Javier Contreras, autor de El miedo es el mensaje, tuvo la osadía de sumergirse de lleno en el problema del narcotráfico. Pero no lo hizo a través de una denuncia, una narconovela más o una biografía; tampoco lo hizo con una obra que exaltara esas falsas virtudes que se nos presentan por doquier en las series de televisión. Él fue más lejos y lo hace a través de un análisis de los mensajes y la comunicación de los grupos criminales.
Por Jaqueline Pérez Guevara
Este libro no es una moda literaria más, es una de esas obras a las que es bueno regresar independientemente de la fecha de su lanzamiento. Aquí su autor nos enfrenta al problema del narcotráfico desde otra perspectiva, nos muestra cómo el problema va más allá de las novelas, películas o corridos y cómo esta narcocultura ha permeado en todos los ámbitos de nuestra vida, incluso en el lenguaje.
Contreras plantea una investigación en la que se abarca el problema desde una postura sociológica, donde se reflexiona sobre este fenómeno y se nos va planteando a lo largo del libro posturas e ideologías en torno al miedo y a la violencia, a la importancia del lenguaje en el actuar social y a las estrategias de comunicación del narcotráfico en México.
Resulta interesante el hecho de que Contreras sea el director de El Heraldo de Chihuahua, uno de los medios más importantes en uno de los estados del país que ha registrado altos indicies de violencia por narcotráfico y es destacable cómo es precisamente él, a cargo de un medio, quien se preocupa por la transmisión correcta de los mensajes, por el lenguaje y por evitar esa invasión del narcotráfico y esta subcultura en los medios de comunicación.
El miedo es el mensaje es el resultado de una investigación de aproximadamente siete años y de un análisis de un problema que aqueja a los mexicanos y en el que se busca que el lector pueda reflexionar, ser consciente de la situación para luego solucionar.
Hablamos con Contreras para conocer más sobre el proceso de su libro.
¿Cómo surgió la idea de realizar esta obra?
Inicialmente me centré en las narcomantas porque llamaron mucho mi atención. Estuve investigando en el C4 porque quería saber qué es lo que sucedía con ese material. Es muy interesante, porque no analizan la manta en sí, sino el mensaje. Con esta información lograron elaborar cuadros y organigramas de los grupos delincuenciales. Por eso el elemento del lenguaje me llamó mucha lo atención. Porque yo parto de que los grandes conquistadores de la historia cuando conquistaban siempre incorporaban su lenguaje; porque es lo primero, es la forma en la que nos comunicamos. Eso pasó también con el narcotráfico, nosotros los medios de comunicación fuimos vehículos para esta colonización del lenguaje, con términos como sicario, levantón, comando, halcones, estacas, o encajuelar. Todo tiene símbolo para ellos, pero son delincuentes y ese lenguaje lamentablemente fue permeando en la sociedad.
¿Cómo vive esa violencia o esa narcocultura encabezando un medio de comunicación?
¿Cómo publicar eso que se daba todos los días? Al inicio no sabíamos cómo manejar esos casos, los empezamos a cubrir inocentemente y a tomar fotografías. Parecía que dentro de los parámetros de periodismo estábamos informando. Pero después en esa búsqueda de encontrar qué sucedía, nos dimos cuenta de que los narcotraficantes buscaban a los medios de comunicación como vehículo. Hay una verdadera estrategia de comunicación y son personas muy hábiles. Dejan un cadáver y avisan a los medios de comunicación, que sin querer llevan ese mensaje que querían dar. Les interesaba que los medios tuvieran el dato y la fotografía y que se publicara, porque ese mensaje, como todos, va siempre dirigido a alguien; estos avisos, escenas o fotos probablemente se enviaban a los otros cárteles, al gobierno, a la policía y a la sociedad. Es aquí donde empieza el trabajo de los medios ¿qué hacemos? ¿lo publicamos o no?
Hay que tener en cuenta que lógica de los delincuentes es especial y muy maniqueista. Si no estás conmigo, estás contra mí. Y no entienden otra razón. Es casi como pedir que envíes ese mensaje y si no lo publicas, creerán que estás con el otro cartel. Uno se queda entre la espada y la pared.
También empezaron las famosas narcomantas, que casi funcionaban como un boletín de prensa. Lo más grave es que los medios de comunicación involuntaria o voluntariamente servimos para ellos. Nosotros en El Heraldo de Chihuahua tenemos como política editorial evitar esas palabras, no las utilizamos. Fue un esfuerzo mínimo, pero al final de cuentas un esfuerzo para no ser cómplices de eso.
