Me refiero al Oscar que este domingo ganó el que hasta hoy considero un cineasta aplaudible, Alejandro González Iñárritu, y quien alguna vez el mismo Jorge Ayala Blanco definió como «vendevilezas».
Por Adrián González Camargo*
Recuerdo que en su tiempo me gustó Amores Perros, tal vez mucho, aunque con los años se fue diluyendo el entusiasmo. Sin embargo Amores Perros es (creo) un corte de cuchillo entre una época y la siguiente del cine mexicano. Su importancia es irrefutable. Pasaron los años y odié con toda mi alma 21 gramos y Babel. Tengo sentimientos encontrados con Biutiful, aunque me inclino más al disgusto.
Sin embargo, Birdman, como a muchos, me sorprendió y me gustó mucho, mucho. De igual forma me sorprendió (como a muchos) que ganara la mejor película y el mejor director en la entrega 87 de los Oscares. Lo digo no por demeritar la artisticidad (no de la que habló Kanye West hace poco, quien por cierto no tiene idea de lo que significa la palabra) sino por la inclinación política o pseudopolítica que suelen tener los Oscares, sobre todo cuando se trata de la «mejor película».
La cuota hacia la «comunidad» afroamericana había sido otorgada el año pasado, con 12 años de esclavitud. Yo creí que sería Dallas Buyers Club, pero cómo otorgar un premio a una película que critica con toda severidad el sistema médico en Estados Unidos. Hoy, parece que la teoría de la conspiración y las inclinaciones políticas de los Oscares parecen diluirse. O no.
El toque final, el «twist» inesperado, lo dio el mismo Iñárritu quien al final de su discurso mencionó «… a mis compañeros mexicanos, rezo porque podamos conseguir el gobierno que nos merecemos, y a los que están en este país, rezo por que les traten igual de bien que a aquellos que vinieron antes y construyeron esta increíble nación de inmigrantes».
Hablando de inmigrantes, justo a 1058 millas (aproximadas) de Hollywood, donde Iñárritu ganaba el Óscar a mejor Director, Película y Guión Original (estos dos últimos compartidos), los familiares de Antonio Zambrano Montes seguían (siguen) esperando que el sistema judiciario norteamericano determine si irán a la cárcel o no los policías que le dispararon a muerte, hace 12 días, después de ser atacados a pedradas.
Iñárritu no tenía por qué mencionar el caso. Hollywood, probablemente tampoco. Para los estándares de Hollywood, es más importante el discurso de un par de cantantes negros (Legend and Common) quienes recordaron que «Selma es ahora porque la lucha por la justicia es ahora». Algo así como: los negros clamamos justicia. ¿Y la justicia para los latinos? ¿Pensaron Legend y Common en un mexicano, quien aventó piedras a la policía y recibió balazos en respuesta? Seguramente no. Seguramente hablaban de Ferguson, ciudad que albergó otro caso parecido, donde un joven (negro) fue balaceado a muerte por policías.
Desafortunadamente, la comunidad latina y en particular el caso de Zambrano, no ha podido tener el alcance mediático que tuvo Ferguson. En Pasco, Washington, las protestas han continuado. Antier, 21 de febrero, un puente fue bloqueado por protestantes. Pero no lo vimos en CNN. La nota tuvo poca repercusión. Y si, como decimos en el cine, lo que no está en la página no está en la pantalla, lo que no sale en la tele no existe. Los grandes medios estadounidenses no han decidido darle más espacio que una nota por aquí y por allá al caso de Zambrano. Zambrano no se ha vuelto #TrendingTopic ¿Por qué? Hoy 23 de Febrero del 2015, González Iñárritu es el mexicano más mediático y reconocido, como lo fue el año pasado Alfonso Cuarón.
Sin restarles su valor como realizadores y su gran artisticidad, y esperando que más mexicanos podamos ser reconocidos como artistas, pero ante todo como seres humanos, habría que preguntarse… Si ya mexicanizamos los Óscares… ¿Cómo mexicanizar la justicia? ¿Cómo hacer para exigir justicia y ser escuchado por miles, millones? Ganando un Oscar, por supuesto.
*Comienzo estas palabras aclarando que hago un pequeño homenaje a la forma de titular del maestro Jorge Ayala Blanco.