Un informante secreto me dijo que desde las 19:00 horas (siete de la noche) del 25 de abril había una gran cola a las afueras del Salón Arena, conocido por todos como la Cueva de Chucho. Es un informante fiel, así que desde aquí le damos crédito. Parecía que la colmena reventaría.
Con gotero -y para que las panteras negras les dieran una manoseada previa- fueron ingresando las alrededor de mil personas que no alcanzaron a llenar el recinto, a pesar de que un día antes los de Enjambre dieron autógrafos en una conocida tienda de discos de un conocido centro comercial de una conocida ciudad de un estado hoy conocido por hechos delincuenciales, lo que presagiaba gran afluencia de morras y morros, chaviza pues, y quizá algún incidente.
Hubo chaviza, sí, pero no tantisisísima como se esperaba; lo que no hubo fue algún incidente mayor qué comentar; la cerveza de lata en formato como las que se tomaba la Tuta en sus videos tenía un precio de venta al público de 25 pesos y andaban por ahí los organizadores del concierto y de un conocido centro gastronómico y cultural para emborracharse, que algo habrá tenido también que ver en la estructuración del evento.
Lucía, de la banda Piluso, se robó la noche luego de que un dj deleitara por espacio de varias decenas de minutos a la multitud grávida de deseos y pasiones no confesadas hacia los músicos zacatecanos de Enjambre; pero también corearon el nombre de la baterista durante toda la noche aun y cuando el recital de la banda principal ya había concluido.
Habrán tocado poco más de tres decenas de minutos los de Piluso y habrán tardado más de dos docenas de minutos en salir los de Enjambre, cuando eran eso de las 23:03 horas (once con tres minutos de la noche) y el respetable los recibió con éxtasis, a gritos, como si Michael Jackson no hubiera muerto y su última gira por Reino Unido hubiera tocado suelo purembe; como si Michael Jordan aun jugara para los Toros de Chicago y fuera a aparecer de pronto desde North Carolina; como si tuviéramos cara a cara Jimmy Hendrix.
De acuerdo a la lista proporcionada por un informante no tan secreto, un reportero cultural y revoltoso de playera verde, lentes, bigote y barba, y con la base hecha, el fenómeno Enjambre abrió con Argentum, siguió con …Fe línea recta, Tras la puerta, Dulce soledad, Dama demencia, Somos ajenos, Sábado perpetuo, Eliza mi hortaliza, Impacto, Tulipanes, Hombre Elefante, Semiluna, Egohisteria, Cámara de faltas, Ciencia de la lluvia y Hematófago, hasta llegar a la coreada Enemigo -que todo mundo se sabía-, pasar de ahí a Visita -con el que los concurrentes parecían Santa Teresa en conjunto escultórico de Bernini en el Vaticano- y después a Elemento, Cobarde y Nueve.
“El setlist que la banda había tocado en su concierto de Puebla, una semana antes”, comentó para este medio el reportero cultural de playera verde, quien también era uno de los organizadores.
En lugar de gritar “culeros”, como el vocalista de Enjambre dijo esperar que gritaran los presentes, estos optaron por pedir “otra” cuando la banda se despidió por vez primera; el tono de desesperación de los hinchas y torcedores hizo que reconsiderarán haberse marchado demasiado pronto, por lo que volvieron y tocaron Por esta razón y Manía cardiaca, con la que volvieron a despedirse, esta vez en definitiva. Eran las 00:35 horas (doce 35 del domingo 26 de abril). La colmena podía irse en paz.
Apenas se retiraron del escenario, y nuevamente los fanáticos de Lucía empezaron a corear su nombre como si su sola mención pudiera atraer tanta belleza hacia donde estaban. Había sido amor a primera vista.