Texto y fotos de Alfredo Martínez Martiñón
En sus inicios era todo un éxito.
Pablo Hernández Jiménez extraña aquellos días de las décadas de los años ochenta y noventa en la Biblioteca Pública Central “Francisco J. Múgica”, de Morelia. “Me gustaba más el servicio de antes, porque era un servicio con mucha vitalidad, con mucho ambiente y alegría, aunque era más cansado”, apunta.
Llegó a trabajar en ese recinto ubicado en instalaciones del Centro de Convenciones de la capital michoacana en septiembre de 1980, cuando abrió sus puertas a la sociedad. Tardó tiempo en ser conocida y a partir de 1982, refiere, la sala general, la más grande de todas las áreas, lucía pletórica con entre 100 y 200 usuarios al día.
“Fue mucha la demanda. Entre semana había personas sentadas en las escaleras (que llevan hacia el área de salida), porque no cabían en las sillas con mesa destinadas para estudiar y consultar”, subraya el bibliotecario.
Igual los pasillos estaban llenos, con la gente “busque y busque libros”, mientras los encargados y auxiliares de la sala general se multiplicaban para atender a los usuarios, ordenar en sus estantes los libros que dejaban en “los carritos” destinados para tal fin, así como procurar mantener el orden “normal”, aunque “no el riguroso como en las bibliotecas más antiguas, que era silencio total; sí permitíamos que hablaran, pero a quienes lo hacían en voz alta les pedíamos que bajaran la voz”, señala Pablo Hernández.
Resaltaba la población estudiantil. De preparatoria, bachilleres, luego los de secundaria y los del nivel superior (universidades y carreras).
Los libros más consultados eran los de Física, Química, Español, Matemáticas, Filosofía, Geografía, Psicología e Historia. En menor medida, los relacionados a Economía y Literatura.
“La biblioteca era todo un éxito, desde 1982 y hasta finales de los noventa, y entonces apareció el internet”, sostiene el actual responsable del servicio de Préstamo a Domicilio en el turno vespertino y sabatino de la “Francisco J. Múgica”, lo cual ha influido en una baja en la asistencia, pues ahora acuden unos 20 o hasta 50 usuarios en el mejor de los casos por día, entre semana.
Adaptación a los “nuevos” tiempos
Los inicios del internet en México datan de 1989, y tres años después se dieron los pasos en universidades del país. Todavía no se masificaba, y se enfrentaba dificultades para acceder a la red.
En el año 2002 la cifra llegó a los 10 millones de cibernautas en la República Mexicana, pero sólo 205 mil con banda ancha. La mayoría se conectaba vía telefónica.
Para el 2008 había 22.7 millones de usuarios, equivalentes al 29.7 por ciento de la población mayor de seis años de edad. Las computadoras con acceso a la web sumaban 11.3 millones, y se elevó a 6.4 millones quienes utilizaban banda ancha.
Ahora, de acuerdo al Estudio sobre los Hábitos de los Usuarios de Internet en México 2018, existen 79.1 millones de cibernautas, el 67 por ciento de los mayores de seis años de edad, quienes promedian ocho horas y 12 minutos diarias “conectados”. El 89 por ciento lo hace a través de su dispositivo móvil, la mitad por su laptop, y la tercera parte en computadoras de escritorio, como las principales.
Luis Alberto acude regularmente a la Biblioteca Pública Central de Morelia, para estudiar y hacer tareas. El material que utiliza lo trae de su casa, incluida su computadora personal. “Lo que necesito de aquí es el internet y las instalaciones”, además del silencio, dice.
Él logró adaptarse a esta era del recinto cultural, que desde hace años tiene el servicio de señal de internet WiFi.
Descubrir la biblioteca
Sentado en una de las mesas de la Biblioteca Pública “Francisco J. Múgica”, Leonardo tiene una libreta y un par de libros a su lado, uno de ellos “El joven Lenin”, de Leon Trotsky. Le gusta leer obras en físico, porque si bien puede hacerlo en versiones pdf en una computadora, le desgasta la vista.
Filosofía, psicología, literatura e historia es lo que más consulta, y entre sus autores predilectos se encuentran Sigmund Freud, Vladimir I. Lenin, Karl Marx y Ralph Linton.
Con 21 años de edad, Leonardo apenas descubrió esta biblioteca cercana al Planetario “Felipe Rivera”, hace un mes. “Estar en una biblioteca es de tranquilidad, como de paz, te incita a leer con mayor concentración. Te adaptas al medio ambiente, es un ambiente intelectual porque ves libros y otras personas buscando libros, interesarse en ellos, como que eso te predispone a concentrarte en un grado mayor”.
Reconoce que con el auge del internet disminuyó mucho la lectura y se ha perdido el interés en los libros, los cuales siempre estarán presentes. Para él, el material bibliográfico es una herramienta para resolver algo y pasar de lo teórico a lo práctico, como en la filosofía, carrera que iniciará a partir del próximo ciclo escolar.
Leer, afirma, es “alimentar la curiosidad, y esa curiosidad tanto puede ser interminable como puede ser limitada; habría que indagar la duda, que es la curiosidad, ahí comienza la lectura”.
Sí son necesarias para estudiar
Rafael nació en 1998. Cuando le tocó estudiar ya existía el internet, sin embargo considera necesario consultar libros en lo físico, especialmente en la preparatoria y universidad, porque en la red, como es un campo vasto puede haber páginas falsas y errores. En cambio, en las obras escritas existe credibilidad.
Admite que la mayoría de sus compañeros en la Facultad de Filosofía de la Universidad Michoacana recurre a la web para sus tareas. Él prefiere las bibliotecas, como la Pública Central, donde además hay tranquilidad y comodidad, sostiene.
Una anécdota
Es entre semana. Apenas pasan de las ocho de la noche, el horario de cierre de la Biblioteca “Francisco J. Múgica” y un joven le pide al bibliotecario Pablo Hernández, le preste un libro para estudiar. Es tanta la insistencia del alumno que el entonces encargado de préstamo a domicilio accede. Después, ambos se retiran a sus respectivos hogares.
“Trajo el libro al tercer día, muy agradecido. Dijo que gracias a ese libro que le presté pasó el examen”, recuerda como una de las anécdotas agradables en su larga travesía dentro de la biblioteca domiciliada en la calle Iretiticateme, número 1000, en la colonia Félix Ireta.