Es ya un largo recorrido el que lleva El salón de profesores (Daz lehrerzimmer, 2023), desde su estreno hace más de un año en Berlín hasta su reciente nominación a los premios Oscar en la categoría de mejor película internacional. Tal vez el nombre de Ilker Çatak no diga mucho a los cinéfilos mexicanos, ya que solamente una de sus producciones anteriores ha llegado a México, el drama amoroso y laboral Vale la palabra dicha (Es gilt das gesprochene wort, 2019), que se presentó hace un par de años durante la Semana del Cine Alemán.
En lo nuevo del cineasta alemán de origen turco la historia se desarrolla dentro de una escuela de educación básica, en donde una serie de pequeños robos tiene consternados a los profesores. Cuando el personal de la institución, abusando de su posición de poder, comienza a hacer revisiones sorpresa a los estudiantes, una joven maestra decide atrapar al culpable utilizando sus propios medios, sin embargo, obtiene mucho más de lo que buscaba.
El guion, elaborado por el propio director junto a Johannes Duncker, su escritor de cabecera, retoma algunas de las experiencias de la infancia que compartieron, como estudiantes de origen turco, en un colegio alemán. Si bien el origen étnico del estudiantado es parte importante al inicio del filme, conforme avanza el metraje nos damos cuenta de que es solo una parte del entramado que se teje al interior de la institución educativa.
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El relato se centra en una joven maestra, Carla Nowak (personificada de manera extraordinaria por la actriz Leonie Benesch), cuyo bagaje idealista aún permanece intacto, en contraste con el resto de sus compañeros. En su intento por descubrir la verdad, la docente descubre que tal vez ha sido una colega la culpable de los robos, lo que abre un debate en dos frentes distintos: por una parte los cuestionamientos al interior de la sala de profesores, y por la otra, la exigencia de alumnos y padres de familia para hacer valer sus derechos.
La reacción inicial de la protagonista pone en evidencia la condición actual de los docentes en sus centros de trabajo. Estos profesionistas deben sobrellevar un elevado nivel de presión para cumplir las exigencias de las autoridades educativas, pero al mismo tiempo tienen que sortear las diferencias con padres de familia y estudiantes, que en muchas ocasiones utilizan sus derechos para erosionar su autoridad y libertad de acción. Como sugiere la cinta de Çatak, no es casual que en la actualidad sean cada vez menos las personas que eligen esta profesión, considerada demasiado estresante y mal pagada en Alemania.
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Como si fuera una regla autoimpuesta, prácticamente toda la acción se desarrolla dentro de la escuela. La cámara sigue muy de cerca a la protagonista en este espacio reducido casi en todo momento, pero es muy poco lo que sabemos de la vida personal de la profesora Nowak, salvo que es de origen polaco y que se rehúsa hablar en su idioma natal con sus compañeros (dato significativo, en ciertas regiones de Alemania mucha gente tacha a los polacos de ladrones). Es un personaje que se va aislando con cada decisión que toma y solo expresa lo que siente a través de sus gestos y actitudes.
En cada una de las escenas se desarrolla un conflicto y la maestra debe elegir una ruta de acción. Pero a pesar de la tensión existente, en la resolución no encontramos un hecho sangriento sino una imagen más bien ambigua que está en consonancia con lo que hemos visto a lo largo del filme. Porque al final, en este drama escolar no importa quien ha cometido los robos o si la joven maestra logrará estrechar las relaciones con sus colegas y recuperará la confianza de sus alumnos. En realidad es una película que nos habla de la manera en cómo nos relacionamos con los demás en un entorno tan complejo, tan lleno de imágenes, en donde es cada vez más difícil distinguir lo que es verdadero.