Close Menu
Revés OnlineRevés Online
  • Artes
    • Convocatorias
    • Danza
    • Fotografía
    • Teatro
  • Ciencia y Tecnologia
  • Cine
    • Convocatorias
    • Críticas
    • Festivales
    • Series
  • Ciudad
  • Columnas
    • Letras, libros y relajo
    • Mi gato comerá sandía
    • Mula de seises
    • ¿Ya amaneció?
    • Preferiría no escribir
  • Letras
    • Convocatorias
    • Creación
    • Entrevistas
  • Música
    • Agenda
    • Contra las Cuerdas
    • Crónicas
    • Discos
    • Entrevistas
  • Hecho en Michoacán

Boletin

Recibe las últimas noticias de Reves sobre arte, cine, letras y mucho más.

What's Hot

Expediente Vegetal #24: el turno es de Dulce María

24 agosto, 2025

Arranca la Semana del Cine en Morelia

24 agosto, 2025

En México se impregnó la subcultura del narco: Lorena Cortés

22 agosto, 2025
Facebook X (Twitter) Instagram
lunes, agosto 25
Facebook X (Twitter) Instagram YouTube TikTok
Revés OnlineRevés Online
  • Artes
    • Convocatorias
    • Danza
    • Fotografía
    • Teatro
  • Ciencia y Tecnologia
  • Cine
    • Convocatorias
    • Críticas
    • Festivales
    • Series
  • Ciudad
  • Columnas
    • Letras, libros y relajo
    • Mi gato comerá sandía
    • Mula de seises
    • ¿Ya amaneció?
    • Preferiría no escribir
  • Letras
    • Convocatorias
    • Creación
    • Entrevistas
  • Música
    • Agenda
    • Contra las Cuerdas
    • Crónicas
    • Discos
    • Entrevistas
  • Hecho en Michoacán
Revés OnlineRevés Online
Home»Columnas»Expediente Vegetal #24: el turno es de Dulce María
Columnas

Expediente Vegetal #24: el turno es de Dulce María

Raúl MejíaBy Raúl Mejía24 agosto, 2025Updated:25 agosto, 2025No hay comentarios17 Mins Read
Facebook Twitter LinkedIn Telegram Pinterest Tumblr Reddit Email
Dulce
Share
Facebook Twitter LinkedIn Pinterest Email

CONTEXTO

A Dulce la conocí en el año 2010 en la Ciudad de México.

Ambos trabajábamos en la misma dependencia del gobierno federal. Ella en una oficina; yo en otra.

Nos caímos bien y para unir destinos, casi el mismo tiempo ambos fuimos despedidos de esa dependencia. No fue nada personal, sino algo vulgar y natural: nuestro puesto, ese que jurábamos nos “habíamos ganado” gracias a nuestra capacidad profesional, se requería para acomodar a los nuevos imprescindibles, los nuevos talentos. Lo normal pues.

Como algunos de ustedes lo saben, soy un tipo agradecido y cuando mi nuevo jefe me dijo, con mucha pena que requería le entregara mi renuncia con carácter de irrevocable, le agradecí a Dios y todos los santos el poder irme de ese lugar en donde nunca fui feliz para volver a vivir en la “infame medianía” en Morelia como empleado godinez de a peso.

Con Dulce nos vimos unas tres veces en CDMX. No parecía que estuviera viviendo sus mejores momentos y es entendible: no es fácil quedarse fuera de los emolumentos que se perciben en la llamada “burocracia dorada” –en donde por una temporada ambos reptamos sin pena ni gloria.

En una ocasión vino a Morelia y le di su paseada por Pátzcuaro y pueblos circunvecinos. Luego en CDMX nos vimos un par de veces y un buen día dejó de contestar el teléfono y los mensajes. Me enteré que su feisbuc estaba sin usar desde años. Aun así, le escribí a varios de sus feisamigos, pero nadie tenía noticia de esta chica. Como dicen en todas partes, “se la había tragado la tierra” y, al menos yo, no tenía idea de sus otros amiguitos, ni familia. Nada.

