Revés Online

El revival de Jorge Ayala Blanco

En el lapso de un año, el decano de la crítica de cine en México Jorge Ayala Blanco ha publicado tres nuevos libros. Además, fue galardonado con el Premio Nacional de Periodismo Cultural René Avilés Fabila por trayectoria, en su primera edición. Revés charló con él.

Por José David Cano / @pepedavid13

En este momento de su trayectoria, nada en la vida de Jorge Ayala Blanco se mide en números pequeños. Vea si no: en este 2019 cumplió 56 años ejerciendo la crítica cinematográfica y 54 impartiendo clases. Pero además, a sus 77 años de edad —nació en la Ciudad de México en enero de 1942—, tiene ya en su haber una cuarentena de libros publicados (divididos en tres series: sobre cine mexicano, sobre cine internacional y sobre la exhibición cinematográfica en el país).

En definitiva, ningún crítico en México tiene a su espalda números como éstos, ni trayectoria similar.

Por si esto fuera poco —y si aún quedan dudas de la importancia y longevidad de su trayectoria—, el pasado 2 de octubre se cumplieron 51 años de que viera la luz el primer tomo de su ya icónico y legendario abecedario sobre el cine nacional, proyecto que empezó en 1968 con La aventura del cine mexicano, y que continúa ampliando hasta la fecha.

Cuando en abril de 2017 nos sentamos a conversar, el maestro Ayala Blanco fue muy claro: “El abecedario tiene ya su vida propia. Es un proyecto literario o cultural mío que tiene una forma clara; es una parte fundamental de mi trabajo”.

En aquella charla, me contó cómo comenzó todo:

—Esta anécdota ya la he platicado: este primer tomo, llamado La aventura del cine mexicano, me salvó la vida. ¿Por qué? Porque me entregaron los primeros ejemplares el 2 de octubre de 1968, y tuve que ir a recogerlos a Iztapalapa. Mi mujer y yo, en ese momento, estábamos metidos en el movimiento estudiantil, no nos perdíamos ninguna manifestación, ninguna concentración. Como tuve que ir por los libros, le dije a mi mujer “ve tú sola”. Pero tampoco ella pudo ir, ya que se enfermó nuestro hijo. Así que a ella le salvó que se enfermara Rodrigo, y a mí me salvó recoger mi libro, ya que además quedaba lejísimos.

Ahora que nos sentamos de nuevo a conversar, no pude evitar preguntarle sobre esta efeméride. Ya saben: 50 años no es poca cosa, 51 aún menos…

—¿Uno está preparado para algo así, uno está preparado para una efeméride como ésta? —le pregunté.

Jorge se tomó unos segundos en responder:

—No. Jamás me imaginé tal cosa —me dijo—. Más aún, cuando hacer esto es una costumbre realmente esclavizante. Hoy, el “problema”, así, entre comillas, del cine mexicano es que hay demasiadas películas, las cuales además son poco vistas; aunque sí son mucho más interesantes de lo que eran antes. ¿Qué quiero decir con “problema”? Que antes me tardaba hasta diez años en hacer un tomo, y, actualmente, es casi anual. Eso nunca lo hubiera imaginado. Y esto, por supuesto, te obliga a estar pendiente de todos los estrenos. Y, bueno, sabemos que la mayoría dan el semanazo. Entonces, hay que estar pendiente. Y esto es un verdadero problema, porque te invade tu vida personal. Vamos, no puedo irme demasiado de vacaciones, pues me perdería películas…

—Y no todas son recuperables…

—Sí, sí. Uno de los grandes dramas que tenemos los que hacemos este tipo de trabajos es que ni a los piratas les importa el cine mexicano. Ya no consigues las películas mexicanas, salvo alguna comedia babosa, pero, además, cinco o seis meses después. Entonces, sí hay que estar sobres…

—Sé que a veces es difícil valorar la propia obra, maestro, pero, ¿cómo valoraría en este momento el abecedario?

