Aunque es la primera vez que ofrece un concierto en Morelia, las tierras michoacanas no son desconocidas para el uruguayo Jorge Drexler, quien cuando era un niño anduvo en Pátzcuaro por un mes gracias a que sus abuelos eran maestros rurales. Así, por primera vez vio sembradíos de maíz, se subió a un burro y visitó el balneario de Zinapécuaro.
El ganador del Oscar en 2004 gracias al tema Al otro lado del Río (incluido en la cinta Diarios de motocicleta) estuvo acompañado por Luciano Supervielle para charlar por más de 30 minutos con los medios de comunicación previo al recital en el teatro Morelos, cuya expectativa, dijo, “es como cuando tienes tu primera cita sexual: resultará inolvidable, ya sea para bien o para mal”.
Lejos de la pose de una estrella, Drexler saludó de mano a cada reportero y se quitó toda responsabilidad por su reciente nombramiento como embajador de iberoamericano de la cultura, “lo considero un honor, pero si me hacen un examen no lo paso, soy una persona muy ignorante porque hay muchas cosas para saber, por eso más bien me considero curioso y abierto a aprender todos los días”.
Al creador de discos como Amar la trama y La edad del cielo no le gusta el término “fans”, pues aduce que eso es una derivación de fanáticos, y para fanatismo, asegura, sobra con el mostrado con los electores que recién eligieron a Donald Trump como presidente de Estados Unidos. “Prefiero llamarles clientes, pues en términos de mercado hay quien paga por mis conciertos, aunque me gusta más llamarlos cómplices, admiradores, seguidores, personas afines”.
A diferencia de muchos cantautores de su generación, el uruguayo ha abrazado a la tecnología como un elemento clave para su música, incluso en 2013 se aventuró en una aplicación interactiva bautizada como N, donde el usuario puede mezclar letras con bases musicales prediseñadas y así obtener nuevas piezas. Para su más reciente álbum Bailar en la cueva, se enfocó en ritmos que exploran la danza, pero esa intensa búsqueda no ha sido suficiente: “Me falta todo por experimentar, la realidad es mucho más basta de lo que uno alcanza a abarcar; es más fácil nombrar lo que no he explorado, y me falta brindar mejores conciertos, hacer mejores canciones”.
Más Dylan y menos Vargas Llosa
Cuestionado sobre la polémica en torno al premio Nobel que este año se le ha entregado a Bob Dylan, Drexler afirma: “Me parece que su valor literario está por encima de toda duda, más allá de que sus canciones estén acompañadas circunstancialmente por la música, su obra ha cumplido un rol literario en la canción popular; lo que ha hecho él es inyectar espíritu literario, ha hecho un trabajo de literatura y por la literatura. No estoy de acuerdo con Vargas Llosa, en todo caso me parece que a él no le gusta mucho Bob Dylan, soy su lector y lo admiro pero no entiendo su postura en contra de este reconocimiento. Para mí este premio más bien honra a la Academia Sueca, porque como dijo Cohen, en uno de sus últimos gestos maravillosos, darle el Nobel a Dylan es como darle un premio al Everest por ser la montaña más alta”.
En otro orden de ideas, el sudamericano radicado en España se declara admirador de Agustín Lara y José Alfredo Jiménez, pero en términos de músicos mexicanos contemporáneos reconoce el trabajo de David Aguilar, al igual que el de cantantes como Julieta Venegas y Natalia Lafourcade.
El médico del pueblo
Jorge Drexler no deja de agradecer el hecho de que tanta gente lo siga en sus conciertos; aún sorprendido por el lleno previo que logró en Tijuana, recuerda que empezó tarde su carrera como músico, pues antes de ello era médico, profesión que le sirvió además para producir sus primeros discos. “Trabajaba de médico, haciendo guardias, servicios a domicilio, era un doctor que componía música y escribía poemas, miraba a los músicos con una mezcla de sorpresa, ilusión y envidia. Si a los 5 años me hubieran dicho que hoy estaría de vuelta en Michoacán para ofrecer un concierto para más de mil 300 personas no lo hubiese creído, pero si me lo dicen a los 30 años tampoco me lo creo, empecé tarde, y en un entorno donde a nadie se le ocurría hacer fortuna con la música. Ahora ya somos millonarios (ríe) pero en ese momento ni mis músicos más admirados vivían de su profesión: Fernando Cabrera trabajaba de taxista, Leo Maslíah era cerrajero y Rubén Rada hacía trabajos de televisión. Cuando uno tiene algo qué decir no importa lo económico, y en ese sentido me puedo considerar enteramente libre, pues nunca me han presionado por parte de las disqueras, quizá porque siempre he sido un pésimo vendedor de discos… bueno, hoy ya nadie vende discos, pero yo fui el precursor, el original, uno de los primeros en lograrlo.
“En mi mundo nadie me dice qué hacer, para bien y para mal, me he equivocado muchas veces y he acertado en otras, tenemos una visión muy libre, creo que desde que llegué a España ya venía envenenado por la libertad de Uruguay”.
Luciano Supervielle es quien acompaña a Drexler en esta gira originalmente planeada para Uruguay y Chile, pero ha sido tan exitosa que terminarán por ofrecer más de 40 conciertos en diferentes países.
El multiinstrumentalista y además precursor de la escena hip hop en Sudamérica es otro apasionado de la tecnología fusionada a la música, fue pieza clave para el diseño de N y con el grupo Bajofondo creó toda una revolución conceptual del tango. “Con Jorge comparto el gusto por la experimentación, por eso tratamos de que cada concierto sea diferente, que sea una obra por sí misma, tener un campo de libertad creativa”. Drexler añade que el componente electrónico que aporta Luciano es vital para los conciertos, pues no se trata de una electrónica estática, ya que “cada loop, cada sampler es articulado en vivo, las canciones entran en momentos de improvisación, en la expectativa de qué es lo que va a pasar”.
Para finalizar, Drexler reconoce que hacer canciones no le fue fácil al inicio de su carrera, “hoy tampoco lo es pero ya me puedo soportar, hay que tener mucha paciencia, pero siempre digo que la música no está al servicio de la letra, la canción es un género mixto, igualitario, a veces, cuando algo va mal con un tema, no sé distinguir si lo que no funciona es la letra o la música, por eso valoro tanto el Nobel de Bob Dylan, por lo complejo que llega a ser este oficio”.