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Home»Columnas»¿Se siente solo o sólo quiere que lo dejen solo?
Columnas

¿Se siente solo o sólo quiere que lo dejen solo?

Raúl MejíaBy Raúl Mejía23 noviembre, 2025Updated:23 noviembre, 2025No hay comentarios11 Mins Read
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Solo es ortografía
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Seguro todas las personas que leen mis textos saben de la Real Academia Española de la Lengua, una institución mejor conocida como “La RAE”. Es la encargada de regular y actualizar el idioma español y el castellano. Son sinónimos. Sus diferencias son geográficas: castellano para el hablado en la península ibérica, y español para todos los demás.

En 2010, la RAE se puso intensa y decidió varios cambios ortográficos. Quince años después, no logró aceptarlos. Me refiero a ciertas medidas contra las tildes, los acentos, pues.

Están a punto de entrar, queridos lectores, a una diatriba en torno a un asunto de interés marginal. La ortografía, y dentro de ésta, de los acentos.

El choro siguiente no pretende ser para expertos pero esa apariencia tendrá porque los fanáticos del buen decir y mejor escribir son seres anómalos capaces de sufrir insomnios si se percatan, a altas horas de la madrugada, de haber puesto mal una coma o que subordinaron mal una oración u olvidaron usar la voz pasiva en tal o cual párrafo y ya nada pueden hacer porque el texto ya lo enviaron a la revista.

Pobres infelices.

No me pondré a dar definiciones apantalladoras. No. Para hacer este texto menos extenso e ir, como las gallinas, “al grano”, les pondré una mini lista de palabras que en ciertas circunstancias se acentúan y en otras no. En esa mini lista van las que sufrieron la artera modificación. En una de ellas, en específico, me niego a seguir la regla. Me convertí en un rebelde y -como suele ocurrir con ciertas rebeldías- a todo mundo le vale chetos mi actitud. Va una lista selecta para no abrumarlos y sin choros especializados:

– Aun y aún (la primera equivale a “incluso” o “hasta” y no se acentúa; la segunda se acentúa cuando equivale a “todavía”).

– Se y sé (cuando se usa sin acento normalmente acompaña a un verbo: “Filiberto se cayó estrepitosamente”; con acento corresponde a los verbos “Saber” y “Ser”. Se usa para dar órdenes. Por ejemplo, “Sé puntual” y también para ponerse filosófico: “Ahora sé de qué lado masca la iguana”).

– Mi y mí (sin acento es un adjetivo posesivo: “Mi mesa”, “Mi criterio”; con acento es un pronombre personal: “Su belleza causó en mí un temblor incontenible”).

– Cuando y cuándo (sin tilde se usa como conjunción o como adverbio para conectar ideas: “Llámame cuando llegues”; con acento es un adverbio interrogativo: “¿Cuándo me vas a pagar?”).

-Que y qué (sin acento se trata de una conjunción: “Espero que te vaya bien en Morelia”, pero con acento se trata de un tono interrogativo o exclamativo: “¿Qué pinches quieres, pues?” o “¡Qué mal pedo, me cae!”).

– Este y éste (con este par entramos al tema polémico de la RAE.  Es el mismo caso de “Solo y sólo” que más adelante abordaré. Pongamos un punto y aparte e iniciemos el choro).

La RAE lo dijo campechanamente: el vocablo “Éste” no debe acentuarse porque no se presta a confusión. Eso es casi verdad, pero el grupo rebelde al que pertenecemos algunos anómalos humanoides se puso fúrico por una cuestión estética: había algo de elegancia en su uso y eso, señoras y señores, es lo que le quitaron los de la RAE y aunque somos firmes en nuestras convicciones, reconocemos (somos magnánimos) la contundencia de los hechos: la verdad no era fácil saber cuándo usar esa palabra con acento y cuándo no.

La explicación menos compleja va así: ambas palabrejas son adjetivas demostrativas. Para ilustrar con un ejemplo la bella cualidad de la palabra “Éste” (con acento) me ocuparé de unas líneas que escribí en el tercer párrafo de este texto: “Están a punto de entrar, queridos lectores, a una diatriba en torno a un asunto de interés marginal. La ortografía, y dentro de ésta, de los acentos”.

¿Se clavan en las texturas?

En la oración citada, “ésta” sustituye al sustantivo ortografía.

Se lee mejor, se escucha mejor, luce mejor.

