Conforme se acerca la fecha de entrega de los premios Oscar, las distribuidoras se apuran para estrenar las películas nominadas. Entre ellas se encuentra Foxcatcher (2014), tercer largometraje del neoyorquino Bennett Miller.
Por Armando Casimiro Guzmán
Es un filme que a pesar de recibir buenos comentarios, se proyecta con un reducido número de copias a lo largo y ancho del país. El más reciente drama de Miller se estrenó en Cannes, donde formó parte de la Selección Oficial y se alzó con el premio a Mejor Director; además está nominada a cinco premios Oscar, entre ellos Mejor Director, Mejor Actor y Mejor Actor de Reparto. A pesar de su extenso palmarés, la taquilla no ha sido del todo benévola en los Estados Unidos: desde su estreno en noviembre del año pasado (en relativamente pocas salas, hay que decirlo), apenas ha recaudado poco más de quince millones de dólares.
De manera paralela al estreno de la película se hizo el lanzamiento del libro autobiográfico Foxcatcher: The True Story of My Brother’s Murder, John du Pont’s Madness, and the Quest for Olympic Gold, coescrito por Mark Schultz y David Thomas (aún sin editarse en español). En ambas versiones, se cuenta el reclutamiento de los hermanos David y Mark Schultz, ambos medallistas olímpicos en Los Angeles 1984 en la disciplina de lucha grecorromana, para conformar el equipo Foxcatcher, dirigido (supuestamente), por el excéntrico millonario John du Pont, así como las trágicas consecuencias que acarrearía esta decisión para la vida de ambos atletas.
Con apenas dos películas, Miller había salido bien librado en el tema de las “historias basadas en hechos reales”, transitando de la biopic histórico-literaria con Capote (2005), a los entresijos monetarios del béisbol profesional, con la cumplidora pero intrascendente Moneyball (2011). En esta ocasión, Miller volvió al ambiente deportivo para escenificar este meticuloso y silencioso drama, donde la necesidad de obtener reconocimiento y la búsqueda de referentes afectivos llevan a los personajes a los límites de sus respectivos estados emocionales.
Parte importante del mérito de Foxcatcher es el delicado equilibrio para la distribución del protagonismo de cada uno de sus personajes. El guion no se precipita y poco a poco nos va develando el carácter esquizofrénico de uno de ellos. Contra lo que pudiera pensarse de inicio, no es una película de superación deportiva, es un drama psicológico que resalta también gracias al sobresaliente desempeño de los tres actores que cargan alternativamente con el peso del filme: Channing Tatum, Steve Carell (con una estrambótica prótesis nasal), y con menos tiempo en pantalla, pero no por ello menos importante, Mark Ruffalo.
Desde los primeros días de exhibición, el propio Mark Schultz, en cuya experiencia se basa buena parte de la película, inició una agria polémica contra el director, quejándose de la forma en cómo se le retrata en la versión fílmica. A su entender, fue representado como un retardado emocional con ciertas tendencias a la homosexualidad. Pero tras el anuncio de las nominaciones a los Oscar (y con ello, la promoción inherente de su libro), cesaron las críticas y se limaron asperezas.
Foxcatcher es una película aparentemente pequeña, de esas pequeñas joyas que logran colarse a los premios de la Academia. Es un relato sobrio, silencioso y oscuro, un trabajo metódico, pero igualmente inquietante. Una gran recomendación para ver por estos días.