El cineasta mexicano hizo un espacio en su apretada agenda (justo por estas días se encontraba filmando en Canadá, su nuevo proyecto The revenant, con Leonardo DiCaprio), para asistir a la inauguración del Festival de Cine de Morelia y presentar Birdman (Birdman or the inexpected virtue of ignorance, 2014), que este fin de semana se estrenó en los Estados Unidos con muy buenas críticas.
Por Armando Casimiro Guzmán
La cinta llegará a las salas de cine de nuestro país hasta el próximo 13 de noviembre, con un tiraje relativamente corto, extraoficialmente se habla de 300 copias para cubrir todo el territorio nacional.
El auditorio del Centro Cultural Universitario fue el recinto donde González Iñárritu habló sobre su más reciente producción, comenzando con un reconocimiento para su equipo de trabajo en donde destacó la labor de los mexicanos Martín Hernández en el diseño de sonido y la del experimentado Emmanuel Lubezki en la fotografía. Previamente, director y fotógrafo habían trabajado juntos en Anna, un cortometraje que forma parte del trabajo colectivo Chacun son cinema (2007), que conmemoraba los primeros sesenta años de vida del Festival de Cannes.
Después del dramatismo característico de sus primeros largometrajes, Birdman resulta una bocanada de aire fresco, además de que marca la entrada de González Iñárritu a los terrenos de la comedia, territorio hasta entonces inexplorado: “tenía la convicción de experimentar algo nuevo, quería explorar cosas que no sabía si iban a funcionar pero me excitaba hacerlas… al poco tiempo me convertí en el Riggan Thompson de mi propia película”, comentó el director.
En Birdman, un actor famoso por interpretar a un superhéroe alado, intenta ganar reconocimiento adaptando para el teatro el libro de relatos De que hablamos cuando hablamos de amor, escrito por el estadounidense Raymond Carver (obra que enfrentó una amarga polémica diez años después de la muerte del autor). “Soy un fanático de Carver desde los 20 años, tengo el privilegio de ser amigo de su viuda, la poetisa Tess Galagher. Me parece que el título de la obra le venía bien a la película, habla de la búsqueda de un personaje que ha perdido a su hija, a su esposa y busca recuperar un poco de eso de una manera inusual. Después de todo, tratar de interpretar a Carver en teatro solo se le ocurriría a un ignorante como Riggan”, dijo González Iñárritu.
El cineasta mexicano también habló sobre las dificultades que implicó hacer un largometraje que apuesta a la continuidad narrativa: “el proceso fue muy complicado. Es bien difícil dar encontrar los objetivos dramáticos de cada escena y ver donde tiene que estar la cámara para enfocar eso. Cualquier error técnico o de ejecución no lo puedes salvar porque todo queda guardado… estamos atrapados en nuestra propia vida como si nos siguiera todo el tiempo una steady cam, por eso nos gusta tanto la ficción, es el único espacio donde editamos y fragmentamos la realidad”.
Al igual que su personaje, Michael Keaton fue famoso por ponerse el traje de superhéroe a principios de los años noventa, en tanto que Edward Norton se ha caracterizado por ser un actor difícil, González Inárritu aprovechó estas experiencias para integrarlas a los papeles que interpretarían ambos. El mexicano aprovechó para reconocer el trabajo de su protagonista: “Keaton es de las pocas personas que pensaba que podían navegar entre el drama y la comedia, muy pocos actores podrían hacer transiciones tan sutiles entre diferentes notas como lo hace él”.
Dado el título de la película era inevitable que el cineasta hablara sobre las adaptaciones cinematográficas de cómics, a las que llamó parte del “genocidio cultural” del que también forman parte otros medios como la televisión, que carecen de cualquier sentido social, educativo y cultural. Al respectó sentenció: “No tengo ningún problema con ver a dos tipos en mallas pateándose el culo, pero cuando se le destina tanto espacio a este tipo de cosas, además de ofrecerlas con tanto cinismo, me parece que estamos ante un problema”.