En marzo de 2002 se llevó a cabo en Monterrey la Conferencia Internacional de Financiación y Desarrollo a la que acudieron decenas de jefes de Estado. Para evitar que coincidieran el entonces presidente estadounidense George Bush y Fidel Castro, Vicente Fox habló directamente con el cubano para acordar los términos de su visita. Palabras más, palabras menos, el mexicano le pidió que realizara su discurso, asistiera a una comida y volara de regreso a la isla.
Al conocerse el incidente quedaron en evidencia dos cosas: la actitud agachona (o cuando menos excesivamente deferente) del presidente mexicano hacia su homólogo estadounidense y la mala leche de Castro al hacer pública una conversación que se suponía privada. Durante algún tiempo la frase “comes y te vas”, se usó para referirse a la persona que es invitada a algún evento para llevar a cabo una función necesaria y que una vez cumplida, resulta prescindible. ¿Qué tiene que ver esto con el Festival de Música de Morelia? Lo retomaremos al final.
Del 12 al 20 de noviembre se llevó a cabo el 34 Festival de Música de Morelia (FMM). Fue una edición compacta de apenas una semana de duración, aunque con una serie de extensiones en el interior del estado, así como un par de conciertos en Querétaro y Ciudad de México. Intérpretes de Tailandia, Colombia, España, República Checa, Austria, Cuba, Estados Unidos, México e Irán se dieron cita en la capital michoacana para ofrecer una serie de presentaciones en recintos del centro de la ciudad.
La inauguración y clausura corrieron a cargo de la Orquesta Filarmónica de Jalisco y la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes. La primera de ellas de gran tradición y la segunda mucho más joven, presentaron un programa convencional como es habitual en estos casos. La de Jalisco, dirigida por el colombiano Juan Montoya, presentó a los solistas malasios Jin Hin Yap y Jane Soong con fragmentos de óperas de Mozart, Puccini, Donizetti y Georges Bizet.
Mientras que la de Sinaloa, dirigida por un viejo conocido de la ciudad, el maestro Miguel Salmón del Real, estuvo acompañada por el guitarrista español Juan Manuel Cañizares (aquí tache para la página oficial del FMM que escribió mal su nombre), en la interpretación del Concierto de Aranjuez.
Con el apoyo de la Embajada de Austria, se presentó el Trío Frizzante, un ensamble de piano, violonchelo y flauta que gusta de proyectar las obras de compositores austriacos contemporáneos. Mientras que la talentosa arpista Elisabeth Plank ofreció un recital en un atestado e incómodo Templo de Las Rosas.
Desde Irán y previo paso por el Cervantino llegó la agrupación Kaliveh. Música tradicional persa, con sonidos hipnóticos que animaron una noche fría en el Palacio Clavijero. Previo al concierto, los músicos hicieron comentarios de apoyo a las protestas por los derechos humanos y la equidad de género que han puesto a su país en la mirada mundial.
El Janácek Quartet, de la República Checa, que ya ha formado parte del FMM en ediciones anteriores, arribó al festival como parte de una gira que realiza el ensamble por México. Ofrecieron un programa con compositores checos como Antonín Dvorák, Erwin Schulhoff y Leoš Janácek, de quien tomaron el nombre para el cuarteto de cuerdas.
Entre los nacionales estuvo el experimentado pianista Rodolfo Ritter, con un homenaje al compositor mexicano Manuel M. Ponce. Mientras que en el tradicional concierto para recordar la obra de Miguel Bernal Jiménez se presentaron la organista Laura Carrasco y la mezzosoprano Amelia Sierra en el Templo de San José. Los locales estuvieron representados por la Orquesta de Cámara del Conservatorio de Las Rosas y de la Orquesta y Coro de la Transformación Miguel Bernal Jiménez.
Entre las actividades complementarias se puede mencionar el VI coloquio Miguel Bernal Jiménez, clases maestras para estudiantes de música, la exhibición de tapetes florales de Patamban y la muestra gastronómica en Altozano. Sin olvidar el concierto espectáculo de Barry I. White en la Plaza Valladolid, del que se escucharon opiniones encontradas: hubo quienes se quejaron del sonido y de la gran cantidad de espacios destinados a los invitados, pero también quienes aplaudieron la entrega del cantante. Lo cierto es que fue tal el esfuerzo de White, que aparentemente requirió atención médica al final del evento.
Fuera del aspecto musical el Festival de Música de Morelia no ha podido superar ciertos detalles: la gran cantidad de personas que llegan tarde, así como el constante encendido de teléfonos durante los conciertos. Peor que eso, incomprensible además, es la selección de “traductores” asignados a las ruedas de prensa (hubo quien se refería a las composiciones de Dvorák como “rolas” y quien tradujo “waltz” como “muros”).
No es un tema nuevo, entiendo que los jóvenes, tal vez voluntarios, hacen su mejor esfuerzo, pero en muchos casos los problemas de traducción pudieron haberse superado con la toma de notas, un poco de cultura general y una leída al programa. En todo caso, este tipo de situaciones distorsiona la comunicación entre los músicos y los miembros de la prensa que prefieren expresarse en español.
Ya para rematar, una novedad en el 34 FMM fue la asignación (y en algunos casos la no asignación) de los lugares de prensa en los conciertos. En las iglesias, las incómodas bancas laterales junto a voluntarios que no paraban de cuchichear mientras encendían sus teléfonos. Y en el Palacio Municipal detrás de los barandales de la planta alta, con el sonido de las aves picoteando el domo de plástico, mientras abajo una tercera parte los asientos estaban desocupados.
En dos de los conciertos del Festival de Música (Janácek Quartet y Elisabeth Plank), se advirtió a los miembros de la prensa que deberían desalojar los recintos durante la primera pausa del programa. Esto tal vez no represente mayor problema para los fotógrafos, pero sí para quienes queremos apreciar los pormenores del concierto. El argumento fue que los recintos eran muy pequeños, aunque en ediciones anteriores se han realizado numerosos recitales en esos mismos lugares sin que se nos pida retirarnos.
A modo de consolación se nos comentó que uno de ellos sería transmitido por televisión, pero es un festival presencial y la experiencia es evidentemente muy distinta… por eso muchos optan por quedarse en casa y se dedican a reproducir los boletines de prensa. Al final quedaba esa sensación de asistir a la rueda de prensa, obtener el mínimo de información para hacer la difusión y después adiós. Comes y te vas.