¿Hay otra manera de escribirlo sin necesidad de recurrir a la galana manera de hacer elipsis (o sea, desaparecer) con el sustantivo ortografía?

Sí.

Quedaría así: “Están a punto de entrar, queridos lectores, a una diatriba en torno a un asunto de interés marginal. La ortografía, y dentro de la ortografía, de los acentos”.

¿Cuál se escucha y se lee mejor?

Va otro ejemplo para que amarre: “El artículo de Peters abunda en ejemplos que avalan el argumento de la sustentabilidad del modelo económico. Para que funcione, éste debe ser puesto en práctica en condiciones rentables…”

En el caso de arriba, el “éste” sustituye al sustantivo “modelo económico” que se mencionó antes y le da cierta elegancia a la redacción al omitirlo.

En fin…

Esta entrega no es para dar clases de acentuación y no me gustaría meterme en el desmadre de definir, por ejemplo, cuándo acentuar las variantes más desquiciantes que conozco y a qué circunstancias aluden. Me refiero al cuarteto satánico personificado en el uso y acentuación de Porque, Porqué, Por que y Por qué. Eso da para otro texto y dudo mucho me ponga a escribirlo, pero les aviso: jamás me ha quedado claro cuándo usar “Por que” sin acento. Lo he intentado y no. Ese “por que” bien podrían eliminarlo. A veces compadezco a la RAE.

Pero bueno, no es momento de ser compasivo porque la arbitrariedad de quitarle el acento a “Sólo”, me tiene enojado hasta el momento de escribir estas líneas.

Esa palabra, sin acento, es un adverbio y significa “estar sin compañía” o solo en la soledad más solitita, pero cuando se acentúa se refiere a “únicamente”. Por ejemplo, si digo “me gusta tomar el whisky solo” estoy diciendo que me gusta estar como perro solitario tomando esa sagrada bebida en el rincón de una cantina o peor: solo y en mi casa. Sólo los agüitados perennes hacen eso.

Pero si digo “Me gusta tomar el whisky sólo”, estoy diciendo que me gusta tomarlo sin mezclarlo con cocacola, por ejemplo.

En la redacción de una sentencia judicial, la falta de un acento en “Sólo” puede hacer una diferencia entre ser culpable o inocente… y con la redacción inobjetablemente churrigrotesca de los abogados, ese caso debe ser muy común.

La importancia del uso de la tilde en esa palabra está plenamente mostrada en el título de esta nota, pero la RAE prescribe que sólo en caso de ambigüedad se debe acentuar. ¡Joder! Yo acentuaré esa palabra si alude al adverbio “únicamente” hasta el día que ya no pueda escribir.

Solo es ortografía

Para terminar con este enjuague, va otra palabra que se presta a confusión. Me refiero a la palabra “Aun”, sin acento y “Aún”, con acento. Lo de abajo es una línea de un libro que estoy leyendo:

Quizás ocurra una catástrofe natural, mayor aún que una guerra.

Aquí, la tal catástrofe puede ser “todavía mayor” que una guerra, pero lo más seguro es que el autor quiso decir que la catástrofe pudo ser “inclusive mayor” que una guerra. O sea, no se debió acentuar el “Aún”. Sí, ya sé: es un detallito pitero que sólo incomoda a los remilgosos como quien esto les espeta, pero para mí, se debió quitar la tilde. Le da más sentido; sobre todo por el tema central del libro: la información mal encauzada con el auge de la inteligencia artificial.

Para mí, fue un error del corrector.

Como advertí al principio, este escrito no recibirá la aclamación ni de la mitad de mis lectores, pero quise dejar claro (por si estaban con el canijo pendiente) de mi rechazo a algunas medidas de la RAE.

Lo sé, lo sé, lo sé, ya no me torturen. Este tema es de minorías y el tema de las tildes no pasa por su mejor momento. Incluso una vaca sagrada de la literatura dijo que estaría chido que las reglas ortográficas se jubilaran.

El rollazo del ilustre escritor fue excretado en el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española, en Zacatecas (1997) y fue la delicia de los ágrafos inoculados del virus de la hispanidad analfabeta (pero con poder): ¡Sí, muera la ortografía! -graznaron y lo siguen haciendo… y puede ser que terminen ganando; de hecho, ya andan en eso de ganar terreno.

 Aquí las palabras del laureado escritor. Me pregunto si su mayor anhelo era tener la razón. Si así fue, desde aquí le doy su like y espero haya sido feliz teniéndola (la razón). Van, ora sí, sus palabras: “Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver”.

