“Quiero escucharlos aullar” y más de 1,300 personas que se encontraban en el teatro Morelos se pusieron a aullar, o a ladrar, o a gritar como locos. Quien dio la orden fue el invitado estelar del Festival Internacional de Cine de Morelia, Alejandro Jodorowsky.
El chileno fue presentado por su tocayo, de apellido Ramírez, como cineasta, psicomago, tarotista, escritor y un sinfín de oficios que le han generado miles de seguidores en todo el mundo.
La convocatoria de este personaje, creador de lo que dicen son cintas de culto, es tan grande que el Morelos no fue suficiente para albergar a sus fans, varios de los cuales se quedaron afuera y, enardecidos, enojados, desesperados por ver y escuchar al sacerdote, dieron el clásico portazo, sin que afortunadamente nadie fuera atropellado ni pisado de sus delicados callos.
Jodorowsky arrancó su charla con un chiste, y así continuó. Fue como un show de Polo Polo, que no termina de contar uno cuando ya se acuerda de otro, y al final le pregunta a la banda: “¿De qué estábamos hablando?”
Con presuntos aires de misticismo, el autor de El Topo dijo que este mundo es materialista, que a todo lo mueve el dinero y la gente solo hace cosas a cambio de plata. En cambio, anotó, pocos sienten el aire que respiran, no lo tocan, ni tampoco experimentan la sensación de pisar la tierra.
Y mientras tanto, en los pasillos del teatro, los libros de Jodorowsky se vendían a precios poco económicos, supongo que porque la editorial es ambiciosa y solo se mueve por dinero, de lo contrario, los habría regalado a los feligreses.
Hábil en el manejo de las masas, cual Niño Fidencio de la tercera edad, el psicomago continuaba con sus reclamos al mundo capitalista, acusó a los norteamericanos de hacer un mal cine y en cambio dijo que su nueva película, La Danza de la Realidad, es algo tan bueno que no se parece a nada.
Por supuesto, cada ocurrencia, cada acotación del chaman, fue vitoreada por la masa, aplaudida a radiar. Contó que le molesta de sobremanera que los festivales de cine estén patrocinados por una marca, porque, insiste, el dinero es un objeto del diablo. Si le dicen que Bacardí patrocina a Cannes, él responderá que “se caga en Bacardí”, un provocador que sin embargo guardó compostura y nunca dijo que se cagaba en Coca Cola o alguno de los tantos patrocinadores del FICM.
El maestro del tarot presumía su humanismo a cada momento, pero cuando uno de los autores del portazo le pidió ayuda “porque un agente de Gobernación no me deja ir al baño”, prefirió ignorarlo, lo bateó.
Claro, el budista Jodorowsky también habló de sexo, de psicomagia, de romper huevos en la cabeza de los amantes y de ciertos trucos para evitar la eyaculación precoz. Se molestó cuando un niño lloraba, pero claro, era una más de sus bromas, otro chiste al estilo Polo Polo.
Luego de una hora de compartir sabiduría y responder algunas preguntas de sus admiradores, el escritor, psicomago, tarotista, cineasta y tuitero Jodorowsky se retiró del Morelos para abordar una lujosa camioneta oficial del FICM.
No caminó para palpar el aire o para sentir la tierra.