@jaimegarba
Los Llanos de Aridane, municipio de La Palma, España, congregó a destacados autores en lengua castellana en el Segundo Festival Hispanoamericano de Escritores. Entre distintos tópicos, uno fue por demás asertivo para nuestra América Latina (víctima constante -hasta nuestros días- de tragedias y flagelos): las crisis políticas. En una especie de muestrario, personajes como Gioconda Belli, Mario Vargas Llosa, Rosa Beltrán, Gonzalo Celorio, Rodrigo Blanco Calderón, entre otros, compartieron las visiones críticas de sus países para colocarlas en el centro de la discusión y armar un panorama sintomático de la América actual.
Hablar de problemas implica también concebir soluciones, y para ellos además de la reflexión, existe otro factor poderoso: la pluma y la palabra. Desde la confrontación con el poder hasta el simple consuelo, los escritores tienen fe en las historias como parte de la cura a los males de nuestro continente.
La nicaragüense Gioconda Belli dice: “La literatura nos ha consolado (un poco) de toda la tristeza». Después agrega: “La política ha sido terrible, lo sigue siendo; la hemos sobrevivido… gracias a la literatura, ¡ha sido un amuleto!” El venezolano Rodrigo Blanco Calderón habla de una realidad demasiado compleja, empero con un atisbo de esperanza: “…difícil, decepcionante, pero con el paso de los años los lectores latinoamericanos van encontrando espacio, islas de sentido, pausas que permiten decir: todo este desastre que me rodea no sé si se justifica o se salva por estos momentos en que puedo leer una novela.
El periodista Juan Cruz pregunta al mexicano Gonzalo Celorio si hay esperanza para México y este responde con un largo silencio. Como la literatura misma, la ausencia de palabras también dice, y bastante. Quizá el silencio de Celorio es el grito de los desaparecidos en México, el de los periodistas asesinados, el de la violencia contra las mujeres, el reclamo de tantos mexicanos ante un país que día a día se desmorona. Si bien responde después hablando de otra cosa, quedémonos con la posibilidad de que ese silencio sea el nuestro ante esas y las propias crisis personales.
Hace falta seguirnos preguntando para qué sirven los libros en un mundo agónico. Habrá quienes digan de nada, ni siquiera de placebo; sin embargo para otros son el bálsamo necesario, el respiro vital. Bien lo dice Benito Taibo: “La literatura salva… El libro y la lectura son herramientas fundamentales para la transformación de la vida… Leer es resistir, es la posibilidad de seguir en este mundo.”
Resistamos entonces a fe de las palabras. Que nos consuelen y abracen, pero también que nos muevan, pues la reacción química se completará solamente hasta que el lector deje el sofá donde aquella novela, relato, poema o ensayo, le ha mantenido; para trasladar al mundo lo que como ciudadano tiene el deber de llevar: lo mejor de sí mismo.
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