El segundo día de actividades en el Festival de Música de Morelia llevó hasta el teatro José Rubén Romero el concierto de Grupo Segrel, quienes ofrecieron un auténtico paseo lleno de romances y hasta corridos.
Su director, el guitarrista Manuel Mejía, se hizo acompañar por Jorge Morenos en la guitarra, flauta y cantos; Antonio Barberena en el acordeón y Casilda Madrazo en la danza y castañuelas, dando un espectáculo pocas veces visto por la cantidad de referencias históricas que contiene el mismo.
De esta forma, el Romancero de Tierra Adentro es la exploración de la convivencia musical en toda esa franja que iba de la Ciudad de México hasta Santa Fe, en Nuevo México, ruta comercial que tuvo su periodo más activo entre los siglos XVI y XIX.
Dicha cultura antigua es, curiosamente, muy globalizada, pues en sus cantos y bailes se reflejan no solo las naturales costumbres españolas, sino variantes que van desde lo árabe hasta lo inglés y alemán.
Una gran parte del repertorio mostrado en el centro de Morelia tiene como fuente códices, colecciones y documentos de música antigua, lo que no significa que sea una recreación, pues muchas de esas lecturas están desperdigadas y no cabe más que hacer interpretaciones tomando en cuenta todos los elementos de su contexto histórico. “Podemos intuir cómo se bailaba en aquella época en esta región específica, pero al no haber registros completos, todo queda a cierta interpretación”, adujo el director en su encuentro con los medios de comunicación.
La primera parte del concierto de decantó por romances extraídos del Cancionero musical de Palacio, tales como Romance del prisionero, Romance del Conde Olinos, Está la reina del cielo y La bella malmaridada. De ahí se siguieron con referencias contenidas en el Libro de diferentes cifras, el Romancero Nacional y el Museo de Guadalupe, Zacatecas, con Paracumbé por la A., Jácaras del 5 punteadas, Romance de Chihuahua y Corrido de Hidalgo.
El camino antiguo continuó por las tierras de Zacatecas, San Luis Potosí, Durango, Guanajuato, Aguascalientes y Puebla, toda una fiesta de corridos, romances, tamborilados, zarambeques y jarabes en una majestuosa interpretación reforzada con Martín Pérez en la danza y percusión menor y Llamna Pestana a cargo de la guitarra barroca y canto.
Tras ello, quedó claro que, como lo afirmó Manuel Mejía, esta clase de conciertos son más educativos que de simple entretenimiento, y sin embargo, los espectadores salieron tan educados como entretenidos, porque vaya que la música del México antiguo era toda una fiesta.