Jacques-Yves Cousteau es el prototipo del hombre multidisciplinario: explorador, cineasta, inventor, divulgador científico y pionero en la conservación de los océanos. Patentó (junto al ingeniero Émile Gagnan) un regulador de buceo que sigue usándose en la actualidad y se dio el lujo de ganar simultáneamente la Palma de Oro en el Festival de Cannes y el Oscar a Largometraje Documental con El mundo del silencio (Le monde du silence, 1956), codirigido con Louis Malle, quien también haría una reconocida carrera en solitario. Ya hace unos años, Wes Anderson había hecho una parodia con un ligero barniz de homenaje al afamado explorador francés en la estupenda La vida acuática (The life aquatic with Steve Zissou, 2004), pero recién ahora se estrena una película basada en su vida.
La odisea (L’odysée, 2016), es el quinto largometraje del director y guionista parisino Jérôme Salle, cuya obra más conocida sea probablemente el desabrido thriller sudafricano Zulu (2013). La más reciente obra de Salle está inspirada en los libros “Capitaine de la Calypso: L’odysée” de Albert Falco y “Mi padre, el capitán Jacques-Yves Cousteau” escrito por su hijo Jean-Michel (editado en español por Planeta). La cinta se estrenó en Francia desde octubre del año pasado y a México llega gracias a Cinépolis Distribución, una razón de peso para que la actriz Audrey Tautou visitara la capital michoacana durante la más reciente edición del FICM.
Treinta años en la vida de Jacques Cousteau (el periodo 1949-1979), son contados en orden cronológico, salvo un pequeño prólogo. Desde sus inicios en el buceo como pasatiempo familiar, la adquisición del legendario buque Calypso, la fama repentina que llevó a la creación de un emporio en torno al carismático investigador y por último el nacimiento de una conciencia ambientalista que lo acompañaría el resto de su vida.
Para fortuna del filme, la cinta toca solo de manera tangencial los logros de Cousteau (interpretado de muy buena manera por Lambert Wilson), para concentrarse en lo que sucedía al interior de su familia, conformada en ese entonces por su esposa Simone (solitaria, amargada y con tintes de alcohólica, pero incondicional apoyo de su marido), su hijo mayor Jean-Michel y el inquieto Philippe, con quien tendría importantes diferencias a lo largo de su vida.
Aunque no cuestiona su carácter emblemático, Salle no tiene reparos en mostrar el lado humano de Cousteau: su carácter autoritario y egocéntrico, sus constantes infidelidades, la crueldad a la que sometió a varios animales marinos en aras del entretenimiento televisivo al más puro estilo del más mediocre reality show, además de la clara preferencia por su hijo Philippe, de la cual se queja amargamente Jean-Michel (el único sobreviviente del clan), en su libro.
Era difícil resumir treinta años de la vida de Cousteau, es claro que la obra de Jérôme Salle presenta los hechos sin profundizar en las motivaciones del protagonista y los personajes que lo acompañan, de ahí que su carácter dramático se sienta un tanto limitado. Sin embargo, La odisea funciona como una entretenida y cumplidora película biográfica, acerca de un ser humano que no pudo resistirse a las tentaciones de la celebridad, una historia de vanidad y redención, pasada por agua y enmarcada en escenarios espectaculares.