Ni cómo alegarle al árbitro… y además no tiene faltas de ortografía.

Se trata de Gabriel García Márquez y, dicen las malas lenguas, redactaba bien gacho pero no me consta. Chance sea cierto ¿quién soy yo para dudarlo? ¡pero un momento, imprudentes acelerados! Ese chamaco escribía y publicaba, sin faltas al pudor ortográfico y -como decía Cornelio Reyna- también lo hacía “bien bonito” y uno estaba listo, ofrendado para que escribiera sobre nosotros lo que quisiera… y lo hizo impunemente.

Pero todo es eterno sólo mientras dura y mis gustos se han transformado. Para mi, en este momento de mi otoñal existencia, El amor en los tiempos del cólera me parece  una novela más entretenida y me hace suspirar más cañón… que Cien años de soledad, historia cuyos efectos me hicieron decir que jamás leería algo tan chingón en mi perra vida -la juventud siempre exagera… y yo, aunque lo duden, fui joven, bello, requerido y muchas lindezas más.

Todo cambió cuando releí, hace unos años la historia de Fermina Daza y Florentino Ariza y hoy, a fines del 2025, lo confirmo: me gusta más la historia en los tiempos del cólera que el siglo de soledad en Macondo… aunque el final de la historia de ese pueblo es algo absolutamente maravilloso. Insuperable. Una cosa digna de decir, con los ojitos entornados “no mames porque me enamoro”. Supera, sin hacerla de tos, a toda la trama de un libro de Ítalo Calvino hiper chido: Si una noche de invierno un viajero.

Así de contundente y taxativo, pus qué.

¿Cómo fue que cambié de opinión? ¿Será porque me acerco de manera lenta pero sin pausa a la edad del buen Florentino Ariza? ¿Será porque las memorables y ensalmadas puterías de Pilar Ternera ya no me levantan… el ánimo? ¿Será porque las levitaciones de Remedios La Bella ya me parecen algo normal? ¿Será porque soy un vejete en plena manifestación de poderío? ¡Vayan ustedes a saber! Yo paso.

Pero ya me desvié y es necesario volver al tema central.

La ortografía es un asunto de interés minoritario en México, pero para algunos es cosa de vida o muerte. Nomás les digo esto: saber usar el punto y coma… ¡Ave María Santísima! son palabras mayores, pero una vez dominado su uso, se acceden a parcelas estéticas ajenas a los simples mortales.

Pero hay más tribulaciones: no saben los problemas que crea en ciertos homínidos una coma mal puesta. La puntuación, amigos y amigas, “es el armazón que sustenta los dos edificios: el de la lógica y el de la música. Porque las pausas de una oración también tienen su influencia sobre la curva melódica”.

Otra más matadora: “La puntuación también nos ayuda a saber cuál es la postura del autor ante lo que dice: si expresa algo con ironía o con escándalo, con temor, con ansiedad o duda, con vacilación, como súplica o con sorpresa, con pudor, con reticencia o con ánimo de ofender, si habla de sí mismo o se reproduce las palabras de otro”.

Un asunto, el de la redacción, que en la educación actual es desdeñado de manera sistemática. En efecto, al sistema educativo le viene güanga la diferencia entre revolver y revólver.

¿Cuándo va a terminar este texto, carajo? -se preguntarán algunos y les digo: “ya mero”.

Para finalizar les dejo dos estupendos libros que conozco para eso de redactar decentemente.

El primero es un Clásico. Su autor es el gran Sandro Cohen. Un libro divertido, cualidad rara para estos menesteres. Se llama Redacción sin dolor.

El otro, también muy divertido, es de Osvaldo  Árciga, se llama Ortografía para gente con prisa. Lo pueden comprar en Amazon y está a un precio perturbadoramente accesible. Les dejo el link. Quiéranse un poco y accedan al goce estético de redactar correctamente.

Ahora sí, continúen en lo que dejaron de hacer para dedicar unos minutos a leerme (gracias por eso).

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Raúl Mejía
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Raúl Mejía. Escribidor. Ha publicado libros que nadie ha leído. Publica sus ocurrencias únicamente en Revés Online y son más extensos de lo normal. Sus artículos parece que si se leen y por eso cuida a sus lectores. Los tiempos no están para andar dilapidando esa especie en franco proceso de extinción.

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