José Antonio Monterrosas/Francisco Valenzuela
El encuentro con José Xavier Návar es un sábado por la mañana en el casi extinto tianguis cultural del Chopo, donde ya solo unos cuantos aferrados se mantienen vendiendo discos de rock, camisetas oscuras, máscaras para el jugueteo sexual, botas para bailar en los conciertos de metal y películas de culto, esas rarezas que difícilmente encontraremos en Netflix o HBO. Precisamente en el puesto de Juan Heladio, el ya mítico distribuidor de esta clase de películas, se encuentra el conocido entre sus cuates como Pepe Návar. Entre bromas pesadas con sus compañeros fundadores del Chopo, el crítico de cine difícilmente se despega de sus lentes oscuros, de esa combinación de chamarra de piel y jeans que le dan juventud a pesar de los años de experiencia en el periodismo cultural y la industria de la música.
El hoy columnista de El Universal ha sido casi de todo: desde representante de bandas de rock hasta gerente de disqueras; en una ocasión entrevistó al Santo y muchas veces despotrica contra los funcionarios culturales que no hacen bien su trabajo. Ahora lo buscamos por uno de esos temas: el actuar de Alejandro Pelayo y Nelson Carro, mandamases de la Cineteca Nacional que consideran que el Santo no merecía un homenaje por su centenario en el inmueble ubicado en Xoco, y en vez de ello, le abrieron las puertas a la muy comercial Coco, de Disney.
Directo y sin eufemismos, Návar se engalla contra esos funcionarios que en un plan exquisito desdeñan el cine popular mexicano: “Alejandro Pelayo y Nelson Carro son unos verdaderos pillos, unos ladrones que viven del presupuesto; no manejan a la Cineteca como funcionarios, porque se sienten los dueños. Viven anquilosados en el cine de autor, algo muy respetable, pero no es lo único que hay… si fuera por ellos estaríamos viendo el cine de Lumiere, las películas rusas que son para dormir”.
El también coautor del libro ¡Quiero ver sangre! Historia ilustrada del cine de luchadores, considera que las cintas de El Santo tiene un valor histórico muy amplio, pues además de su propuesta narrativa y estética, generaron tanto dinero para la industria mexicana que con esa plata “los cineastas cultos se iban a sus festivales de Cannes”.
Návar no comprende cómo un par de funcionarios tan miopes pueden tener en sus manos la programación y las políticas de la Cineteca: “Hacen y deshacen a su antojo, la regentean con Disney y desprecian al cine popular; ya no digamos las películas del Santo, lo hacen con todas, hasta con las de Pedro Infante, se les hace como gente roñosa”, afirma al pie de una banqueta afuerita del Chopo.
Recordemos que a finales de octubre Revés Online entrevistó al director de Cineteca Nacional, Alejandro Pelayo, quien dijo que El Santo no podía recibir un homenaje en ese inmueble porque sus películas eran tan malas que no se pueden tomar en serio, declaración que le costó muchas críticas en distintos medios de comunicación y en redes sociales, pero que no le generó mayor problema más que un comunicado de la Cineteca donde se deslindaban de sus apreciaciones a título personal.
Para Pepe, sin embargo, debió pasar algo más: “¡Yo los hubiera corrido!”, sentencia, y ya encarrerado afirma que la secretaria de Cultura federal, María Cristina García Cepeda, ni se entera de estos asuntos, “¡a ella también córranla, es una burra!” Ya más clamado, asegura que ni Carro ni Pelayo tienen un curriculum respetable y que ninguno de los dos pasarían un examen de conocimientos básicos sobre cine popular mexicano.
El valor del cine popular
Casi siempre despreciado por el círculo de “críticos serios”, el cine popular mexicano ha heredado no solo buenas cuentas en el tema económico, sino que a juzgar por José Xavier Návar, “permite conocer a la ciudad, saber cómo era en otras épocas, y proyecta la identidad del mexicano… imagina que hicieran ciclos donde se incluyeran películas como El Suavecito, que es la favorita de Guillermo del Toro; o Casa de Vecindad, Vagabunda, las de Tin-Tan. Es un cine que te da un archivo abierto de lo que es la ciudad, de sus cambios sociales”.
Ya entrados en el tema, le preguntamos si el llamado cine de ficheras también merecería un ciclo en Cineteca o es igual de indigno que el protagonizado por luchadores y marcianos. “¡Claro que sí!, el cine de ficheras es importantísimo en este país, pero a estos funcionarios les molesta que en su momento se hacían enormes filas en los cines para ver estas cintas, mientras que nadie veía las hechas por intelectuales”.
Nuevo libro a la vista
En 2018 por fin veremos la nueva aportación literaria de Pepe Návar en mancuerna con Raúl Criollo: se trata de una amplia investigación sobre películas mexicanas catalogadas como raras, bizarras, esas que tocan el camp. “Escribimos sobre rarezas como el cine de ciencia ficción de los hermanos Almada, que casi nadie conoce; de las películas de Gustavo Alatriste, o esas donde actúa Alfredo Ríos Galeana, que de por sí era policía por las mañanas, asaltante por las tardes y cantante por las noches. Es otro tipo de cine que recoge una identidad mexicana muy bizarra, muy divertida”. Se espera que el libro salga a la luz en 2018 y se presente en muchos lados, “incluso en la Cineteca, ya sin estos fulanos o a pesar de ellos”, añade Pepe en referencia a la pareja Pelayo-Carro.
En esa amplia investigación también se da cuenta de películas experimentales como una a cargo de Juan Ibáñez antes de Los Caifanes; se incluye la película producida por un alcalde priista financiada con dinero público y no se dejan fuera decenas de menciones de cine outsider, proscrito, el que “no es bien visto pero suele ser divertido”.
La entrevista con El Santo
Era 1982 cuando el muy joven Pepe Návar tenía una oportunidad histórica: entrevistar al ya mítico Enmascarado de Plata, que entonces pensaba en el retiro de los encordados. “Lo perseguí mucho tiempo a través de su representante, que era Carlitos Suárez, quien lo protegía mucho porque en varias entrevistas los periodistas se burlaban de sus películas. Yo le dije que esto sería otra cosa, pues queríamos abordar de manera seria su trayectoria cinematográfica”. La cita fue en una arena y Návar esperó a que concluyera la lucha, de la cual El Santo saldría con sangre y muchos golpes, pues rebasaba los 60 años de edad y ya no aguantaba tanto costalazo. “Carlos me dijo que tenía 10 minutos para hacer la entrevista, pero yo le dije que mínimo una hora porque era algo serio; total que nos dio todo el tiempo del mundo y salió una muy buena entrevista, una charla tan amplia que lo que me dijo no lo conocían ni sus propios biógrafos. Era un tipo con sentido del humor a tope, cuando le pregunté a qué monstruo le había costado más trabajo derrotar, me contestó que ninguno, porque todos eran interpretados por luchadores, y ninguno de ellos le superaba”.