Por Jesús Baldovinos Romero
Mariana coleccionaba caracoles. Desde pequeña le enseñaron a clasificarlos por tamaño y color. Le enseñaron también que en cada caracol se podía escuchar el mar.
Desde niña y hasta un día antes de su cumpleaños trece, su padre la llevaba al mar a recogerlos, por la noche le contaba cuentos o le bajaba un caracol para que se arrullara con las olas atrapadas.
Lo único que aprendió por sí misma fue que el mar se contiene en el caracol solo cuando se es feliz, de lo contrario se desborda.
Aquella tarde de sus trece años, le anunciaron que su padre no llegaría más a ninguna fiesta. Mariana entonces se encerró en su cuarto, bajó todos los caracoles y comenzó a llorar.
Al otro día, la encontraron ahogada, con todo el mar en su recámara.