Apenas unos días después de haberse presentado en la 59 Muestra Internacional de Cine, llegó a la cartelera nacional Nuestra pequeña hermana (Umimachi Diary, 2015). El décimo largometraje de ficción que dirige el japonés Hirokazu Koreeda recibió comentarios divididos tras su exhibición en el Festival de Cannes en donde competía por la Palma de Oro (Koreeda es un habitual del certamen francés, cuatro de su más recientes filmes han sido nominados al máximo galardón).
La cinta se alzó con el premio del público en el Festival de San Sebastián y en México llega por cortesía del sello Mantarraya con apenas 23 pantallas a lo largo y ancho del territorio nacional.
Umimachi Diary es un comic japonés (más propiamente un josei manga, una publicación que se especializa en historias de chicas que pasan de la adolescencia a la edad adulta), el cual fue creado por la artista Akimi Yoshida y que se edita mensualmente desde el año 2007. La serie de relatos atrajo la atención de Koreeda, quien decidió adaptarla para el cine redactando él mismo el guión para la película.
La historia gira alrededor de un grupo de hermanas adultas, Yoshino y Chika, quienes realizan sus actividades bajo la mirada atenta de Sachi, la mayor de las consanguíneas. Sachi debió hacer el papel de madre ante la ausencia de los progenitores que huyeron cada uno por su lado después de un tortuoso procedimiento de divorcio. La vida de las chicas transcurre sin sobresaltos hasta que reciben dos noticias: la sorpresiva muerte de su padre y la aparición de una hermana a quien no conocen, producto de uno de los matrimonios posteriores del inquieto patriarca.
El cineasta japonés, quien no duda en declararse fan de la obra que inspiró su película, asegura que trató de apegarse en lo más posible al manga creado por Akimi Yoshida. Tal vez debido a la amplitud del material, Koreeda sufrió para captar cada uno de los detalles de la intrincada historia, pero en sus poco más de dos horas de metraje logra incluir una bella colección de escenas cotidianas (la elaboración de los alimentos, los preparativos para salir al trabajo, la elaboración de un licor casero), complementándolas con dramáticos fundidos que enlazan sosegadas escenas silenciosas.
A pesar de abrir con la desparpajada Yoshino, levantándose en casa de unos de sus abusivos novios en turno, pronto nos damos cuenta de que las verdaderas protagonistas son Sachi (la mayor del cuarteto) y Suzu, la pequeña hermanastra. La cinta gira alrededor de la callada relación de las dos, quienes no se tocan, no se abrazan, pero a cada momento demuestran con pequeños gestos el desarrollo imparable de su afecto. Intencionalmente, el filme nos esboza las inestables relaciones de pareja de las hermanas, dejándolas como cabos sueltos que apenas se desprenden del tronco principal del relato.
Los dramas de familia suelen dársele bien a Koreeda: Nadie sabe (Dare mo shiranai, 2004) y De tal padre, tal hijo (Soshite chichi ni Naru, 2013), dan cuenta de ello. Hay quienes acusan al cineasta nipón de haberse ablandado, sin embargo, el tono sereno y ampliamente descriptivo de su más reciente filme está muy por encima del puritanismo de Mujercitas, la novela de Louisa May Alcott, con la que algunos han querido compararla.
En Nuestra pequeña hermana, no se busca el melodrama desgarrador, aunque no se oculta el trágico pasado de sus silentes protagonistas se enfoca en un periodo de calma después de la tormenta. Es un retrato íntimo y cotidiano, pero a pesar de sus toques de exotismo, narra con sencillez una historia que pudo suceder en cualquier parte del mundo.