Oriundo de Tijuana, Javier Bátiz dudó entre ir o no al Festival de Avándaro y finalmente se quedó sin participar en aquel mítico encuentro. Sin embargo, eso no fue obstáculo para que se convirtiera en toda una leyenda del blues, registrando muy buenos álbumes, incluido uno en vivo desde el corazón de la Ciudad de México.
Por Jorge A. Amaral
En esta segunda entrega toca el turno a Javier Bátiz, que igual que La Revolución de Emiliano Zapata, fue de los grandes ausentes del Festival de Rock y Ruedas de Avándaro, y es que, recapitulando, ambos debieron estar pero La Revo tenía otro contrato y, va la fe de erratas, Javier Bátiz en un principio no quiso porque se le hizo poco lo que pagaban (según versiones de Armando Molina, el promotor encargado de contratar a las bandas), aunque El Brujo dice: “A mí no me gustaba mucho la idea de tocar con Three Souls porque siempre les latía llegar a mentarle la madre a la gente”.
Y es que, a decir de Javier Bátiz, cuando el vocalista de Peace and Love mentó la madre en pleno Festival de Avándaro, se marcó el destino de “quince años de oscuridad”, esto porque, según el guitarrista, el rock nacional, al estar en pañales, no estaba listo para palabras altisonantes, como mucho menos lo estaban la sociedad y el gobierno, que después satanizaron al Festival, sumiendo al rock en un hoyo del que apenas hasta finales de los 80 comenzó a salir.
El caso es que cuando se dio cuenta de que la cosa iba en serio y que había miles de almas en Valle de Bravo, se lanzó al Festival pero ya no pudo llegar por haberse quedado varado en el tráfico. Aún así, Javier Bátiz, tras vivir las glorias del incipiente rock nacional, después de Avándaro fue relegado a los hoyos funkis (denominación que se atribuye al gran Parménides García Saldaña) como casi todas las bandas, otras se volvieron cumbiancheras y baladistas, como una parte de La Revolución de Emiliano Zapata. Pero Javier Bátiz se ha mantenido con un público fiel que lo ha seguido por su excelente calidad como guitarrista.
Oriundo de Tijuana y por lo mismo en contacto permanente con el blues, el soul y el R&B, con una voz aguardentosa pero sumamente expresiva (como buen blues man) y siempre con esa forma de tocar que lo ha caracterizado, Javier Bátiz, en 2003, se presentó en el Zócalo de la Ciudad de México, y por eso es que esta semana recomiendo el material que se grabó en esa tocada: El Brujo en vivo desde el Zócalo Vol. 1 y 2.
Al principio no sabía cuál disco abordar hasta que, estudiando mis diferentes opciones, me encontré con esto que no me había detenido a escuchar bien. Lo que me llamó la atención de este material es que Javier Bátiz, a diferencia de otros artistas, no hace versiones pachecas para sus presentaciones, sino que las toca tal cual están grabadas, lo que me da esa sensación de respeto a su propio trabajo porque, además, ¿qué le pones a “El vuelo del ángel” que le haga falta?
En esta tocada Bátiz recurre a algunos de sus clásicos, como “Charleena”, “La montaña” y “Si estuvieras aquí”, y es que es tanta la música que este genio de la guitarra ha tocado, compuesto y adaptado, que debe de ser complicado seleccionar lo que se ha de interpretar en un show de hora y media, dado que aparte de su discografía, digamos regular, cuenta también con una serie (maravillosa, por cierto) llamada El baúl del Brujo, en la cual se dedica a simplemente tocar y cantar sus canciones favoritas de otros artistas, como Eric Clapton o BB King, muy al estilo de Guitar Heaven, de Santana.
Un detalle que en verdad me encanta de este disco doble y que me hizo erizar la piel mientras manejaba fue escuchar “Me gusta el rock”, en la negra voz de la siempre venerada Baby Bátiz: “Hoy he llegado a una conclusión, / la vieja música fue de lo mejor, / con la de ahora no hay ni comparación, / a mí gusta más el rocanrol”.
¿Qué más se puede decir?, ¿cómo contradices a esta mujer que quiere oír siempre rocanrol y por eso te pide que no te metas con sus discos?, no se puede, y menos cuando canta dos clásicos de los Bátiz, “Sé mi baby” y “Ya no”, que vienen originalmente en “La casa del sol naciente”. Y hablando de ese tema rural que se volvió clásico en voz de Bob Dylan y con The Animals, la versión de Bátiz, en español, tiene ese no sé qué que las versiones de los otros dos no tienen. La de Dylan es un excelente folk, la de The Animals es sumamente oscura y sombría, pero Bátiz le agrega ese toque bluesero que la vuelve catártica y emotiva hasta el tuétano.
Uno de los momentos cumbre de este disco en vivo es cuando, con Javier en la guitarra y Baby Bátiz en la voz, suena a todo lo que da “El blues de la tortuga”, y es que la voz de esta mujer tiene una excelsa negritud que le permite estar al nivel de cantantes como Koko Taylor o Big Mama Thornton, quien le regaló algunas canciones a Janis Joplin por considerarla su sucesora, y precisamente, a manera de homenaje, Baby Bátiz interpreta “Mercedes Benz” con una calidad tal, que eso se vuelve el mejor tributo que a La Bruja Cósmica se le puede hacer.
Cuando un músico es bueno, puede hacer prácticamente lo que quiera y le sale bien, incluso darse el lujo de recrear y grabar sus canciones favoritas, por eso hace rato hablaba de Guitar Heaven, de Santana, o la serie El baúl del Brujo, de Bátiz, y en este álbum, además de “Mercedes Benz” por parte de su hermana, Javier Bátiz interpreta, casi para finalizar esa presentación, “Light my fire”, de The Doors, y “Gloria”, interpretada por muchos artistas desde finales de los 50.
Javier Bátiz, El Brujo, junto con Kiko Rodríguez, de Bandido, el más negro de los rocanroleros mexicanos, desde la década de los 60 hasta la fecha sigue siendo uno de los genios del rock nacional, y dado que su voz no ha cambiado tanto (siempre ha sido áspera) y su calidad como guitarrista en lugar de disminuir se pule con el tiempo, bien puede seguir otros 40 años y lo seguiremos escuchando.