El filme que abraza la infancia de Alfonso Cuarón, Roma, estrenada el 14 de diciembre del 2018 en la plataforma en streaming Netflix, está encaminado a convertirse en una joya de la cinematografía y en un trazo magnífico de película de culto. Sin embargo, pese a los grandes elogios que ha recibido, la cinta ha encontrado un sinnúmero de detractores que encuentra en el adjetivo ‘aburrida’ el sustento más emblemático de su irrefrenable argumento.
Limitarse a decir que Roma es aburrida, teniendo en cuenta que el demográfico de la película es muy específico, es tan obvio como que Roma es una película. Existe un juego de poderes patente en los medios donde se están desenvolviendo estos debates, en donde hay una constante lucha de autoridad y de egos.
El síntoma del sopor
¿Es Roma aburrida o tan aburrida o muy aburrida? Un factor motriz que interviene en la polémica es la plataforma Netflix; arma de doble filo. ¿Cuántas personas hubieran pagado un boleto en el cine para verla? Ser suscriptores de la compañía de streaming otorga juicios de valor superiores a los de los propios críticos de cine. Y, ¿por qué no? De acuerdo a El País, las reproducciones del filme de Cuarón se dispararon, gracias a los galardones, alrededor de un 280 por ciento.
Es decir, hasta hace dos semanas 3.6 millones de suscriptores de Netflix ya habían visto Roma. Estos números colocan a la película protagonizada por Yalitza Aparicio como la cinta en español más vista durante los primeros 28 días.
El ritmo de la obra es fiel al estilo musical del adagio, un interludio lento. La velocidad sí comanda los estados de ánimo: melancolía, nostalgia, tragedia. Quizá sea por eso que se le denoste de aburrida o falta de trama.
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El súper yo o la élite del no
“Gide, no Sartre, ha reinado sobre mi juventud y sobre mi obra”, afirmó el autor de La peste, Camus, la novela donde Cottard, el criminal, acentúa el nihilismo del autor que se opuso al marxismo, flageló el cristianismo, se zafó del existencialismo. Las redes sociales nos han hecho creer en un invisible e inalcanzable poder que tenemos como jueces del milenio. Las camadas de generaciones optan, y optamos, por opinar desde aposentos individuales, matrimoniales y king-size.
Partiendo de la concepción aristotélica que “negar es afirmar”, la postura de los agentes de cambio que afirman que Roma es aburrida también es una manifestación intelectual. Una postura que a título personal me deja una rebeldía insurrecta para pertenecer a un selecto grupo que detesta el filme. Una parcela de neo-críticos que se asumen paladines de los “vencidos” y que llevan la flama de la verdad a cuestas para retirar la venda de los ojos del mundo que ha quedado embelesado, o por lo menos agradecido, con Alfonso Cuarón.
Elogio a la locura
Cuarón tuvo una forma extraordinaria de combinar el primer plano y el plano general, los detalles observados de manera reveladora, humorísticos o conmovedores o simplemente auténticos sin esfuerzo, con el panorama general y el sentido de la escala. A veces, se siente novelístico en su sentido del desarrollo del carácter y la vida interior: un drama íntimo y densamente realizado que se desarrolla en lo que se siente como el tiempo real, un instante épico.
A la fecha, ha recibido, sobre todo por aburrida, más de 150 premios alrededor del planeta, de entre los que destacan tres Globos de Oro, cuatro de la Crítica Cinematográfica, un Goya, uno del Sindicato de Directores, una medalla del CEC, otros tantos del Círculo de Críticos de Chicago, de la National Society of Film Critics, los Online Film Critics Society, del American Film Institute, otros galardones en Boston, Vancouver, Australia, Londres, Toronto, el León de Oro en Venecia, 10 nominaciones al Oscar, que incluyen Mejor Película, Mejor Película Extranjera, Mejor Actriz, Mejor Director, Mejor Guion, Mejor Fotografía, siete nominaciones en los BAFTA, ocho nominaciones en los International Online Cinema Awards, etc.