—Como un proyecto delirante, demencial, insólito, y que se fue dando sobre la marcha; o sea, yo nunca me propuse hacerlo. De hecho, el proyecto ya como tal me lo empecé a plantear en los años noventa, cuando, en la desaparecida sección de cultura de El Financiero, tuve la gran oportunidad de escribir dos veces por semana, precisamente una de ellas dedicada a las películas mexicanas. Nunca pensé que se fuera dando así, como lo es ahora… ¿Cómo lo valoro? Digamos que nunca me imaginé que este proyecto tuviera la originalidad que tiene.

—Si me lo permite, una gran originalidad, en muchos sentidos.

—En efecto. No existe en ninguna parte algo como esto; incluso, en México no existen equivalentes en ninguna de las demás artes. No existe esta idea panorámica, estas visiones panorámicas, del cine mexicano, y además haciéndolo sobre la marcha. O sea, ¡hacer la historia viva del cine mexicano! Esto a nadie se le hubiera ocurrido en cualesquiera de las artes. De hecho, algunos me han señalado que es una lástima que no me dedicara a escribir sobre la novela mexicana, sobre la poesía, haciendo justamente esto… A mí me parece que es un poco desesperante saber que no has contagiado ese entusiasmo, ni siquiera en tu propio medio. Entonces, el abecedario lo veo como un gran éxito, como algo muy original, pero, también, como una especie de fracaso, porque no existe alguien que esté mínimamente compitiendo con esto. Lo peor es que hay gente muy talentosa que no lo hace, y que podría hacerlo…

—Haciendo un balance general, ¿cuál ha sido la etapa más rica del cine mexicano?, ¿cuál ha sido la Época de Oro en estos 50 años que ya cubre su abecedario?

—Desde el punto de vista de propuesta cinematográfica, la Época de Oro es la que estamos viviendo. Definitivamente. Porque nunca había visto tantísima diversidad de propuestas. De entrada, porque hablamos de 160, 170 películas al año. Y sólo hablo de largometraje de ficción; agrega los documentales y los cortometrajes. Entonces, yo creo que sí hay un progreso en el cine mexicano, si se puede hablar de eso; sobre todo, tomando en cuenta ese chiste que antes me parecía una salvajada, de que en México no hay óperas primas ni óperas póstumas, sino que siempre son exactamente lo mismo. Hoy, este comentario te sirve de otra manera: cada vez son más los cineastas, y saben que es tan extraordinariamente difícil hacer la segunda película que sueltan todo en la primera. Claro, muchas veces dices “qué bueno que no hicieron la segunda”, pero hay otros que sueltan todo y su primer filme es realmente fascinante.

Delirios editoriales, delirios narrativos

En los últimos doce meses, el nombre de Jorge Ayala Blanco ha estado pululando en medios periodísticos de toda índole: en radio y televisión, en periódicos y revistas de papel, también en portales informativos digitales.

No es que le hiciera falta más notoriedad —después de todo, es nuestro decano de la crítica de cine en México—, sino que, más bien, ha sido producto del revival que actualmente vive el también profesor universitario, y, sobre todo, por su prolífica producción editorial. En pocas palabra: está imparable.

Veamos: en el lapso de un año —de mayo de 2018 a mayo de 2019—, Jorge Ayala Blanco ha publicado tres nuevos libros; además, fue galardonado con el Premio Nacional de Periodismo Cultural René Avilés Fabila por trayectoria, en su primera edición (2018).

Desde luego, su prolífica producción editorial no sería posible sin un cómplice; en su caso, la certera visión de María del Carmen de Lara, exdirectora del extinto Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (hoy ya convertido en Escuela Nacional de Artes Cinematográficas) de la UNAM. Así lo reconoció el profesor:

—En la administración saliente, de María del Carmen de Lara, fue cuando creció mucho lo que podríamos llamar la Biblioteca Ayala Blanco, porque se publicaron cinco tomos de cine mexicano, dos tomos de cine extranjero, y se han publicado una decena de eBooks: libros que estaban agotados y descatalogados desde hace mil años, ahora ya se pueden conseguir en versión digital. Se quiere recuperar absolutamente todo lo que he publicado de cine mexicano. Para mí, ¡es totalmente insólito!

Precisamente entre las novedades editoriales que han visto la luz durante estos meses están, en orden de aparición, El cine actual, delirios narrativos —que es una nueva entrega de su serie de cine internacional—, y los tomos 14 y 15 de su abecedario —correspondientes a las letras “N” y “Ñ”—, llamados La novedad del cine mexicano y La ñerez del cine mexicano.

