Por Lenin Cardozo
Son las grandes reservas de agua dulce del continente y de su uso depende la alimentación y el agua de por lo menos 200 millones de personas. Así mismo, ha sido un patrimonio económico y cultural para quienes viven en su entorno y unos extraordinarios ecosistemas que albergan una inmensa biodiversidad de especies tanto acuáticas como terrestres. Los lagos también reducen los daños de las inundaciones, favorecen un clima moderado y son fuentes de recarga del agua subterránea.
Al no disponer de estos reservorios de agua dulce, cientos de personas diariamente mueren de sed o por consumir aguas contaminadas en el Continente Africano y en Asia. América no sabe que es estar sedienta. El privilegio de tener muchos lagos aún ha minimizado la toma de conciencia, la justa valoración de estos recursos.
Pero en la actualidad, ¿cuál es el real uso de estos tesoros que la naturaleza bondadosamente nos ofrece en la región?
Extraoficialmente son los megabasureros de su entorno poblacional, agrícola o industrial. Se han convertido en depósitos silenciosos de aguas servidas, de desechos industriales, agrícolas y basura en general. Poco se hace para evaluar los verdaderos daños a estos tanques naturales. La mayor atención se mantiene en los cauces de los ríos, los mares y océanos. La saturación continua de cada uno de estos desperdicios produce un fenómeno llamado eutrofización, la cual origina una obesidad descontrolada de ciertas plantas acuáticas que sofocan a las otras especies que habitan en esos ecosistemas. Se estima que solo en América del Sur, esta sobrepoblación vegetal afecta al 54 por ciento de sus lagos.
El otro fenómeno que los afecta, como consecuencia también de la intervención humana, es la desertización, que es la sedimentación que ocurre debido al efecto de las corrientes de agua que arrastran la cubierta que cubre el suelo y se deposita en el fondo de los lagos, a un punto que terminan convirtiendo a esos espejos de aguas en sendos desiertos. Esta conversión lago/desierto termina acabando con todo tipo de vida que en ellos habita.
¿Qué hacer?
La conciencia colectiva ambientalista es una profunda reflexión que solo nacerá de la educación ambiental llevada a todos los niveles. Las poblaciones aledañas a los lagos deben ser alertadas de las implicaciones que para ellos mismos y para el resto de las especies que se sirven de esos lagos, significa envenenar o degradar estos reservorios de agua dulce.
Ante el volumen continuo de desechos que en ellos se depositan, los lagos ya han perdido toda capacidad regeneradora, por tanto, se requiere un freno absoluto, un cese inmediato de todo suministro de contaminantes. Es necesario emplazar con firmeza a las autoridades que geográficamente les competen la protección de estos estuarios. Hay experiencias de voluntades colectivas, ciudadanas y gubernamentales en Sur América que evidencian la recuperación de lagos, sobre todo los cercanos a áreas urbanas, gracias a la ejecución de medidas o sanciones legales a los infractores e instalar plantas de tratamiento de aguas servidas.
Los ambientalistas, tienen mucho que hacer al respecto.
Lagos de Latinoamérica sensiblemente contaminados por desechos humanos
Argentina: Lago San Roque, lago de Nahuel Huapi, lagos de Bariloche, lago de Río Hondo
Brasil: lago de Cana Brava, lago de Serra Da Mesa, lago de São Domingos
Bolivia: lago Titicaca
Chile: lago Chungará
Colombia: lago Sochagota de Paipa, Lago Timiza
Ecuador: lago San Pablo o Imbakucha
Guatemala: lago de Atitlán, Lago de Amatitlán
México: lago Chapala, lago de Pátzcuaro
Nicaragua: lago Xolotlán, lago Cocibolca
Paraguay: lago de Yparacarai
Perú: lago de Junín
Venezuela: lago de Valencia o lago de Tacarigua, lago de Maracaibo