Opté por ponerla en la sección de “amistades desaparecidas” y empecé a alucinar con su destino. La única manera de hacerla vivir fue convertirla en un personaje de una novela que años después escribí y cuyo link les dejo aquí abajo. Si alguien la quiere leer puede pedirla a Amazon. Recomiendo comprar la versión electrónica. Está baratísima, le versión en papel está carísima. Si yo fuera usted, me iría por la versión Kindle.

La tal novela se llama No pise el pasto.

Pues bien, como les iba diciendo, ante la imposibilidad de saber el paradero de Dulce en la “realidad real”, le inventé un destino en la “realidad literaria”.

O sea, en la realidad al alcance de todos, no supe más de ella y estaba seguro de jamás volveríamos a toparnos (no había manera), pero decidí hacerla vivir en un mundo igual de interesante: “la realidad de la ficción”.

Te puede interesar:

Expediente Vegetal #23: Ana Mary

De esa manera, Dulce se fue a vivir a Nueva York con una prima para probar suerte como panadera artesanal, pero sus mezclas con masa madre y las relaciones bilaterales con su prima se deterioraron más rápido que la levadura y terminó viviendo en su coche en la zona de Bushwick, un sector medio culebra (pero en acelerado proceso de gentrificación) en el noreste de Brooklyn, con una población latina importante e ingentes muestras de arte callejero. Ahí pasó unos tres meses y sólo el invierno fue capaz de hacerle reconsiderar un regreso a México. Esa fue su vida en la ficción.

Bushwick

Cuando No pise el pasto ya había vendido los ochenta ejemplares iniciales (más o menos en el segundo semestre de 2023), me avisaron “ya apareció Dulce y preguntó por ti”. Ya ni recuerdo quién me dio el chisme, pero recuerdo bien que me fui, con una amada amiga rusa, a verla al mero Coyoacán. Ya estando ahí, llegó Gustavo Ogarrio, un querido amigo sofista y seductor de adolescentes de cincuenta años. Cuando vio a Anna (la moscovita) le ofreció algunos planes de empleo académico que jamás se concretaron. La rusa andaba, por decirlo amablemente, “en el ácido” y la vida le parecía una infección, pero Gustavo no se amilanó. Al final nada se resolvió con ese par porque ni uno ni la otra andaban con ganas de hacer algo por el otro.

Nos pusimos al corriente y Dulce juró nunca más desaparecer. Me entregó un “legajo electrónico” con una parte de la historia de su familia que escribió como una forma de recoger sus pasos. “Dale una leída y me dices si vale la pena seguir escribiéndola”, me dijo y se fue a su casa en San Nicolás Totolapan, en la delegación Magdalena Contreras. La historia de su familia me atrapó, pero a la fecha no creo le haya añadido un página más al legajo original.

Desde entonces y hasta el momento de esta entrevista no la había vuelto a ver. El azar nos junto en Toluca, en Metepec, para mayores señas.

Dulce es una mujer con temple, carácter y certezas de origen gracias a su pasado familiar cuasi porfirista y ya saben cómo es esto: “tiene más el rico cuando empobrece que el pobre cuando enriquece”. Eso, amigos y amigas, es una verdad de a kilo.

¿Cómo se llama Dulce? Hay dos versiones. La menos compleja es decirle “Dulce” y ya, pero en realidad se llama Dulce María de los Angeles Guadalupe Nieto de Pascual Pola.

Para evitar tensiones onomásticas, le llamaremos sólo Dulce, pero antes demos un contexto adicional.

Dulce cometió los errores de todo joven setentero.

Fue una digna representante de la generación conocida como “forever young” que un día dejó de ser “young” y devino en sujeta azorada y sin entenderle muy bien a esto de andar entre un pasado familiar porfirista (hacienda incluída) y una libertad juvenil jipiteca, flautera, folcloroide, con música de protesta, posters del Che y los clásicos amates en los “depas”, la participación en cuanta marcha se ofreciera… en fin, las jaladas típicas de esa fase espeluznante de la cultura azteca.

