Omar Arriaga Garcés/Guanajuato
“Niña frágil, absurda, tímida y descarada, exasperante, imposible, exigente y débil, sorprendente siempre y desesperadamente independiente, inasible, tan difícil de penetrar y tan desequilibrada, y a veces, también tan tonta, empeñada en vivir en una edad irrecuperable y tratando siempre de cambiar el sentido de sus actos, hablando todo el tiempo sin decir nada y con una mirada que de pronto parecía abarcarlo todo”.
Esta descripción de uno de los personajes más entrañables del escritor mexicano Juan García Ponce, Cecilia de “Tajimara”, recuerda a Hemel, la protagonista de Heaven (“Cielo”), película holandesa dirigida por Sacha Polak que concursa como parte de la Selección Oficial Ópera Prima Internacional en el Festival Internacional de Cine de Guanajuato 2012 (GIFF, por sus siglas en inglés), muchacha delgada y bella como un ángel que mantiene una relación paterna en los términos de eso que Sigmund Freud describiría como “complejo de Electra”, es decir, el complejo de Edipo pero entre hijas y progenitores.
De un apego rayano en lo patológico, al grado de llorar de depresión en la noche y esperar a que su padre la lleve en brazos a sus casi tres décadas de edad para que pueda orinar en la tasa del baño mientras él espera frente a ella como si se tratara de una niña inerme y desvalida, Hemel (interpretada por la actriz Hannah Hekstra), huérfana de madre desde la infancia, se siente la mujer de la vida de Gijs (Hans Dagelet), hombre maduro con una facilidad para conseguir mujeres pasmosa que no preocupa en lo más mínimo a su hija, porque ésta sabe aquéllas vienen y van y desaparecen tan fácilmente como llegaron.
Con una atmósfera semejante a la de Bleu (“Azul”), de la trilogía Tres Colores del director polaco Krzysztof Kieslowski, aunque sin la densidad de la misma, Heaven es la exploración de una mujer que se siente incompleta, que busca la totalidad en el amor que caracteriza bajo el disfraz del sexo, una interminable carrera por no caer en el vacío en el que el padre es una figura ideal, inalcanzable, siempre fugitiva, a la que Hemel siente perder en cuanto Gijs le presenta a Sophie, una joven mujer sólo unos años más grande que ella, con la cual el padre decide mudarse a vivir.
El hecho de que Hemel ignore el origen e historia de su madre, y de que se sienta desplazada del centro de su propia vida que ella ubica en Gijs, añade a esta sutil primera cinta de la directora holandesa Sacha Polak, un toque de ternura a la aversión que por instantes se experimenta hacia esta pareja de padre e hija tan poco usual en su trato tan intenso. Un filme de Holanda, país invitado al festival, sobre la soledad interior y la esperanza, esa vida cada vez más común, por desgracia.