Escribíamos las palabras como lo que eran, como sicario y poníamos asesino. Fuimos desarrollando ese lenguaje con sus palabras por la confusión que hay con las canciones, series y telenovelas, con la narcocultura. Eso es a lo que nosotros como sociedad nos tiene perdidos y sumamente atrasados. Se han creado esquemas aspiracionales, muchos jóvenes desean ser ellos y ser parte de ese esquema donde el valor de la vida cambia. Matan porque saben que morirán de esa manera y esa forma de pensar, no nos lleva a ningún lado.
¿Cuál es el papel de los medios de comunicación?
No debemos enfrentarlos, no somos fuerza policiaca. Creo que nuestro papel como periodistas es informar, alertar a la sociedad e impedir que sigan avanzando en ese control territorial y del lenguaje. Ese si es nuestra tarea. Porque el lenguaje es nuestra principal herramienta de trabajo y si nosotros no la cuidamos, estamos perdidos.
Además, creo que todos somos culpables, cada uno desde nuestro ámbito. El ejemplo es que antes en muchos pueblos en México había tres personajes clave, el sacerdote, el doctor y el maestro; ahora el cacique es el narco, el patrón, el dueño de la plaza. Se han desplazado esas figuras de poder y la estructura de la sociedad ha cambiado. La gente no repara en eso y como medios tenemos que analizarlo y reflexionar sobre nuestra posición.
¿En ese sentido qué estrategia se debe seguir?
Ser un vigilante para que la gente tenga todos los elementos para una sociedad sana. Presionar a la autoridad, ser vigilantes de que el gobierno cumpla con su papel.
¿Qué hay del tema de las amenazas y la censura?
El narcotráfico tuvo un cambio de estrategia radical. En el 2000 la amenaza era no publicar nada para que no llamara la atención de la sociedad. Era la amenaza de no publicar para crear la fachada de que todo estaba bien. Ahora cuando se desata la guerra entre ellos, interviene el Ejército y se complicó todo, porque cambian radicalmente de estrategia. No son el clásico asesino que se oculta, ahora es lo contrario, quieren mostrar que lo hicieron. Eso es estar al filo de la navaja, porque tener demasiada información llega a ser peligroso, pero si te separas, no te das cuenta de nada. Es algo muy complejo que surgió desde Colombia con la estrategia de plata o plomo, aquí en Ciudad Juárez era esa premisa. No es un soborno simple, tratan de dar algo para luego cambiar las reglas y que vengan cosas peligrosas, amenazas. Es la peor censura que hemos tenido, peor que los gobiernos porque los narcos si cumplen sus amenazas.
¿Cuál es el rol de la sociedad en este conflicto?
Otro problema es que el narcotráfico genera un problema de demanda y oferta, es un mercado. Fríamente. Cuando la gente dice que son rencillas entre ellos, pienso que somos una sociedad un tanto hipócrita. Deberíamos cuestionarnos si la gente a nuestro alrededor consume drogas, cocaína y reflexionar sobre cómo ese problema aterriza y está entre nosotros. Ellos se mueven en base a que nosotros hemos creado ese mundo y ese ejército de consumidores.
¿Qué hay del mensaje del miedo y los nuevos sistemas de comunicación?
El narcotráfico ya está incluso hasta en redes sociales. Porque no hay censura, porque son medios al acceso de toda la gente. Empezaron con blogs, porque son plataformas anónimas que les permiten muchas cosas y lo seguirán haciendo. Paradójicamente hay una actitud bestial en el manejo de la violencia, pero unos tienen gran destreza, sus videos son información gráfica interactiva, sus corridos como explosión narcisista en búsqueda de reconocimiento social y sus conversaciones y mensajes que resultan sorprendente. Es también con las redes sociales que ha ido permeando su lenguaje en la sociedad.
Además de plantearnos el problema y de sacar elementos como el hecho de que nosotros como sociedad fallamos en muchos aspectos ¿cuáles serían sus conclusiones para seguir combatiendo este problema?
Todo radica en la sociedad, nosotros hemos permitido y somos parte del problema. Somos cómplices. Muchos lugares no tenían otra posibilidad de salir adelante, en unas zonas serranas los hijos acompañaban al papá a cuidar el sembradío de mariguana y se van incorporando a ese modelo laboral. El otro problema es económico, tienen canceladas las posibilidades de estudiar y trabajar, no tenían otras opciones. Por eso es necesario que la sociedad tomé conciencia ¿por qué hemos llegado a eso? yo no hablé de ningún narco en específico, yo solo digo todos somos culpables porque hemos sido una sociedad permisiva, tolerante, teníamos que haber tenido una actitud más concreta. Ellos buscaban legitimarse, el reconocimiento. Todos nos quedamos callados por eso todos somos culpables.
Imagen de portada: Isa/Flickr