Los carros de antes de los 80 eran básicamente de metal y ahora son de cualquier cosa, menos metálicos, por eso su fragilidad ante los accidentes y la poca capacidad para generar recuerdos perennes. No; ya no los hacen como antes…
Por Jorge A. Amaral
Ustedes no están para saberlo pero yo sí para comentarlo, mi papá y yo estamos enfrascados en la restauración de una camioneta Ford modelo 68. El caso es que, teniendo que desarmar una que ya teníamos para sacarle piezas que pueden servir para la que está en proceso, me he dado cuenta de una cosa y he comprobado otra: es divertido desarmar cosas y los carros antes sí estaban hechos para durar, respectivamente.
Es curioso cómo los carros de antes de los 80 eran hechos de metal, con piezas perfectamente reemplazables y sistemas, como suspensión y dirección, diseñados para la durabilidad, y entonces, quien compraba un carro del año quizá terminara con todos sus ahorros, pero estaba comprando algo que, con precaución y mantenimiento regular, podía durarle 30, 40 o 50 años. Si chocaba o si se volcaba, mientras no se hiciera pedazos (lo cual era sumamente difícil dado el chasis de acero) se podía arreglar.
Hoy no, hoy los carros en los accidentes se hacen añicos por su fragilidad y eso da la sensación de viajar a bordo de la caja de la lavadora, eso sin contar los costos de las refacciones, si es que las hay, y la atención especializada que requieren algunos modelos, pues es seguro que El Bola o El Tragafierros no van a saber ni qué hacerle.
Así, mientras sacaba cosas de la cabina de la camioneta que estamos deshuesando, recordé que en el video The story of stuff se explica lo arriba mencionado. Resulta que durante gran parte del siglo XX, las compañías se esforzaban por hacer productos durables pues ese era su gancho para vender (recordemos ese slogan: nacidos Ford, nacidos fuertes).
Eso funcionó, pero cuando el mercado se llenó de marcas, la idea era ya no vender productos duraderos que dieran buena reputación, sino productos desechables que dieran más ganancias en menos tiempo. Esto lo podemos ver en otros rubros: electrodomésticos, electrónica (Nokia indestructible versus Smartphone), equipos de cómputo y un largo etcétera, en el que muchas de las veces cambiar una pieza o reparar sale más caro que adquirir otro nuevo, y esa es la finalidad de las compañías: que compremos nuevo cada vez más sofisticado y con cada vez mayor frecuencia. Suena muy chairo pero es la verdad.
Al desvalijar esa cabina pude comparar cómo para eso necesitaba un arsenal de llaves, dados y desarmadores, pero para quitar el tablero de mi carro basta un destornillador de cruz y quitar algunas grapas y listo, cosa de hacerlo con cuidado porque como todo es de plástico, se quiebra. Eso llega a ser frustrante.
Esa es la razón por la cual me encantó algo que escuché en una de tantas Fast & Furious, cuando el tipejo del carro japonés acelera como para intimidar al contrincante, a lo que éste responde con dos acelerones a su poderosa lancha y la frase: “american power”. Claro que el del poder americano pierde la carrerea porque no es el muchacho chicho, pero lo que dijo es acertado.
El caso es que pocas veces me había divertido tanto con un carro como con esa camioneta, pues ver todo el proceso desde el cambio de motor, la tapicería, instalación de escapes, rehabilitación de sistema eléctrico, renovación de la dirección, hojalatería y pintura y detallado más reparaciones varias es como ver crecer una mascota a la que se tiene gran estima, llegando el momento en que ya no importa si se trata de un perro muy fino o si es de raza criolla, su valor sentimental trasciende al económico, además de que, aquí entre nos, como le dije a mi esposa: tú y yo, escuchando a todo volumen “Rumble” (Link Wray and His Ray Man) a bordo de una Ford modelo 68… no sé, piénsalo.