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El plagio, una forma superlativa del menosprecio: Camilo Ayala Ochoa

“No todo en el libro es blanco. No todo en la edición es honesto”. Para Camilo Ayala Ochoa, los casos de plagio en la literatura y la academia son algo recurrente y en parte obedece a la soberbia de los autores. En conversación para Revés Online, el egresado de la UNAM y la Universidad Pontificia de Salamanca señala que el libro es algo que busca educación, pero también puede ir por derroteros extraños y maléficos.

Invitado por el Seminario Mexicano de Cultura Impresa, que coordina Claudia Raya Lemus, en el marco de la Fiesta del Libro y la Rosa, el experimentado editor ofreció una conferencia en la que enumeró algunos casos escandalosos de plagio y contenido falso, cometido incluso por grandes figuras de la literatura. En el siglo XIX se llegó a publicar que la luna estaba habitada por hombres-murciélagos, mientras que ya en el XX, el argentino Juan Rodolfo Wiklock editaba libros y autores falsos.

La venta de los Diarios de Hitler también es recordada como uno de los grandes fraudes literarios. Eran 26 volúmenes que fueron comprados por una revista en 4 millones de dólares, pero al poco tiempo de ser adquiridos se descubrió que era material apócrifo. Lobsang Rampa, un supuesto monje tibetano, entregó libros como El Tercer Ojo y El Manto Amarillo que fueron muy exitosos. Después se descubrió que no era del Tibet, sino europeo, lo que justificó diciendo que era la reencarnación de un tibetano. Alejandro Dumas contrató más de 73 escritores fantasma para sus populares novelas, práctica que replicó en su momento Rubén Darío.

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Actualmente la academia no se salva de los escritores ocultos, esos que redactan tesis a cambio de dinero. En esa industria retorcida, ya hay revistas que advierten a sus autores la estricta prohibición de contratar a escribidores, mientras que las universidades luchan por detectar el uso de Inteligencia Artificial disfrazada de texto propio.

Pero no solo los novelistas hacen trampa. Hay investigadores que plagian e incluso una ministra que aspira a ser presidenta de la Suprema Corte mexicana fue exhibida por plagiar su tesis. En el colmo de los colmos, ha habido casos de ensayistas que escriben libros sobre el plagio, pero en sus textos recurren al plagio.

“Con la IA estamos entrando a un mundo difícil de comprender. Hay redacción y creación literaria hecha con tecnología que se parece demasiado a la humana, al igual que fotografías, videos, etcétera. Ya hay programas que intentan detectarlo, pero muchos han fallado”, sostiene el editor.

El panorama de la escritura artificial deberá llevar al debate sobre si las instituciones modifican sus exámenes y tareas. “Tal vez hay que regresar a los exámenes orales”, dice Ayala, quien acepta que la IA debe ser una herramienta, no un sustituto del intelecto humano. “Peligran los que piensan, los que redactan, los que hacen investigación”.

Camilo Ayala Ochoa
Camilo Ayala Ochoa, en la Fiesta del Libro y la Rosa. Foto de su cuenta en Facebook

 

En el caso de la literatura, el autor de Hidalgo: el despertar de una libertad ausente suelta la siguiente frase: “El plagio es la forma superlativa del menosprecio”. Se refiere a la soberbia de ciertos escritores que muchas veces tienen acceso a autores que no son conocidos, los plagian y creen que no serán descubiertos. “Es el no pensar que el plagiador despoja al autor de su propio ser. El plagio mata; el caso más emblemático es el de Los protocolos de los sabios de Sion, un libelo que circuló a finales del siglo XIX que fue plagio del libro Diálogo en el infierno, de Maurice Joyle. Ese libelo fue la base para que Hitler escribiera Mi Lucha, lo que inspiró para la matanza de millones de personas”.

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Ayala Ochoa recuerda también los fragmentos que Elena Poniatowska le plagió a Luis González de Alba para escribir su libro La Noche de Tlatelolco, sin mencionar que eran testimonios que el activista había recogido para su propio libro Los Días y los Años. Cuando se atrevió a denunciarla, no sólo perdió su lugar en el diario La Jornada, sino que poco a poco comenzó a ser excluido de los ámbitos literarios.

Para finalizar, el investigador trae a la memoria los plagios de Alfredo Bryce Echenique, descubiertos en 2012: “Se quiso justificar diciendo que todo era un error de su secretaria, pero luego se supo que no tenía secretaria. Ahí un caso más de soberbia».

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