Por Francisco Valenzuela
No parecía una noche fácil para Paté de Fuá, y sin embargo, su propuesta sonora e innegable carisma terminaron por encantar a una buena cantidad de público que se concentró en el Palacio Clavijero, ubicado en pleno corazón del Centro Histórico de Morelia.
La agrupación argentina-mexicana tuvo que sortear problemas de audio que aparecieron tan pronto como interpretaban su primera canción, y que siguieron dando lata en los siguientes temas, lo que tensó no sólo a los espectadores, sino al propio vocalista que se veía obligado a remar contra el imprevisto que poco a poco desapareció, cediendo su lugar a la melodía y la lírica, a las historias de amor, de barrio, de hombres arrojados y mujeres pacientes, todo ello edulcorado entre las armonías del acordeón, banjo, corneta, contrabajo, vibráfono, marimba y bandoneón.
El edificio colonial fue una acertada elección para que la también llamada orquesta compartiera poco más de dos horas de esa música caracterizada por el fino humor negro de quien maneja el lenguaje pesimista como un arma de dos filos que casi siempre termina por arrancar sonrisas entre los escuchas. Así ocurrió con temas como Viejo Tren o Celoso y desubicado, ambos incluidos en El Tren de la alegría, aunque la mayor parte del repertorio fue para promover su nueva placa: Boquita pintada, de la que interpretaron piezas como La Lupita, Esquina de mi barrio e Invitación al vals, género melódico que les va de maravilla, lo mismo que las fusiones de tango, jazz, musette y hasta el pasodoble, lo que dejó ver a muy pocos morelianos con aptitudes para tan complicados pasos dancísticos.
En el recinto había una curiosa mezcla de jóvenes que suelen acudir a conciertos de rock con adultos que no pasan por alto las presentaciones del Festival de Música de Morelia, que incluyó este show como parte de sus actividades paralelas. Ambas partes se veían cómodas, pues Paté de Fuá sabe envolver a quien sea con un sonido poco común que se acentúa con letras inteligentes y sobre todo perdurables, ya que los buenos relatos jamás han de tener fecha de caducidad y mucho menos están anclados a la moda.
De esta forma, hacia la segunda parte del recital ya nadie se acordaba de las fallas iniciales y más bien se deleitaban con los músicos que por si fuera poco se saben vender bien en el escenario, como el caso de un contrabajista que no sólo es de los mejores en la baraja nacional, sino que tiene una forma peculiar de interactuar con ese gran instrumento.
El par de horas se diluyó como el viento que afortunadamente no era tan frío, con lo que los músicos agradecieron la presencia de un público al que le recomendaron disfrutar de su ciudad, “una de las más hermosas de América Latina”.
Pollomingus
El acoplado michoacano Pollomigus se encargó de abrir la velada y a decir verdad no lo hizo nada mal; al contrario, sus integrantes se vieron sobrios en el escenario, cosa que se logra sólo con años arriba de los entablados sumado a una persistencia para mejorar la calidad en sus composiciones. Las piezas con tufos de jazz y funk se revelaron como un adelanto de la presentación oficial que habrán de tener el próximo 3 de diciembre en el teatro universitario José Rubén Romero, recinto elegido para sacar a la venta su primera producción discográfica.