“¿Quién diablos es Mikio Naruse?” se pregunta un reportero de cine al ver la invitación que le llega a su correo electrónico para asistir a la conferencia de prensa sobre ese hombre del lejano Oriente, que hizo 76 largometrajes y 16 cortometrajes entre 1930 y 1967 y que nació en 1905 y murió en 1969.
Por lo menos eso es lo que se lee en el boletín que le entregaron al llegar a Cineteca al mediodía del lunes. Le costaba un poco recordar el nombre del cineasta que según el investigador de cine asiático Jorge Grajales, es “el lado B de Yasujiro Ozu». El reportero queda estupefacto al escuchar otro nombre difícil de pronunciar y lo escribe en su libreta para luego guglearlo. «Es el lado de B de Ozu, porque Naruse no filmaba en sus películas historias sobre hombres sino sobre mujeres». Cuenta el Rey del otro cine que incluso había funciones dobles donde primero se mostraba una historia de Naruse —un melodrama para mujeres— y luego una de Ozu —una película patriarcal y conservadora.
El reportero observa que en la conferencia de prensa hay tres personas de ojos rasgados y un hombre en medio de ellos, éste último le recuerda al político Diego Fernández de Ceballos cuando fue secuestro, en tiempos de Felipe Calderón, y que al ser liberado traía una barba de blanca de meses. Por fortuna, es el respetado programador de Cineteca Nacional, Nelson Carro, que además luce un conocimiento profundo sobre el cine en sí mismo y en concreto por la filmografía del tal Mikio Naruse.
El reportero se da cuenta que hay escasa presencia de periodistas, sin embargo los gobierna la curiosidad por saber más acerca de este director de cine que le gustaba realizar películas acerca de la vida de mujeres de clases sociales bajas. Al parecer los tuvo mucho más motivados ir a la función para periodistas de otra película más de El planeta de los simios o tal vez estar en festival de los GIFFSters que se desarrolla por estos días en Guanajuato o a lo mejor sólo aplicaron el San Lunes muy mexicano: descansar después de un ajetreado fin de semana, lleno de convivencia, cumbias, sexo, cigarros y alcohol.
Las mujeres y el hombre de ojos rasgados que franqueaban a Nelson Carro eran, por un lado, la sonriente Naoko Sugimoto, directora de la Fundación Japón, y, por el otro, el nervioso profesor emérito de la Universidad de Tokio, Kiyoaki Okubo, que además de experto en la obra del maestro Mikio, nos enteramos que no sabe karate, esto a la pregunta expresa de un colega quien además le mandaba cada cinco minutos saludos en japonés, tales como: «Ohayo gozaimasu» que significa “buenos días” en japonés. La otra mujer —que lamentablemente desconocemos su nombre (si alguien lo sabe que nos lo diga, por favor)— que se encontraba a lado de Kiyoaki, era la traductora que a veces le tocaba pasar al español preguntas rebuscadas y otras muy simples.
Al terminar la conferencia de prensa, saludo a Jorge Grajales, me da una cátedra sobre Naruse, que ni el mismo profesor Kiyoaki, que viene de Tokio, lo logró. Finalmente, me entero que los doce largometrajes que se estarán proyectando del 25 de julio al 6 de agosto, cada lata donde viene el celuloide, en 35 milímetros, pesa 30 kilos y que viajaron, desde Japón para mirarse por una sola vez —y de manera gratuita— en la Cineteca Nacional mexicana.
El cine de Mikio Naruse, me cuenta Jorge Grajales, es un “cine que más que centrarse en la trama, se centra en el desarrollo de estos personajes femeninos, filmado todo de manera muy sutil, con un estilo que traduce al lenguaje cinematográfico los valores de la comunicación no verbal tan comunes en Japón. Un estilo del cual Akira Kurosawa afirmaba que «era como un gran río con una superficie tranquila y una corriente salvaje en su profundidad”. Me dice que Naruse nunca les pasaba el guión de continuidad a sus actores y que filmada de corrido ciertas tomas sin ensayos, que “nunca sonreía” y que era un viejo muy hermético.
La prensa se comienza a ir, el reportero que no sabía quién demonios era Mikio Naruse probablemente ya se fue a escribir su nota.
«¡Que te vaya bien, que les vaya bien, que les vaya bien!».