Aunque mis expectativas eran de por sí muy bajas, cuando se apagaron las luces para presentar Lucy (2014), ante una sala casi llena, no me imaginé que resultaría mucho peor de lo que esperaba.
Por Armando Casimiro Guzmán
Éste es el largometraje número quince que firma el director, productor y guionista Luc Besson, que en menos de un mes ha triplicado en la taquilla estadounidense los cuarenta millones de dólares que costó su producción.En México se estrenó con alrededor de ochocientas copias y aspira a convertirse en el mayor éxito del francés desde la noventera El quinto elemento (The fifth element, 1997).
Una estudiante estadounidense entabla una agria discusión con su novio en turno en las afueras del rascacielos Taipei 101, uno de los edificios más altos del mundo. Instantes después se encuentra encadenada a un maletín que contiene una potente droga sintética frente a un grupo de maleantes chinos, quienes la utilizarán como “mula” para llevar la valiosa carga hacia Europa. Pero la accidental irrupción de la sustancia en su torrente sanguíneo, generará un incremento paulatino del uso de su capacidad cerebral, lo que convertirá a la joven mujer en un ser prácticamente invencible. En palabras de su guionista y director: “con Lucy intento provocar una conmoción como la que sufriría el primer homínido si le enseñáramos un iPad con un video de Lady Gaga”. ¿Lo logra?
Besson retoma aquel viejo mito de que los seres humanos únicamente utilizamos el diez por ciento de nuestra capacidad cerebral, a esto le agrega un componente evolutivo, provisto por Lucy, el esqueleto fosilizado más antiguo de un homínido del que se tenga conocimiento (encontrado en Etiopía en 1974). Pero la parte más importante de la mezcla, es el protagonismo femenino, una joven y bella mujer que debe enfrentar toda una serie de situaciones adversas, una de las especialidades del cineasta galo, ya lo hizo (literalmente) con Milla Jojovich en El quinto elemento, Anne Parillaud en Nikita (1990) y Natalie Portman en El profesional (Léon, 1994).
La elegida en esta ocasión fue Scarlett Johansson, quien independientemente de su desempeño (resultan penosas algunas escenas en donde exhibe movimientos casi robóticos), confirma el imán taquillero de la actriz neoyorquina. El resto del reparto es multinacional e incluye al veterano Morgan Freeman (con todo y sus chispas de chocolate en las mejillas), al surcoreano Min-sik Choi (conocido por la extraordinaria Oldboy), así como al actor egipcio Amr Waked, en un personaje que no parece encajar del todo en el relato.
Ciertamente Lucy se vende como un filme de acción, absurdo e incoherente, pero nada más, por lo que sale sobrando todo ese tufillo pseudocientífico, que en tono de conferencia nos dicta el personaje de Morgan Freeman, en cada una de sus intervenciones. Parece ser una mezcla de tres películas mediocres (o de plano malas): Trascender (Trascendence, 2014), Sin límites (Limitless, 2011) y Salt (2010), un producto más del cine escapista que intenta llenar su vacío con ligeras dosis de new age, sumándole una (no del todo desagradable) pátina de clase B.