También lee:

Lo que resiste, apoya

Además, estaba segura de que todo se lo merecía y la vida se lo demostraba con buenos trabajos, excelentes relaciones y un encanto evidente. Con esas cualidades ¿quién se va a preocupar por el futuro —sobre todo cuando al porvenir le falta tanto tiempo para llegar?

Como  miles de mis contemporáneos, Dulce transcurrió su vida laboral sin preocuparse por un asunto esencial cifrado en una pregunta clave: ¿estaba cotizando semanas al IMSS o al ISSSTE?

Una pregunta que cotiza en la categoría de “pendejada”. ¿Semanas cotizadas al IMSS? No mames.

Esa pregunta tan zonza deja de serlo cuando a uno se le quita lo “young” y el realismo se asienta en la serenidad de la vida otoñal o, como me decía mi papá y lo entendí cuando ya no había remedio: “la experiencia te va a llegar cuando lo pendejo se te haya quitado”.

Cuando a ambos nos corrieron de la “burocracia dorada” yo ya estaba muy enterado de lo referente a la bendita Ley de 1973 y todo era cuestión de aguantar unos años más en la burocracia pedorra de Michoacán… pero no todos mis compañeritos de ruta se preocuparon por cotizar semanas en el sistema de seguridad social.

Dulce estaba en ese caso y casi toda su vida laboral transcurrió con puestos altos, salarios igual de altos, prestigio, cachondeo, pero sin preocuparse por las hoy preciadísimas “semanas cotizadas”.

Este pequeño descuido le pasó a miles de “forever youngs” y hoy pagan las consecuencias.

Cuando se enteró de cuántas semanillas sumaba en sus registros lo supo de manera cruel: en esta vida sólo hay dos tipos de seres humanos: los que tienen resuelta su vejez… y los que no la tienen. Ella estaba (casi) en la segunda opción. Era una vegetal en apuros. Como miles de integrantes de la promoción “forever young”.

Pero se necesita algo más que la adversidad para tumbar a Dulce y ahora lo verán.

Dulce

PRIMERA PARTE

Llegó al café donde nos citamos gracias a los buenos oficios de una sobrina radicada en la capital mundial del chorizo almendrado. Se disculpó por la demora (cinco minutos; nada para pelear) y en cosa de dos minutos ya estábamos listos para la entrevista.

¿Estrenando década, Dulce? Le pregunto.

Pues mira —hace una pausa para ordenar las ideas y abrocharse la chamarra hasta el cuello porque el frío si cala en la latitud toluqueña—  yo siento que hay un rezago entre la manera en que me siento y en cómo está mi cuerpo. El cuerpo  empieza a mandarme señales de que hay cosas que ya no puedo hacer como antes, pero yo no me siento diferente a quien era hace cinco o diez años atrás.

Sigo teniendo las mismas inseguridades, los mismos anhelos. Pienso que ya debo bajarle a mis aspiraciones porque matemáticamente no me va a dar tiempo de hacer lo que hubiera querido llevar a cabo porque la frontera ya está ahí, muy cerca.

¿Sabes qué me pasa? A veces tengo la impresión de que nunca maduré. Es como si me hubiera quedado atascada en cierta “juventud tardía”… como a los cincuenta años. Tengo setenta y pienso que sigo de cincuenta. Para mí —o en mí, para ser más precisa— no ha pasado nada y cuando tu vida ha transcurrido en trabajos que te gustaron mucho, que te pagaban súper bien, tenías chance de viajar y esas cosas, pues todo está de maravilla, aunque eso mismo te impide ver otras cosas igual de valiosas.

Creo siempre fui consciente de las pérdidas por estar metida en el trabajo y hubo un momento en que me dije “uta, se me está yendo la vida” y empecé a vivir de otra manera. A encontrarle sentido a todo lo que estaba fuera del entorno del trabajo, de las oficinas. Empecé a buscar amigos e intentar hacer cosas diferentes.

