Estación Zombie (Busanhaeng, 2016) es la apuesta fuerte de Cinépolis distribución para el fin de semana previo a las festividades que se enmarcan en el Guadalupe-Reyes, peculiar invención nacional que suele ser muy rentable para los exhibidores. Éste es el cuarto largometraje que dirige el surcoreano Sang-Ho Yeon, primero en imagen real después de tres animaciones consecutivas que fueron bien recibidas por la crítica. La película se estrenó fuera de competencia en el Festival de Cannes y rompió récords de taquilla en su país de origen desde su estreno en agosto.
Comercializada internacionalmente como Train to Busan, es la continuación de la película animada Seoul Station (2016), escrita y dirigida por el propio Sang-Ho Yeon. En la versión animada se cuenta el origen de la epidemia de zombis que afecta a la capital surcoreana, mientras que la cinta que nos ocupa nos relata lo que sucede justo un día después, mientras la mortal amenaza se expande rápidamente.
Antes de darse cuenta del peligro, un padre divorciado, quien trabaja intensamente como ejecutivo financiero, decide después de mucho pensarlo, tomar un tren acompañado de su pequeña hija para que visite a su madre. Lo que no saben es que los zombis lograron entrar a los vagones, convirtiendo el corto viaje de una hora en una pesadilla en la que todos los pasajeros harán lo que sea necesario para sobrevivir.
A diferencia de sus trabajos animados caracterizados por la fuerte carga dramática que imprime a sus personajes, el más reciente proyecto de Sang-Ho Yeon, presentado en forma de díptico, está dirigido al público masivo “aquel que va una o dos veces al año al cine, como mi suegra”, aclaró sin pudor el cineasta y guionista coreano. En este sentido es natural hacer comparaciones con otra coproducción surcoreana de reciente exhibición, El expreso del miedo (Snowpiercer, 2013), cuya historia de tintes apocalípticos se desarrolla también a bordo de un tren, pero cuyo carácter más ambicioso permite explorar la idea de la polarización social y moral, tema vagamente esbozado en la obra de Sang-Ho.
Y es que a pesar de su postura relativamente simple, casi monotemática, Estación Zombie ofrece algunos apuntes interesantes, como la avaricia de los especuladores financieros y el descaro hipócrita de los gobernantes en turno, que se empeñan en decir que todo está bien, culpando a factores externos de los males que aquejan a una nación. Nada mal para un país que acaba de destituir a su presidenta por un escándalo de corrupción. Aunque evidentemente al margen de los zombis mordelones, el egoísmo, encarnado por el padre de la pequeña primero y por un ejecutivo empresarial después, es uno de los elementos que delinean la escueta narrativa.
Pese a su buena factura, el aporte de Estación Zombie al género es mínimo, salvo ese ligero encanto derivado de su exotismo oriental. Es clara la sobreexplotación de los zombis en el cine, la televisión y la literatura, el tema parece agotado, se necesita algo más que una perspectiva local para revitalizar el género. La obra de Sang-Ho es ágil, tensa, entretenida… pero es solamente espectáculo. Es decir, tiene algunas virtudes, es un buen intento, pero si se esforzaron tanto ¿por qué no escogieron una niña que cantara mejor?