Que LeBron James es un jugador fuera de serie nadie lo duda, pero su temperamento apunta a que no tiene los tamaños ni de Bird ni de Johnson, ni mucho menos de Jordan. Lo mejor: ya tiene un fuerte rival…
Por Pata Maldita
No se crea que este texto sea original; de hecho, ningún texto lo es. Escribo más bien en referencia a un artículo que leí (blogs.as.com/showtime/), quizá fuera mejor acudir a ese texto y dejar este de lado. En dicho artículo, Iñako Díaz-Guerra describe a LeBron James como un rinoceronte que se mueve como guepardo. Como gacela quizá. Michael Jordan, y aquí vienen las comparaciones, se movía como guepardo. O como leopardo. Esos animales que matan cuando se cruzan en tu camino hayan comido ya o no, que tienen un instinto asesino nato y lo despliegan cuando se les da la gana.
LeBron es más bien del tipo cansino, pese a sus eventuales explosiones. Que haya sido elegido ya varias veces mejor jugador de la liga no significa nada, sino que el espectáculo está por encima de la calidad. Buen defensivo, buen reboteador, líder en puntos…, parece que todo lo hace bien LeBron, con el que los niños andan enculados y al que llaman “el Rey”. Ninguna referencia a Pele ni al futbol.
El caso de LeBron recuerda bien pronto el de Kobe Bryant: ambos se sienten herederos de Jordan, ambos se empeñan en probarlo, pero los dos tienen otro jugador estrella en su equipo, y es en buena medida gracias a esta combinación de donde proviene su éxito. En sus primeros años Kobe tuvo a Shaquille O’Neal, que sí era un rinoceronte de a de veras, un rinoceronte que, en efecto, se movía como tal. Y dominaba el tablero y la liga.
Dwyane Wade ha sido el encargado de liderar al Miami Heat en tanto LeBron maduraba. La crítica especializada de EEUU insiste en la precoz madurez del juego de LeBron, pero es un hecho que durante sus primeras temporadas en Cleveland Cavaliers, LeBron simplemente no pudo hacerlo solo. Y en vez de aguantarse y aprender de las derrotas, como hizo Jordan enfrentando enemigos más fuertes que él al comienzo (Isaiah Thomas de los Detroit Pistons, Clyde Drexler de los Portlan Trail Blazer, Larry Bird de los Boston Celtics e Earvin “Magic” Johnson de los Los Angeles Lakers), LeBron prefirió unirse al enemigo.
“Tocó fondo tras el fiasco de La Decisión (The Decision), su mal medido show para anunciar que abandonaba a los Cavaliers (el equipo de su frío e industrial Ohio natal) rumbo a las playas, el sol y el glamour grimoso de Miami. Los que le estábamos esperando nos vinimos arriba: era un traidor sin respeto por sus hinchas, un perdedor que prefería unirse a su mayor enemigo (Wade) en lugar de vencerle como hubieran hecho Jordan, Bird y Magic, un superdotado mimado que jamás alcanzaría la grandeza a la que parecía predestinado”, indica Iñako.
Creo yo, y es mi humilde opinión, que no se sabrá ya de qué está hecho LeBron James. Quien inicia su carrera de éxitos cediendo como un cobarde, sin duda no tiene los tamaños para liderar la liga. Al tiempo. Cuando no esté Wade, quien ha pasado –es obvio por su edad– a un papel de comparsa más que de cabecilla quizá veamos a un LeBron aún más comprometido con sus propias actuaciones. Pero un punto lo separa aquí ya de Kobe: Bryant no dejó su equipo natal para ir a aliarse con Shaquille, y en cambio sí sufrió cuando éste salió de los Lakers. Tardó en volver a ganar un título.
Acostumbrado a ganarlo todo desde joven, James ha coartado su propio destino. ¿Qué habría sido si hubiera permanecido en Cleveland? Quizá no tendría los dos títulos que tiene, pero quizá ya sería más jugador y estaría encaminado a ganarlos. Todo el reality show que fue armado cuando decidió dejar a los Cavaliers habla de la relevancia que los mass media tienen en la carrera del supuesto “Rey” que, en mi humilde opinión, es más un villano que un héroe. Kobe fue el antihéroe durante algún tiempo, pero terminó conquistando a pulso su lugar en la NBA. Queda por ver si LeBron hará lo propio cuando no esté Wade, que sí ganó por su propia cuenta un título con Miami antes de que James arribara al equipo.
Sin embargo (sin embargo), ya asoma en la liga otro jugador que pide entrada desde al menos tres años atrás. Un tal Kevin Durant. No sé si hayan oído hablar de él. Este 2013-2014 lleva una temporada con un promedio más elevado de puntos que James (33 por partido, creo). Juega en el Oklahoma Thunder y promete ser lo más cercano a lo que un Magic Johnson fue para Jordan. O quizá sea al revés y el héroe sea Durant, y James sea el villano que Durant no se canse de derrotar en años siguientes. Ojalá. Por lo pronto ya se vieron las caras en una final en la que Miami venció, pero los capítulos de esta rivalidad apenas comienzan.
Pese a los 61 puntos que encestó James el otro día frente a Charlotte, por los que todo mundo en EEUU anda culeco, Durant ha pesado más esta campaña; aunque quién sabe si tanto como para ser elegido Mejor Jugador de la NBA, por encima de los mass media que han endiosado a LeBron. Que LeBron es un jugador fuera de serie nadie lo duda, pero su temperamento apunta a que no tiene los tamaños ni de Bird ni de Johnson, ni mucho menos de Jordan. Kobe encestó 81 puntos él solo en un partido, Jordan 69 y Wilt Chamberlain 100. Esto no quiere decir nada sin embargo, salvo que ese día se portaron más egoístas de lo común y decidieron hacer la mayor parte los tiros.
Durant parece tener casta, aun falta ver si ha aprendido la lección. No será un leopardo, pero al menos no parece tener el temperamento de gacela que tiene James. A Jordan generalmente no le fallaba el pulso en los últimos segundos de un partido. Parece que a Durant tampoco. Qué viva el Rey. Mientras no se retire Wade y mientras pueda.