Algo que me ha ayudado es que nunca le he tenido miedo a la vida. Quizás una de las señales del envejecimiento es que te haces más prudente, más cuidadosa porque una caída a estas alturas es terrible y ya me pasó. No fue algo grave, pero curarme de un golpe en el pie me ha llevado semanas y sólo fue un golpe en el dedo chiquito. ¿Te das cuenta? ¡El dedo chiquito! y es hora de que no terminó de recuperarme.

Una caida nos puede incapacitar forever. Esa sensación de invulnerabilidad la pierdes, empiezas a tomar precauciones que antes no tomabas en cuenta y sí. Es miedo y yo le tengo miedo al miedo porque me previene de hacer cosas y no quiero dejar de hacerlas, ni de facilitar encuentros que me ayuden a cambiar el rumbo o que me lleven en una dirección desconocida.

No siento que haya llegado a una planicie o que ya no “me vaya a pasar algo”. Para mí, a los setenta, la vejez sólo es la incapacidad para hacer cosas que hace diez o veinte años podía hacer sin problema. Por ahora, no tengo la disposición mental para dejar de hacer todo cuanto pueda. No me imagino viviendo “una vejez tranquila”. A mí me despierta, todos los días, el anhelo de hacer tal o cual cosa. Quiero hacer hacer hacer. No quiero que me detenga el miedo aunque me dan crisis de ansiedad.

Con frecuencia pienso que ya me voy a morir y luego nos pasan cosas de lo más raras y bastante absurdas. Hace poco me robaron la cartera que traía en mi bolsa y eso nunca me había pasado ¿cómo me pude distraer tanto como para facilitarle la chamba al ratero? Luego me lastimé el pie… no sé si estoy en medio de dejarme vencer por la edad y por todas “la prudencias” que ahora tomo en mi vida.

La soledad… mmh… es un asunto serio. Estoy enfrentando las consecuencias de un desencuentro amoroso y retomando la experiencia de estar sola. En este momento, me resulta más fácil estar sola que hace diez años, por ejemplo. No tienes idea de cuánto disfruto estar en casa y decir “hoy voy a leer periódicos echada en la cama hasta que me dé mi chingada gana”. Lo disfruto… y eso no es común pero yo trato de disfrutar de los pequeños placeres de la vida… y es que tengo amigos que son bien cascarrabias, bien desagradables, como si ellos supieran todo de la vida y hasta consejos te dan.

Yo no puedo con eso y por eso prefiero estar alejada de esas personas. Por mucho que las quiera. Me he hecho muy selectiva con los afectos y con las personas con quienes quiero pasar mi tiempo.

Y también está el tema de ver cómo algunos amigos se van apagando. Una prima, con quien solíamos tener charlas bien interesantes se fue quedando sorda hasta que ya no escuchó nada. Así: nada. La perdí. Eso está cabrón y enterarte de cosas que le pasan a tanta gente querida te hace valorar mucho más el milagro de la conversación.

SEGUNDA PARTE

Últimamente me ha dado por hacer acopio de fotografías para hacer la historia gráfica de mi familia. Tengo una pared llena de fotos en un lugar de mi casa. Una parte de mi familia era “de abolengo”. De eso no fui consciente mientras fui joven. Esa vertiente de la familia tenía una hacienda en Tlalquiltenango que se perdió con la Revolución. Eso jodió muy feo a mi familia pero gracias a mi bisabuelo se recuperó el orgullo y en parte la fortuna. Luego mi abuelo fue un médico muy prestigiado y de buena familia. Los suegros de mi abuelo eran unos españoles dedicados al negocio de los ultramarinos e hicieron fortuna. Con esto quiero decir que mi familia siempre ha salido delante de las adversidades y crecimos con la certeza de ser “especiales”.

Hay fotos del abuelo con Alvaro Obregón, pero yo nunca fui consciente de eso… o no muy consciente. Me tomó tiempo procesarlo pero hasta hace poco todavía usaba los cubiertos de plata de mi mamá… hasta que tuve que venderlos para comer.