Jorge Ayala Blanco
Fotos: Josué D. Romero

Pero vayamos por partes.

Empecemos por El cine actual, delirios narrativos (2018). El libro parte de una premisa que está apuntada en el prólogo: “El cine ya no narra, delira relatos”.

—Así es. Empecé a analizar películas, y me percaté que ya no narran de la misma forma que antes, ya es imposible hacer una película clásica —me explicó Jorge Ayala Blanco—: o se va por el lado totalmente desdramatizado, o deliberadamente es confusa, o utiliza todos los recursos de todas las tecnologías… Me di cuenta de que todo esto se estaba volviendo delirante. Por eso apunto que el cine ya no narra, delira relatos.

“Hoy por hoy, en términos de recursos expresivos específicamente cinematográficos, incluso dentro del cine más comercial existen una prioridad y una primacía de la narración sobre la historia a contar, de la narración sobre la anécdota (por compleja o sencilla que ésta sea), de la narración sobre la trama (por lisa o tentacular que se le advierta) y de la narración sobre el tema a tratar. Así, el libro tiene 300 análisis distintos, desde el punto de vista del delirio: delirios bufos, delirios minimalistas, delirios distópicos, delirios utópicos, delirios hedónicos.

“Pero, ojo, una cosa en la que insistiré mil veces: Gilles Deleuze tiene un bello libro que se llama Crítica y clínica, donde distingue entre aquellos que deliran a través del lenguaje y lo único que pueden producir es arte insano, al nivel de enfermo mental que hace garabatos; y, por otro lado, el tipo de delirio en que tú ves al realizado con el dominio de sus formas, de sus elementos expresivos que está manejando, y tú sabes que hay alguien que los está controlando. O sea, aquel que hace delirar al lenguaje; el creador que tiene la conciencia para hacer delirar a la obra”.

—Digamos que caos y orden van de la mano, ¿cierto?

—Por supuesto. Es un caos, pero perfectamente ordenado. Ésa es la diferencia. En otras palabras: yo me permito cualquier cosa menos delirar en este libro. Sobre todo en este libro, no hay ningún delirio mío. Es decir, observo los delirios y me interesan estas películas en la medida en que se convierten en delirios narrativos. Así que todo proviene de las películas. Porque hoy hay una voluntad por parte de los cineastas de hacer delirar al lenguaje.

En el libro, Jorge Ayala Blanco lo deja en claro: “Sin duda alguna, en el siglo XXI el cine ha dejado de ser una máquina para narrar historias y se ha convertido en un ultrasofisticado dispositivo para fabricar delirios”.

Aspirar a ser novedoso

Ahora vayamos al cine nacional. Luego de publicar La aventura del cine mexicano en 1968, a éste le han seguido La búsqueda, La condición, La disolvencia, La eficacia, La fugacidad, La grandeza, La herética, La ilusión, La justeza, La khátarsis, La lucidez, La madurez, y, recientemente, se han sumado La novedad y La ñerez

Abramos un paréntesis: es importante subraya que desde que empezó a diseccionar la cinematografía nacional a través de su abecedario, el enfoque o postura entre libro y libro varía; es decir, el planteamiento del que parte Jorge Ayala Blanco para cada uno de sus libros siempre cambia, nunca repite el golpe. Cerremos paréntesis.

Así, como en los anteriores volúmenes de la serie, aquí los textos se configuran en torno a un hilo conductor —el concepto que da título al libro—, y los apartados organizan el material de acuerdo con el carácter de sus realizadores: veteranos, maduros, que consiguen hacer una segunda obra, debutantes, documentalistas, cortometrajistas y mujeres cineastas.

En La novedad del cine mexicano (2018), Jorge analiza un centenar de películas producidas entre 2013 y 2016.

—Maestro, en el prólogo se hace tres preguntas: “¿Qué es lo nuevo del cine mexicano?, ¿hay algo nuevo en el cine mexicano, o simplemente sólo algo reciente?, y de ellos, ¿cuántos y cuáles serán los realmente novedosos o innovadores?” ¿A qué conclusión llegó?

