Hacia 2003, Ramón Ayala y Jaime de Anda publicaron un disco singular por su contenido, sobre todo en la discografía de Ayala, pues es un álbum netamente instrumental titulado Duelo de polkas, un mano a mano entre dos maestros del acordeón.
Por Jorge A. Amaral
La polka, ese género venido de Europa con los migrantes que llegaron a poblar bastas regiones de la entonces agreste Norteamérica y en zonas que iban de la mexicanidad al limbo, como diversas áreas de Nuevo México, Arizona o Texas.
En los estados mexicanos de Nuevo León, Chihuahua, Coahuila y Sonora la música de acordeón, de raíces europeas pero ya aderezada con la música country, heredera a su vez de la balada irlandesa y el blues de los esclavos, se fusionó con la canción ranchera mexicana para formar la música norteña, que hasta la primera mitad del siglo XX era casi exclusiva de los estados fronterizos tanto de Estados Unidos como de México, destacando, por ejemplo, el movimiento de los conjuntos de San Antonio, de donde surgieron artistas como Freddie Fender, Flaco Jiménez, Lalo Guerrero o Chelo Silva, pero de este lado, Los Alegres de Terán y El Piporro comenzaban a forjar un movimiento que vendría a consolidarse con Los Dos Oros y Ramón Ayala, primero en conjunto cono Cornelio Reyna en Los Relámpagos del Norte y luego como lo conocemos actualmente, con Los Bravos del Norte.
Ya en la segunda mitad del siglo pasado es que podemos hablar de Los Cadetes de Linares, Los Tigres del Norte (aunque ellos empezaron en Estados Unidos), Los Invasores de Nuevo León, Los Cachorros de Juan Villarreal, Los Cardenales de Nuevo León y tantos grupos que, de verdad, vale mucho la pena escuchar, y uno de ellos es precisamente uno de los dos involucrados en el disco que esta semana recomiendo: Ramón Ayala.
De aquel lado de la frontera también ha habido grandes maestros del acordeón, tales como Flaco Jiménez, Mingo Saldívar, Narciso Martínez, David Lee Garza, Steve Jordan (no el negro jazzista, sino el maestrazo chicano cuyo nombre real era Estaban Jordán y era apodado El Parche por su condición de tuerto) y el otro de los dos que hoy nos ocupan: Jaime de Anda.
Hacia 2003, Ramón Ayala y Jaime de Anda publicaron un disco singular por su contenido, sobre todo en la discografía de Ayala, pues es un álbum netamente instrumental titulado Duelo de polkas. Cuando conseguí este disco lo hice más que nada para escuchar a Jaime de Anda, de quien sólo había oído hablar al ser comparado con Steve Jordan. Y es que, aunque a Ramón Ayala se le conozca como El Rey del Acordeón, en su discografía es poco lo que podemos apreciar de su virtuosismo en el instrumento, aunque para darnos una idea están “Tragos de amargo licor” o “Bonita finca de adobe”, y es que este músico, desde que tocaba con Cornelio Reyna en Los Relámpagos del Norte, siempre tuvo un sonido más texano que mexicano, por eso su fama primera fue más en Estados Unidos que en los estados de más al sur de México. El caso es que al escuchar Duelo de polkas, uno puede entender por qué Ramón Ayala es El Rey del Acordeón y por qué Jaime de Anda es considerado un virtuoso del instrumento.
El disco abre leve, una versión polka de “Adolorido”, esa que se hiciera famosa en voz de Antonio Aguilar. Después de esa tímida introducción resuena “Idalia”, con la potencia de Jaime de Anda, un sonido meramente texano con elementos que aún remiten mucho a la polka europea.
Para algo más agitado, un zapateadito bastante rico es el tercer track, “Bailamos tía”, con el que de verdad dan ganas de acabarse los tacones levantando polvo. La tarola y el bajosexto dan ese toque tradicional a este sonecito tan agradable. Texas y Tamaulipas tienen algo en común: cada uno tiene su Laredo, y a eso está dedicado el pequeño popurrí titulado “Los dos Laredos / Acordeones de oro”, aludiendo a las dicotomías fronterizas de algo que no es meramente mexicano pero que tampoco acaba de ser estadounidense, y entonces queda varado en lo tejano o lo chicano, y por eso está tan aparte de todo lo demás.
“Marieta”, “Buddie’s polka” y “Más tequila” fueron compuestas para que escucháramos a ambos músicos lucirse, y aunque cada una suena distinto de la otra, las tres tienen una belleza tal que pareciera que están hechas para escucharse en ese orden, y es que, entre las notas sostenidas de Jaime de Anda y los vibratos de Ramón Ayala, aquello se vuelve apabullante.
Un estilo que remite a los conjuntos de San Antonio de mediados del siglo pasado al coquetear con otros géneros, tales como el rocanrol, es el que predomina en “El tren”, una pieza que suena más a campo de juegos que a cantina de sombrerudos, y es lo mismo que ocurre en “El oso negro”, que resulta ser una suerte de polka didáctica, esto al integrar en una sola pieza todos los sonidos característicos del género.
La que siempre me ha gustado más de todo el disco es, sin duda alguna, “Charamambo”, algo exquisito pero inclasificable entre los géneros populares pues es una polka con sonidos de cumbia y algunos elementos que parece haber tomado del zydeco.
En fin, Duelo de polkas es un disco que vale la pena escuchar detenidamente o bien en una francachela al ritmo de las Corona destapadas, igual se disfruta, y es que escuchar juntos a dos maestros del género no es algo que se dé con tanta frecuencia, pues más allá de algunos duetos registrados en YouTube, los discos, si los hay, luego son un tanto difíciles de encontrar, aunque las compras en línea han venido a compensar esa carencia. Como sea, si usted tiene la oportunidad de escuchar este disco, hágale caso a El Piporro y ¡zapatéyele, zapatéyele! Salud.