“En este mundo solo hay dos cosas seguras: la muerte y los impuestos”, reza la frase atribuida al científico y político estadounidense Benjamin Franklin. Esta idea, la de la inevitabilidad de la muerte, parece ser el punto de partida de Mañana me muero (She dies tomorrow, 2020), segundo largometraje de la actriz, guionista y directora Amy Seimetz.
La certeza de la muerte es para Amy (el personaje protagonista), joven alcohólica en recuperación, una convicción. El inesperado fallecimiento de su novio la ha sumido en una profunda depresión. Su soledad se magnifica en los espacios semivacíos de su nueva casa y no logra sacar de su mente la idea de que está viviendo la última noche de su vida.
Pero esta sensación mórbida no es estática. Amy parece esparcirla cual virus entre las personas que entran en contacto con ella. De tal manera que en el transcurso de esa noche, muchos compartirán ese convencimiento.
¿De dónde viene esa sensación mortal que se disemina con suma facilidad? Bien entrada la película nos sugieren un posible y desconcertante origen: la entrega de una pizza en una cabaña en medio del desierto. Pero claramente Seimetz, quien firma como directora y guionista, no tiene la intención de clarificar este punto y no ofrece más pista que los misteriosos destellos multicolores que anuncian la ominosa convicción.
La posición de la cámara y la ralentización de algunas escenas sugieren la existencia de una presencia inmaterial que mueve o sigue las acciones de los personajes. A lo largo de pasillos y a través de puertas entreabiertas vemos a los personajes de espaldas, bajo el acecho de un peligro invisible.
Si bien Amy toma con aparente resignación su inminente partida de este mundo, pasa antes por momentos muy difíciles mientras recuerda el tiempo que compartió con su amado. Retoma sus excesos con el alcohol mientras escucha una y otra vez el Réquiem de Mozart (específicamente la parte final del Dies Ira, conocida como Lacrimosa). Incluso busca utilidad material para su cuerpo después de que ella muera, comparándolo con prendas de piel o las duelas de madera de su casa.
El resto de los personajes no lo pasan mejor. Después de todo, ¿qué harías si tuvieras el convencimiento de que solo tienes unas horas de vida? Jane, la solitaria amiga fascinada con el mundo microscópico entra en un estado de confusión. En tanto, dos parejas que festejan un cumpleaños tienen reacciones encontradas.
Unos reafirman su unión mientas esperan y los otros se reclaman amargamente los evidentes fallos en su relación. Sabemos que es algo inevitable, pero hablar de la muerte es socialmente inaceptable. Jane lo comprueba al hacer el papel de hermana incómoda: desaliñada y en pijama, arruina la fiesta de cumpleaños de su cuñada al tocar insistentemente el tema.
Más conocida en su faceta de actriz, Amy Seimetz tiene ya un largo camino como directora de cortometrajes y series de televisión. Es posible encontrar algunos paralelismos entre éste y su primer largometraje Sun don’t shine (2012). Ambos se distinguen por la ausencia de una historia lineal para enfocarse en los sentidos y las emociones. La directora parece sentirse cómoda creando ambientes sensoriales y ambiguos. Dicha ambigüedad es más que evidente en la escena final, nos lleva a preguntarnos, ¿pensar en la muerte te acerca más a ella o es solo una fijación imaginaria?
Disponible en plataformas digitales: Cinépolis Klic, Google Play, Amazon Prime y iTunes.
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