Interestelar (Interstellar, 2014), el nuevo y extenso trabajo de Christopher Nolan, es probablemente el estreno más esperado del mes de noviembre. La novena película que dirige el cineasta londinense ha generado comentarios positivos desde que inició hace unos días su corrida comercial.
Por Armando Casimiro Guzmán
Ya veremos si este cerebral y costoso drama espacial logra cautivar a un sector importante del público que no le gusta ejercitar las neuronas cuando acude a una sala de cine (el filme espera una recaudación de más de cincuenta millones de dólares para su primer fin de semana en la taquilla estadounidense).
En un futuro indeterminado, cuando la Tierra está a punto de colapsar, la NASA decide intentar un último y arriesgado recurso, lanzar una expedición espacial, con dirección a un agujero de gusano con el objetivo de localizar un nuevo planeta para colonizar. Cooper, un experimentado piloto, es el elegido para dirigir la nave. Conforme avanza la misión y se descubren varios engaños, Cooper tendrá que elegir si debe volver a la Tierra para encontrarse con su familia o permanecer en el espacio para salvar de la extinción a la especie humana.
La idea original fue de la productora Lynda Obst y el físico teórico Kip Thorne, un especialista en el tema de los agujeros de gusano y cuyas teorías inspiraron en parte la película Contacto (Contact, 1997). La idea interesó a Steven Spielberg, quien a su vez contrató a Jonathan Nolan para escribir el guión. Al final Spielberg perdió interés en el filme y Jonathan sugirió a su hermano que reescribieran juntos el texto que terminaría dirigiendo el reconocido cineasta.
Las casi tres horas de metraje y lo complejo del relato hacen que Interestelar pueda ser varias películas a la vez, es ciencia ficción pero también es un drama filial, es por momentos un filme de acción y suspenso, tan vistoso como cualquier producto de Hollywood, pero a la vez nos obliga a aceptar como ciertas todas sus premisas teóricas para no quedarnos fuera de la jugada. La búsqueda de un equilibrio entre lo personal y lo comercial es un sello característico de su director. Después de todo, Nolan es uno de los pocos talentos que le quedan a la industria cinematográfica como tal, la de las miles de pantallas y la de los grandes presupuestos.
Ya hay quien abrió el debate sobre si Interestelar es la obra más redonda del cineasta británico. Es muy difícil para una obra de casi tres horas distribuir equitativamente las dosis entretenimiento y contenido (algo que hace muy bien en El origen, por ejemplo), por momentos pisa peligrosamente los bordes de lo cursi y en ocasiones nos sobreexpone a la teoría, aunque debemos decir en su favor, que eso no demerita en demasía el resultado final.
Es claro que no alcanza los niveles de otros clásicos del género, como Solaris (Solyaris, 1972), o la referencia más obvia, 2001: Una odisea del espacio (2001: A space odyssey, 1968), pero esta inusual epopeya espacial justifica indudablemente la asistencia a la sala de cine. Es difícil decir si es la mejor obra de Christopher Nolan hasta este momento, pero definitivamente es la más arriesgada y con eso basta para no perdérsela.