Por Rosa Velázquez
La pasión o gusto por el deporte se puede vivir de varias formas, algunas que implican lágrimas por diversos motivos. En mi caso, el fútbol no ha logrado eso, al menos no hasta ahora.
El no llorar por un Mundial o por una derrota no hace menos al aficionado, pues cada uno experimenta a su modo estos eventos. De igual forma, el entregar todo a los colores de una selección o un equipo de fútbol, tampoco te convierte en el mejor de los fanáticos, solo uno más de los que usa este momento para desahogar la desgracia o para pregonar la gloria.
Disfruto de los partidos y me he emocionado con finales. También me he sentido abatida cuando hay derrotas inesperadas o si no se logra el quinto partido, mas eso no ha implicado que mi pecho se llene de sentimiento al borde del llanto.
Quizás estoy acostumbrada a hacerlo en otras situaciones personales, por felicidad u emociones menos favorables. No obstante, es curioso ver a una persona lagrimear por una plantilla, cuando en su cotidianidad no muestran más que firmeza o dureza, ya que «los hombres no lloran».
¿Será que las fortunas o adversidades futboleras son un mero pretexto para sollozar sin ser juzgados? No puedo afirmarlo con certeza, solo es un atrevido pensamiento.
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Sin embargo, no hay duda de que el llanto entre hinchas es bienvenido, generando ese sentido de unión y pertenecía.
Encima, es una buena historia para contar, como cada cuatro años en los Octavos de Final del Mundial: Rusia 2018 con el Brasil 2-0 México. El Brasil 2014, donde Países Bajos ganó 2-1 México con el «no era penal». Y en Sudáfrica 2010, con el Argentina 3-1 México, por citar los más recientes.
Quizás esta vez el llanto me encuentre con Qatar 2022, sería una nueva vivencia, pero lo dudo. Al menos que México sorprenda y de la nada ofrezca un héroe, aunque también es demasiado fantasioso de mi parte.
Al margen de los resultados, sigan llorando y disfrutando, nunca está de más sacar eso que te oprime y si es viendo el deporte que te gusta, mejor, mientras no sea con otras acciones que dañen a terceros.
Imagen: Jim de Ramos/ Pexels