Mi mayor error fue pensar que la quinta fila sería el mejor lugar para disfrutar del concierto. Claro que una hora antes de que Despistaos saliera al escenario, creía todo lo contrario. El C3 RoofTop de la ciudad de Guadalajara recibía a la banda española que se presentaba con alineación completa en México por segunda vez en sus 20 años de carrera.
Los precios de la cerveza y el whisky en barra eran razonables, lo que permitió que la espera fuera hasta placentera. Mientras en un área escondida del lugar Daniel Varela, José Krespo, Lázaro Fernández y Alex Hernanz atendían a aquellos que hacen funcionar lo que se conoce como Meet and Greet, en la sala principal el resto calentábamos las gargantas a fuerza de alcohol.
Se apagaron las luces y lo que siguió fue el clásico griterío que da apertura a cualquier espectáculo. En la pantalla se proyectaba una especie de introducción con la que también se hacía alusión a las dos décadas que Despistaos lleva rodando en la difícil carretera de la música.
Y ahí, sin más, se escucharon las primeras notas de Ruido para exterminar el temor y la incertidumbre audiófila de todo aquél que asiste a un concierto. La noche de Despistaos en Guadalajara, pues, prometía no presentar fallas técnicas graves de las que preocuparse.
Sin permitir pausa alguna, dieron entrada directa a Dibujando Primaveras, donde Daniel Varela rasgó su guitarra con furia, como en aquellos primeros años cuando la influencia rock and roll del Estado Español era innegable en la banda.
En esos tres disparos musicales que se completaron con Caricias en tu espalda, no faltaron los solos de guitarra de José Krespo y por momentos las baterías más aceleradas de Lázaro Fernández, como dando un mensaje claro de que la piel es más vieja, pero la esencia sigue intacta.
El setlist de la banda brincó de un momento a otro a sus éxitos mas comerciales como Expertos Kamikazes, Desde que nos estamos dejando, Y mírame, Kansas City y Gracias; sin embargo, repentinamente regresaban a aquellas primeras canciones como Resucito, Aquí estoy, Estrella y Lo que hemos vivido.
Pero parte de la magia de Despistaos radica precisamente en la capacidad que han tenido de fusionar a dos públicos distintos en sus conciertos. Por un lado, están aquellos que se engancharon a los temas de sus primeros discos en el que los riffs eran más contundentes; pero también están los del otro bando, esos que se enamoraron con sus melodías más lentas.
Pudiera parecer que se trata de una fórmula que han sabido aplicar a lo largo de este tiempo, pero la propia banda ha reconocido en una entrevista al medio de comunicación 20minutos.es que la realidad es que el rock y el pop es lo que saben hacer, y bajo esa lógica, no les apetece hacer reguetón, urbano o cualquier cosa que esté de moda.
El sello de la noche de Guadalajara estuvo en los momentos más íntimos en el que los músicos aprovecharon para compartir situaciones personales, como el desosiego a su profesión a causa de una pandemia que no parecía tener fin, o lo cerca que estuvieron hace diez años de poner fin a la agrupación y el cómo la canción Como antes los salvó del apocalipsis.
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En estas idas y venidas de una noche que se alargó por casi dos horas, tampoco faltaron las risas, las cervezas a un solo trago, el sudor codo a codo, las exigencias de canciones que no forman parte de la gira y todo aquello que hace que los conciertos sean una práctica tan liberadora y vigorizante para el alma al mismo tiempo.
Pero también estaban los malditos celulares. Desde la canción uno hasta la última, los aparatos móviles se interponían en el campo visual de los que estábamos en la quinta fila. Sin importar que todos estuviéramos de pie, los objetos tecnológicos, de todos colores y tamaños, lograban su cometido.
Cuando la canción no era tan popular, algunos descansaban el brazo, pero sólo para recobrar fuerza y volver a ondear el móvil como si de una bandera se tratara. Daba la impresión de que lo que observaban a través de sus retinas era insuficiente y que el concierto no tenía ningún valor si solamente se resguardaba en su memoria.
Tampoco me puedo quejar. El poder inconmensurable de la música fue suficiente para mí y casi sentí pena por aquellos que dejaron escapar la experiencia sensorial de estar frente a una de las tantas bandas que marcan el ritmo de vida de muchos de nosotros. Alguien, con mayor convocatoria de palabra, tendría que decirles a todos estos chicos que la verdadera vida está detrás de la pantalla. Nadie merece ir por ahí tan despistao.
Foto de portada: https://www.instagram.com/soy.fan.de.ti/