Gente Avándaro. Primera de tres partes. El otro día vi una foto de Rolling Stone México en la que aparecen Javier Bátiz, Javier Martín del Campo, de La Revolución de Emiliano Zapata, y Álex Lora. En la imagen las tres leyendas discuten sobre música al final de un evento en la Ciudad de México. Generación Avándaro, pensé…
Por Jorge A. Amaral
Mi primera sensación fue de nostalgia fantasma, que es como le llamo al sentimiento de añoranza por épocas o sucesos que no me tocó vivir y que por lo regular me invade cuando escucho rap, blues o rock de los 70 para atrás. Cabe señalar, antes de que alguien lo haga por mí, que ni La Revolución de Emiliano Zapata ni Javier Bátiz estuvieron en el Festival de Rock y Ruedas de Avándaro; a Bátiz no pudieron contactarlo y La Revo ya tenía otro contrato, siendo, de los tres, el legendario Three Souls in my Mind el único que participó en el evento, de hecho lo cerraron. Pero aún así son músicos imprescindibles para entender el desarrollo del rock en México (rock mexicano es otra cosa).
Bueno, el caso es que ver a esos hombres que ya están en la senectud me hizo pensar que tanto La Revo como Bátiz han sabido sortear el paso del tiempo con dignidad (Álex Lora es otro cuete que ya reseñaré en otra entrega), haciendo música, sí, pero enfocados en su público cautivo, esos que van a sus presentaciones sabiendo lo que van a oír, conociendo la letra de “Nasty sex”, por ejemplo, o “Navidad en Tijuana”, de El Brujo.
Recordemos que a finales de los 60 y principios de los 70 el rock estaba prácticamente vetado, sobre todo después de 1971, año de Avándaro; recordemos también que las emisoras no programaban bandas mexicanas a menos que estas cantaran en inglés y que eso relegó a los músicos a los hoyos funky, donde cultivaron un público que los mantuvo en un circuito clandestino.
Hace años, en Guadalajara, me habían invitado a una lectura por parte de cierta revista en la que hice mis pininos. Por una bendita coincidencia, esa noche, en la planta baja del lugar donde había sido la lectura, se presentaba La Revolución de Emiliano Zapata, en la que aún figuran miembros originales. Nunca me sentí tan grupie en mi vida como cuando escuché los primeros acordes y luego los primeros versos de “Nasty sex” (Oh, my baby forgot that the rocks can also sing a song of love [¡coño!]), una de las mejores canciones que una banda de rock mexicana haya hecho jamás.
Por eso, en esta primera entrega de la serie recomiendo conseguir por el medio que sea y escuchar y atesorar Hoy (1972), de La Revo.
Nunca me gusta hablar de las portadas a menos que sean muy buenas, y esta es sumamente atractiva pues, en tanto que el disco se llama Hoy, la carátula ilustra lo que en aquel momento se vivía: el idealismo hippie que lentamente agonizaba, las matanzas contra estudiantes, la Guerra Fría, la popularidad del Che Guevara o la lucha socialista, todo integrado muy al estilo de la época psicodélica del rock en un interesante collage que, además, está siendo devorado por las llamas, tamaño simbolismo. El disco contiene ocho temas de gran calado, como dice Maluco, el alcalde de Morelia. El disco abre con “In the middle of the rain”, un rock duro, rápido, vertiginoso en el que las guitarras tienen un lugar especial tanto en el rasgueo que marca la velocidad de la canción como la guitarra solista que, sin acaparar la atención, marca bien su eminencia. Con intervalos lentos, de balada, que son como un descanso sólo para volver al ritmo inicial, esta pieza es el preludio para el viaje sonoro que nos espera.
“Now, listen this song” es una baladita rica que de repente hace pensar en “California dreamer”, de The Mamas and The Papas. Una canción para aprenderse dos o tres acordes y cantarla junto a una fogata. La flauta, que bien puede provocar diabetes de tan dulce que es, contrasta de forma interesante con los demás temas del disco.
Por otro lado, “Petra y sus camaradas” es un rock con marcados tintes de funky, blues y soul a la que sólo le hicieron falta algunos metales para tener más fuerza ya que el ritmo y los solos de dos guitarras que dialogan entre sí hacen que den ganas de forjar y bailar, eso sin contar el detallazo que tuvieron al incluir percusiones y un breve pero cadencioso solo de bajo, a diferencia de los solos eternos de otras bandas de la época como Dug Dug’s o El Ritual.
“Again”, con la flauta y su ritmo casi hipnótico, cada que la escucho me hace pensar en Jethro Tull, y es que La Revolución de Emiliano Zapata bien podía estar al nivel de casi cualquier banda extranjera. “Again”, con su excelente letra y buena interpretación, es el mejor modo de cerrar lo que era el lado A del disco original, para de ahí pasar al lado B con “Preludio a la felicidad”, que además es la única canción en español del disco. Se trata de una rolita motivacional, ustedes saben: amor y paz, flores en la cabeza, armonía y pura buena onda. Esta pieza lenta es una invitación a liberarse de las ataduras terrenales y ser uno con el Universo. Que role, que role.
“Fat man” es un boogie woogie bastante bluesero con tintes de twist en los coros, como emulando el “Bati twist” para hablar de un hombre gordo, pero la sátira no les sale porque con el solo de armónica, una magnifica voz negra de mujer, un portentoso (ahora sí) solo de bajo y unas percusiones y batería en perfecta sincronía, le dan a la rola un aire de Chicago blues simple y sencillamente genial.
Ya casi para cerrar el disco, “So long ago” es un collage pues, por un lado, la flauta a lo Jethro Tull da cierto aire melancólico a la canción, pero conjuntado eso con el ritmo folk y la misma mujer de negra voz, hace pensar en el pasado pero sin nostalgia, sino en el buen recuerdo de lo que fue, cuando el pasado es un manual para el presente.
Para cerrar el disco, qué mejor que con un tema que tiene todas las características del rock de la época: psicodelia, virtuosismo y mucho amor al rocanrol. Se trata de “I dig it”, una oda al género en la que se nota que se divirtieron bastante pues da la sensación de que cada músico echó toda la carne al asador para hacer una pieza que está a la altura, por ejemplo, de lo que ya Santana hacía de aquel lado de la frontera o de lo que Bátiz configuraba en Tijuana. Mucha guitarra, percusiones que dan ese aire afro antillano, un bajo que, si nos concentramos en él, nos hipnotiza con su contundencia porque es el que va marcando el curso de la melodía. Para escuchar “I dig it” recomiendo apagar el cigarro y la luz, cerrar los ojos, subir el volumen y dejar que la música fluya y entre por cada poro, de preferencia poniendo un altavoz a cada lado para sentir cómo el sonido viaja por toda la habitación. Acabo de recordar una escena de Almost famous.
En fin, Hoy, de los tapatíos de La Revolución de Emiliano Zapata, es un disco íntegro que nos lleva por diferentes paisajes y atmósferas, y el disco no pudo llamarse de mejor manera pues con ese nombre se vuelve perenne, no por nada es de las bandas más emblemáticas en la historia del rock hecho en México.