Por Raúl Mejía
Salvo los devotos de los milagros, nadie en su sano juicio pensó en un empate de México con Argentina y menos un triunfo. Tampoco saldré con la jalada “nos salió barato” el 2-0.
Tranquilos, todo fue normal.
Martino jugó a lo único que México podía hacer: defender, “pararse bien” en la cancha y angustiar a los argentinos con el tema del tiempo. Lo logró por algo más una hora y cinco minutos. México es solvente en materia defensiva. No anotaba, pero tampoco le anotaban… hasta que le anotaron. Fin de la discusión.
En Qatar nos iremos de la mano con Costa Rica, compadres en materia de ineficiencia delantera. ¿Dije ineficiencia? No. Para ser ineficientes hace falta mostrar que los intentos reales de atacar fracasan, pero México no ataca. No puede. No sabe. No tiene con qué. Cualquier equipo puede dar saltar a la cancha con una certeza: México no tiene delanteros. Eso ya lo notaron y anotaron los árabes.
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Los intelectuales futboleros de la pantalla argentina apenas lo disimulaban: México es fácil de derrotar. Es un “partido ganable” y sí. Ni cómo desmentirlos.
Sigue Arabia y la aritmética nos permite ilusionarnos, pero me pregunto: ¿hay lugar para la ilusión con un equipo sin la más remota capacidad de ofender? ¿Qué se supone que podría pasar? ¿Un autogol árabe? Ya sé: Polonia pierde con Argentina (o le gana) y México le mete tres a Arabia. Así funcionan las matemáticas cuando se tienen sujetos goleadores. Mi tía María tenía una frase cuando algo estaba fuera de toda lógica: “¿pero qué contiene?” -decía y me lo digo: nada. No hay forma de anotar goles. No hay. Punto.
En cuatro años más el mundial (primera fase) será en México. Chance surja por ahí un par de delanteros o los que se excluyeron esta vez maduren y jueguen en sus equipos (porque ni eso: son suplentes -menos el Chaquito).
Por esta vez, hasta aquí nos alcanzó en Qatar. Tenemos buena defensa, nos plantamos bien, desesperamos al rival… y ya.
Sólo por morboso me gustaría que Arabia pasara a la siguiente ronda. No me anima la idea de que México pase (por milagro) a la siguiente fase ¿para qué? ¿Para sufrir un infame repasón frente a Francia?
Esta experiencia era inevitable. Con cualquier entrenador. El Tata debe estar aliviado. La semana próxima se libera de una aventura suicida pero extremadamente rendidora en otro rubro.