Un recorrido vertiginoso por los modelos proyectados a través del cine y la televisión ha sido el motivo central para la puesta de la pieza de danza contemporánea La prisa del caracol, estrenada el pasado viernes en El Jardín, centro artístico desde donde se construyen los trabajos del grupo La Serpiente, responsables de esta función.
Bajo la dirección de Laura Martínez Ayala con la interpretación de Franck Esqueda, Rafael Ibáñez, Marjolaine Paravano y Liliana Rosales, la obra marca distancia con otros trabajos de este grupo que se habían caracterizado por cierta crudeza con la que denunciaban problemas sociales del México contemporáneo. En cambio, La prisa del caracol combina el lenguaje dancístico con una sátira y comedia desenfadada que camina sobre distintos momentos de nuestra cultura pop: desde los spots que vinculan el orgullo patrio con el consumo de cerveza, pasando por la inocente mercadotecnia en un país conservador que al parecer ha quedado en los archivos históricos.
Formar parte de una escolta escolar, llevar con orgullo el lábaro patrio, aparece como el retrato de una auténtica farsa en este montaje que desnuda nuestros rituales que nunca sabemos si son para enaltecer a los héroes que han dado su vida por un mejor futuro o para montar una tragedia cabaretera con final infeliz. A final de cuentas, estos próceres terminan por ser posicionados en nuestra memoria no por sus ideales, sino porque los políticos los usan para ponerle el nombre a calles y avenidas que orgullosamente pueden llamarse Morelos Norte, Madero Poniente o delegación Hidalgo.
En dicho juego por construir referentes que nos den identidad, Santo el Enmascarado de Plata ha de morir por la patria mientras un coro monumental de niños alimentados con tortas de jamón memorizan aquel clásico texto de “Mamá, soy Paquito”.
Sin miedo a tocar las fronteras de la actuación, la pieza deja ver papeles que parecieran histriónicos pero que solo obedecen a las personalidades de sus ejecutantes, con un peso principal en Liliana Rosales, quien envuelta en un look al más puro estilo del Cine de Oro Mexicano, da vida no solo a la tragedia arrabalera, sino al himno de género encabezado por Gloria Trevi.
Y como morir por la patria es una obligación moral, La prisa del caracol ha de tener una conclusión en la cual en realidad nunca nos vamos, pues ni las balas nos pueden detener cuando suena La Marcha de Zacatecas, suficiente motivo para despertar de la tumba y caminar como zombies que juran vengar a su México del alma.