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Nuestra belleza narca

¿YA AMANECIÓ?

Francisco Valenzuela

¿A qué suenan los balazos? En todas las películas de acción que he visto no suenan a nada. Son ráfagas que se expanden, que truenan, que aniquilan uno o más cuerpos, que destruyen cristales o perforan automóviles, pero entre los efectos especiales, la música de fondo y las tramas absurdas esas balas parecen perdidas.

Cómo olvidar ese lugar común donde el héroe de la historia es perseguido por una horda de maleantes que intentan vaciar todo el cargamento de sus armas, pero irremediablemente han de fallar, pues la suerte, el destino o la gracia divina (lo que sea que ello signifique) acompañan al fulano que si acaso saldrá con un rasguño, nada imposible de ser curado por las suaves manos de su bella acompañante.

Sin embargo, las balas perdidas de una película promedio nada tienen que ver con la realidad. Tampoco es que haya estado yo en medio de una guerra, ni siquiera a fuego cruzado en una batalla calderoniana, pero bastan experiencias tales como que a medianoche maten a un automovilista frente a tu casa para saber que las armas escupen en seco.

Ese sonido sordo es el que escuchamos en Miss Bala (México, 2011) dirigida por un Gerardo Naranjo que desecha atmósferas artificiales y pone al espectador en un salón rascuache que de pronto ve apagados sus interruptores y entonces sólo es iluminado por las ráfagas que se cruzan, que apagan vidas sin dar chance a últimas palabras o agonías prolongadas.

El también director de Drama/Mex (2006) y Voy a explotar (2008) regresa con una cinta (¿otra?) que aborda la temática del narcotráfico en México, ahora situando la historia en Baja California, lugar de mujeres hermosas, muchas de ellas con el sueño de convertirse en embajadoras de belleza mediante concursos de los que uno siempre tiene sus sospechas. Laura (Stephanie Sigman) es una de esas jovencitas que llega a la selección de niñas bonitas quizá más por accidente que por convicción, tal vez sólo por acompañar a su mejor amiga, a lo mejor porque no tenía mucho más qué hacer en este país de ninis.

Así se teje la historia que resume el porqué una buena parte de los mexicanos están metidos en el llamado crimen organizado. Sí, muchos están en medio de las ráfagas por mero accidente, por la maldita casualidad de meterse al lugar equivocado en el momento equivocado. Ese es, creo, el mayor mérito de Miss Bala, cinta que no intenta dar lecciones de moral ni culpar a nadie en específico sobre las consecuencias de la guerra contra el narco. Sólo nos cuenta una historia casi en tiempo real y nos pone en ese vértigo de qué hacer en situaciones límite.

Si usted no sabe a qué suenan las balas ojalá que siga sin saberlo, ojalá que nunca le toque un crimen a una cuadra de su hogar. Pero si se lo quiere imaginar vaya a ver Miss Bala.

Y a lo mejor entiende mejor el cómo se van sumando muertos a la macabra lista del sexenio.

Twitter: @FValenzuelaM

 

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