La jornada del miércoles de largometrajes mexicanos en competencia del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), inició con la presentación de El sueño del Mara’akame (2016), debut del capitalino Federico Cechetti. La película está inscrita dentro del programa de óperas primas del CUEC-UNAM y había sido estrenada previamente en un festival en la ciudad de Chicago.
Cecchetti cuenta que su proyecto inició cuando Antonio Parra, uno de los chamanes del pueblo huichol de La Cebolleta, municipio de Mezquitic, Jalisco, lo invitó a hacer una filmación de una clausura de la primaria del lugar para tener un recuerdo de la graduación de su hija. Desde entonces, Federico entabló una profunda amistad con la gente de la comunidad y decidió que quería escribir un guion basándose en los elementos humanos, geográficos y místicos del lugar.
Mara’akame es el nombre que se le da a los chamanes o guías espirituales del pueblo huichol, el que nos ocupa tiene un hijo adolescente de nombre Nieri, quien a pesar de sentir cierto apego a las tradiciones de su comunidad, también sueña con irse a la capital para tocar en un conjunto musical conformado por varios amigos mayores que él. Nieri deberá elegir entre dos caminos: seguir los pasos de su padre o iniciar una nueva vida en la ciudad. Para ello deberá saber si tiene “el don”, el cual le sería revelado a través de un sueño.
La cinta arranca lento debido a que ciertos elementos del planteamiento inicial parecen tomar demasiado tiempo. Pero lo cierto es que conforme avanza el metraje se van agregando situaciones que la hacen más interesante, sobre todo cuando Nieri y su padre llegan a la Ciudad de México, las cosas se empiezan a animar un poco.
Es claro que el director tiene una especial fascinación por la cultura y los rituales del pueblo huichol. También se dio cuenta de la importancia que tienen para ellos los sueños. Debido a lo anterior decidió entrar por medio de la ficción al tema, aunque su trabajo tiene un cierto toque documental ya que prácticamente todo el elenco está conformado por actores no profesionales.
El tema de la búsqueda de identidad de un adolescente es particularmente relevante en este contexto. Aquí funciona muy bien el contraste entre lo tradicional, encarnado por los adultos que se visten a la usanza y que respetan las costumbres (aunque no duden en hacer rituales particulares en mansiones de gente adinerada para ganar un dinero extra), y lo moderno, representado por adolescentes que escuchan otro tipo de música y que sienten una fuerte atracción por la vida de las grandes urbes.
Si bien la cinta presenta ciertas fallas evidentes en las actuaciones y en ciertas trampas del guion para ajustarse con calzador a un guion honesto pero ambicioso, lo cierto es que en términos generales la obra de Cecchetti funciona, logra transmitir de manera efectiva su planteamiento de la importancia de la conservación del desierto de Wirikuta, detalles al interior del pueblo huichol así como plantear una interesante relación entre un padre y su hijo.
La ópera prima de Cecchetti se suma a otros trabajos que han abordado previamente a esta cultura, entre ellos la cinta de ficción Táu (2012) o el documental Eco de la montaña (2014). La suya es una obra aceptable y merecería una mayor presencia en festivales (sabemos que la distribución en la cartelera comercial es muy complicada). Por lo pronto el cineasta capitalino ya prepara su siguiente largometraje basándose en el libro Viaje al país de los tarahumaras del escritor francés Antonin Artaud, el cual quizás veamos en una futura edición del FICM.