Es mi papá quien recoge y pone al día esa especie de consigna de “ser especiales” y se convierte en un profesionista muy destacado. Maestro de la universidad. Una persona prominente. Yo nací en un entorno de abundancia, pero luego mi madre se muere y mi papá se casa con otra persona y se olvida que tiene hijas y otra vez a iniciar el ciclo “saldremos adelante, somos especiales”.

Mi vida está llena de baches económicos, sociales, profesionales, amorosos. De todo tipo, pero me queda claro, desde que me acuerdo, que soy especial y cuento con un legado de familias que siempre se sobreponen a la adversidad.

Lo que he vivido en estos años recientes, con la lata de la pensión del IMSS (una tortura) y mis pocas semanas cotizadas, ha sido durísimo, pero mira, tengo amor propio. Estos años tan difíciles que he pasado con la pensión me hizo darme cuenta de algo bien importante que todos pasamos por alto y eso es un error. Me refiero a esa tendencia generalizada por creer que uno estuvo en ciertos trabajos  (sobre todo en la administración pública, donde pasé la mayor parte de mi vida) porque hicimos méritos o porque te merecías esa dirección, esa coordinación, ese puesto soñado.

Eso es falso.

[Este comentario de Dulce me trajo a la memoria a mis amigos simpatizantes y comprometidos con el ensueño de Morena y la absoluta certeza de que son imperecederos, no tienen fecha de caducidad, con ellos empezó la historia local y nadie los olvidará.

Pero no nos desviemos y volvamos las palabras de la entrevistada a quien dejamos en modo “pausa”…

…uno llega a esos espacios -seguimos con las palabras de Dulce- por pura casualidad y de igual manera dejas de tenerlos… pero eso ocurre también en el amor. Piensa en ese momento cuando alguien te ama y das por hecho que es lógico que te amen porque estás buena, eres inteligente, poderosa, simpática, pero no. Fueron puras casualidades. Son hechos de la vida y nada que tú hagas puede propiciar que ocurra porque no depende de ti ni que será duradero.

Eso le expresa de manera muy linda Javier Marías en una de sus novelas (Los enamoramientos): la permanente posibilidad de ser sustituidos y de la inocencia con la que uno considera que ese encuentro maravilloso con la persona amada es producto de un destino. Marías nos muestra la otra parte en su novela: todo es producto de un sorteo, de una rifa. Uno va encontrando hombres y mujeres que están libres y son posibles. Seres que fueron abandonados y están “listos para lo que sigue”. A veces uno es “lo que hay” para otra persona y viceversa.

Te puede interesar:

Mi relación con Canadá está rota

Todo es un azar y suele ser doloroso porque a ver ¿tanto trabajo para nada? -puede uno pensar- y sí. Así es, pero por otra parte eso te exime de estar cumpliendo el patrón de ser la más prudente, la más arreglada, la más guapa porque eso, a fin de cuentas, no importa.

El error, en esto de los trabajos, es creer que lo lograste por tus méritos, pero no. Tú estabas ahí, en el momento preciso y luego te corren no por incompetente, sino porque hay que hacerle lugar a los nuevos recomendados que estaban ahí, en el momento preciso.

Lo que más valoro de ser vieja es que me he desprendido de lo superfluo, de lo que no era yo. Cuando supe que jamás volvería a tener esas chambas de ensueño y esos sueldos que hasta te hacen creer que es normal que los ganes, me liberé.

En el momento en que te quedas sin chamba, se acaban los amigos… bueno, casi siempre ocurre así, pero no voy a generalizar.

Esta espiral hacia abajo en la que estuve metida tanto tiempo me hizo descubrir a esa otra persona que también soy y te juro que estoy a punto de lograrlo. Quiero terminar la novela de mi familia, armar su historia gráfica. Por eso tengo un montón de fotos pegadas en una estancia de mi casa. Si me preguntas quién soy en este momento, te diría “no sé”, pero estoy cerca de saberlo.