—La idea es permitir que todas estas preguntas se diseminen en los cien textos que estoy presentando. O sea, cada texto tiene su propia respuesta. Yo no puedo decir que el cine mexicano es novedoso por esto y aquello, no; cada película en sí misma tiene su posibilidad de ser, las explota, y tú simplemente las presentas. No doy ninguna conclusión; más bien, estas son las preguntas que me hago para poder escribir el libro. A final de cuentas, cada película las tiene que responder. Obligas a que cada filme las responda.

—Permítame cambiar la pregunta: ha pasado de la “madurez” de su anterior libro a la “novedad”; ¿cuándo se dio cuenta de que era esto lo que guiaba a este bloque de películas?

—Lo que pasa es que uno ya tiene sus antenas bien puestas, y de pronto te preguntas: ¿qué es lo que está proponiendo este conjunto de películas? Y respondes: a ver, es que todas quieren ser tan diferentes, tan novedosas. Veremos si es cierto… Y te arrancas… Ahora bien, en cuanto a la madurez y la novedad, es lo que estaba buscando y proponiendo en ese momento el cine mexicano: de la lucidez ha pasado a la madurez, y después estaba buscando ser nuevo, novedoso. Es decir, el cine mexicano aspiraba a ser novedoso, aspiraba a ser realmente nuevo de mil maneras.

—En ese sentido, ¿qué se le da bien a las películas mexicanas?

—Creo que se les da bien estar en contra de sí mismas. Se les da muy bien eso. Buscar planteamientos extremos le funciona muy bien al cine mexicano. O sea, te lo platican, y dices: “Pobre cuate, se va dar en toda su madre”. Y entonces ves la película, y dices: “¡N’hombre, le salió muy bien!; me estoy emocionado con algo con lo que nunca me hubiera imaginado emocionar o conmover”. Lo cierto es que, quien lea el libro se dará cuenta de las propuestas extrañísimas que tiene. Por ejemplo la película de Joshua Gil, La maldad, es fascinante. La desdoblas, y te das cuenta de que el filme tenía propuestas realmente buenas. Y uno dice: qué bueno que estoy aquí para poder responder a ella. Porque además se fue sin pena ni gloria. Nadie escribió nada inteligente sobre ella. Se fue virgencita.

“Y así podría seguir. Por ejemplo, hay enfoques que no me esperaba, como El sueño del Mara’akame de Federico Cecchetti, o Te prometo anarquía de Julio Hernández Cordón, o La delgada línea amarilla de Celso García; este tipo de propuestas son las que a mí me sorprenden más. O películas como Alaíde Foppa: la sin ventura, de María del Carmen de Lara, que tiene algo que exijo en los filmes documentales: que me revelen cosas incluso de una persona que yo conocí”.

La búsqueda de lo popular

En la contraportada de La ñerez del cine mexicano, publicado en este 2019, los editores escriben: “El uso creativo y expresivo del lenguaje es uno de los acentos distintivos de la prosa inconfundible con la que Ayala Blanco va tejiendo, meticulosamente, el panorama del cine mexicano a través del análisis, película por película, de casi un centenar de obras producidas entre 2014 y 2018”.

¿Por qué el concepto de ñerez? En un momento dado, el maestro Jorge Ayala Blanco lo explicó de la siguiente manera:

—Como lo señalo en el libro, porque el tema central de este volumen es la búsqueda de lo popular, la casi desesperada búsqueda de lo popular en el cine mexicano, cualquier cosa que sea eso, por el camino que sea y al precio que sea. Todas las películas actuales, por lo menos las de este corpus, que son cien, todas buscan ser populares; buscan no solamente retomar los temas populares, o las figuras populares, también buscan un acercamiento, diría yo afectuoso, hacia lo popular. Pero, además, uso el término ñerez casi como antónimo de naco; es decir, el naco es un término peyorativo, el ñero no. El ñero es el compañero. Hay una relación afectiva con él. Se busca esto. Y otra cosa: aspiran a lo ñero, porque si a una película actualmente le dices que ‘es una obra de arte’, en ese momento la estás condenando a no entrar siquiera a la cartelera. Y no digo que entrar a la cartelera sea garantía de que se vuelva redituable, sino simplemente de que la vea la gente”.

