incontrolable y extraño que altera el orden que tanto nos esforzamos por construir. ”
Lo cierto es que cuando leí El limbo bajo la lluvia, tuve nuevamente la sensación de estar otra vez con aquella amiga que me contaba las películas que había visto. Esta vez era como estar con un mundo de personajes insertos dentro de la vida cotidiana de la ciudad, o adentrarse en uno de esos inmensos edificios de una gran ciudad y conocer a sus inquilinos, existen en esta película -perdón, libro- episodios, relatos que se enciman unos sobre otros, hasta conformar un imaginario que se va llenando de lugares comunes y frases repetidas hasta el cansancio sobre eso, tan cotidiano, como es el vivir. Tales relatos conforman lo que nos gusta pensar, invariablemente, es un sistema coherente, perfectamente establecido.
Se trata de una compilación de sus mejores cuentos publicada por Textofilia, una buena oportunidad para conocer o confirmar el talento narrativo de la autora de La bomba de San José, novela envuelta en la nostalgia por las películas mexicanas de los años sesenta. Como sus maestros, Ana nos cuenta de la realidad para escribir sus relatos, para desvelar, desbaratar y entrelazar prejuicios y burlarse de nuestros miedos y defectos.
El universo literario de García Bergua se encuentra poblado de seres inolvidables, ya sea en su indefensión, en sus sueños, en sus derrotas o esporádicos triunfos. Seres como los de esta antología, preparada por Alfredo Núñez Lanz, con 30 cuentos escritos en diferentes épocas, ejemplo todos ellos de la solidez de una autora de prosa impecable e imaginación desbordada.
Entre los cuentos que conforman este libro se encuentra Músculo, protagonizado por Rodrigo Quiñones, quien, como tantas personas en la actualidad, comienza a ir al gimnasio y se enamora del músculo. Lo seducen sus formas, su dureza, su perfección. En el trabajo, en su casa, en todas partes el músculo se vuelve su obsesión. Cuando su cuerpo se fortalece y los músculos afloran, Rodrigo se compra ropa ajustada y se observa y modela, embelesado, ante al espejo de su baño, “atrapado por esa extraña felicidad en la que se sentía solo en su belleza, como una fiera, como un tigre que se sintiera tigre”.
El limbo bajo la lluvia, cuento que le da título al libro, es el de un grupo de amigas y amigos que durante años asisten a la casa de una de ellas, donde se realizan juegos de mesa y esperan encontrar a su príncipe azul, el cual no llega y no llega, pasan los años y quedan atrapados en una especie de limbo donde la vida se les escapa, y todas siguen solteras. Los cuentos de Ana transcurren siempre entre un humor irónico y un dejo de nostalgia, una especie de péndulo donde la vida transcurre con todas sus sorpresas.
En Ya olvidé, una beata llega a la casa de un hombre adinerado, quien para matar el tiempo no solo le abre la puerta para recibir sus folletos religiosos, sino la invita a pasar. La conduce al jardín y ahí, frente a la alberca, bromea y se burla de ella mientras bebe un whisky tras otro, pensando en la infidelidad de su esposa. Los malos entendidos alojan en la beata la idea de sentirse deseada. En un momento, él la toma de los hombros y la zarandea un poco. Ella recuerda a su confesor, el padre Garduño y se dice a sí misma: “No creerá las cosas que hago por la causa”. Él la estrecha, ella presiente el peligro y piensa: “Si esto se pone peor, me tendré que sacrificar y le contaré después”.
Para terminar déjenme hablar un poco de una historia que ya conocía y me gustó desde que me la contó Ana García por allá en otra película, perdón otra vez, es libro, es la Otra oportunidad para el señor Balmand, tiene una suerte de perturbación que en lugar de alejar al lector, lo seduce profundamente. Y de verdad, en este volumen editado por Textofilia, el lector sale al encuentro de lo inesperado. Las ficciones y las realidades que aquí narra la autora, corresponden a ese tipo de sucesos que alguna vez Flora Botton Burlá -citando a Roger Callois-, señaló como «la irrupción de lo insólito en lo banal».