He descubierto cosas de mí y del mundo con sólo mirar de otra manera y te quiero decir la importancia que tuvo en mi vida meterme a estudiar a los pintores pre-rafaelistas. Recuerdo el impacto que me causó descubrir detalles de un cuadro de Millais, el de Ophelia dejándose morir en ese lago o río ¿te acuerdas de ese cuadro? Esa inmersión total que hice en esa pintura sólo fue posible por el ocio del que ahora disfruto. Incluso escribí un ensayo sobre esa pintura y no me importa si sólo lo leíste tú. Para mí fue como si algo en mi se hubiera descubierto.

No sé cómo voy a estar en diez años, pero hoy me considero una vegetal activa. Empiezo a tener porblemas de memoria, pero soy una vieja consciente de su lugar en el mundo.

Tengo limitaciones que asumo, por ahora, como pequeñas molestias.

Ya no puedo manejar en la noche, por ejemplo.

Dulce

FINAL

Nos quedamos un rato más poniéndonos al corriente de los destinos de los compañeros con quienes convivimos en la “burocracia dorada” y coincidimos en algo esencial:  en ese entorno, era complicadísimo tener relaciones profundas.

Todo estaba hecho adrede para impedir el contacto cercano.

Nos despedimos prometiendo que no pasarían meses antes de vernos otra vez.

Ojalá sea cierto.

Expediente Vegetal
Share. Facebook Twitter Pinterest LinkedIn Tumblr Email
Raúl Mejía
  • Website
  • Facebook
  • X (Twitter)

Raúl Mejía. Escribidor. Ha publicado libros que nadie ha leído. Publica sus ocurrencias únicamente en Revés Online y son más extensos de lo normal. Sus artículos parece que si se leen y por eso cuida a sus lectores. Los tiempos no están para andar dilapidando esa especie en franco proceso de extinción.

Related Posts

Expediente Vegetal #23. Ana Mary lo confiesa: “No fui tolerante con los hombres”

17 agosto, 2025

Expediente Vegetal #22. Con Alexandra las cosas fluyen: es una vegetal feliz

10 agosto, 2025

¿Cuántos amigos debería tener?

22 julio, 2025

«Lo que resiste, apoya»

13 julio, 2025

Expediente Vegetal 21: La banda de Los Cherry Cream

6 julio, 2025

Expediente Vegetal #20: Mi relación con Canadá está casi rota

29 junio, 2025
Destacados
Columnas

Expediente Vegetal #24: el turno es de Dulce María

By Raúl Mejía24 agosto, 2025

Dulce es una mujer con temple, carácter y certezas de origen gracias a su pasado familiar cuasi porfirista

Arranca la Semana del Cine en Morelia

24 agosto, 2025

En México se impregnó la subcultura del narco: Lorena Cortés

22 agosto, 2025

El Festival Cinema Queer 2025 ya tiene selección oficial

21 agosto, 2025
Mantente en Contacto
  • Facebook
  • Twitter
  • Instagram
  • YouTube
  • TikTok
Nuestra Selección

Expediente Vegetal #24: el turno es de Dulce María

24 agosto, 2025

Arranca la Semana del Cine en Morelia

24 agosto, 2025

En México se impregnó la subcultura del narco: Lorena Cortés

22 agosto, 2025

El Festival Cinema Queer 2025 ya tiene selección oficial

21 agosto, 2025

Suscribete

Recibe las últimas noticias de Reves sobre arte, cine, letras y mucho más.

Demo
Sobre Reves
Sobre Reves

Revés Online es una revista digital de periodismo cultural cuyo objetivo es compartir noticias y opiniones sobre lo que acontece en la cultura y las artes de nuestros días. Fue fundada en 2002 como una publicación impresa mensual, pero en 2011 emigró a la web para alcanzar mayores audiencias y utilizar herramientas multimedia.

Facebook X (Twitter) Instagram YouTube TikTok
Our Picks

Expediente Vegetal #24: el turno es de Dulce María

24 agosto, 2025

Arranca la Semana del Cine en Morelia

24 agosto, 2025

En México se impregnó la subcultura del narco: Lorena Cortés

22 agosto, 2025

Nuestro Boletin

Recibe las últimas noticias de Reves sobre arte, cine, letras y mucho más.

Type above and press Enter to search. Press Esc to cancel.