—Es tremendo…

—Así es. Hoy la cosa más frustrante de la Tierra es que te digan que tu película es una obra de arte, porque con eso te están diciendo: lárgate a la cartelera alternativa, lárgate a las salas universitarias, lárgate a la Cineteca Nacional a hacer cola, para que algún día, a lo mejor, hasta se llegue a difundir. A mí eso me parece pavoroso. Por eso aspiran a que su película sea considerada como algo ñero, como algo que interesa a la gente, que va en búsqueda de su público que es popular, y que además tiene posibilidades de capturar su atención, capturar su afecto.

—Una de las cosas que subraya en el prólogo es lo contradictorio de la expresión ñero. Por un lado, efectivamente, puede ser popular; pero, también, puede resultar clasista…

—Por supuesto.

—¿El cine mexicano es, entonces, contradictorio… por lo menos en este corpus de filmes?

—Todas las películas que considero dentro del libro, las cien, son objetos contradictorios. Encontrar su contradicción es la dinámica misma de cada texto. Y por eso el método que he usado, y que me ha funcionado (por lo menos para seguir haciendo textos), es esta idea del poliedro, del prisma, porque una película tiene varias maneras de resonar, tiene varias maneras de ser vistas, tiene varias maneras de ser enfocada; por eso, uno no puede decir que todo es positivo o negativo en ellas… Además, es lo que a mí menos me importa.

—Madurez, novedad, ahora ñerez. En los últimos 20 años el cine mexicano ha…

—Ha intentado ser lúcido, ha intentado ser maduro, ha intentado ser novedoso, y, ahora, ha intentado ser ñero. Los siguientes conceptos serán la ojetez del cine mexicano y la pendejez o la pinchez del cine mexicano… Hablando ya en serio: como los colegas o los lectores siempre tratan de adivinar el título del siguiente libro, lo trabajo obviamente como cotorreo o desde un punto de vista despectivo… Con la “ñ” pasó, tú lo sabes; durante un tiempo fue una especie de acertijo, porque todo mundo me preguntaba por el título; algunos decían: “Ah, es la ‘ñ’; seguro es la ñoñez”…

—Bueno, algunos estábamos entre la ñáñara o la ñoñez…

—Sí-sí, eran las dos posibilidades… Pero ni la ñáñara ni la ñoñez, porque las búsquedas y los alcances de nuestro cine, hoy, jamás podrían reducirse a simples ñáñaras y, de hecho, el cine nacional puede ser cualquier cosa, menos ñoño ni inofensivo, ojete sí, pero ése sería para la “o” y apenas vamos en la “ñ”. Además, la verdad es que no podría llamarse la ñoñez porque nadie aspira a ser ñoño. La ñáñara, tampoco; porque el cine mexicano no tiene ñáñaras, tiene otros defectos, pero no ñáñaras. El que me abría posibilidades, y me revelaba lo que realmente aspira hoy el cine mexicano, curiosamente era la de ñerez. El término abre muchas posibilidades como mirador temático. Yo lo trato de lanzar justamente como una especie de conceptualización, como categoría de juicio; no de una manera peyorativa, sino, como te digo, aspiracional. El cine mexicano quiere serlo. ¿Lo consigue? Aquí hay cien posibilidades, cien intentos, cien maneras, de tratar de llegar a lo popular de una forma afectuosa.

“Y sí: lo hace a partir de una infinidad de temas; es decir, no todas las películas tienen que ser urbanas, no todas tienen que ser de provincia, no todas tienen que ser sobre trabajadores o políticos o drogadictos. Aquí encuentras una gama de posibilidades; por ejemplo, hay películas sobre prostitutas, como lo es Plaza de La Soledad; o encuentras filmes como Maquinaria Panamericana, que es sobre la enajenación del trabajo como sentido vital. Son filmes espléndidos. Algo es cierto: la temática del cine mexicano es, hoy, inimaginablemente rica”.

 

TE PUEDE INTERESAR:

Star Wars: crónica de un final anunciado 

Salir de la versión móvil