Por Guillermo Mejía-Lara
Hace no mucho me desperté escuchando la noticia del Monstruo de Iztapalapa, un sujeto que durante varios años abusó sexualmente de sus hijastras, a quienes recluyó en un cuarto estrecho de su casa, pues “no debían relacionarse con ningún otro hombre”.
Una historia negra, perturbadora, donde el protagonista, de nombre Jorge Antonio Iniestra, procreó 4 hijas con sus víctimas. El infierno concluyó con la captura del chacal, denunciado por su propia pareja, una mujer de poca voluntad pero que finalmente se atrevió a parar la pesadilla.
En ciudades como el DF, con sus millones y millones de habitantes, la probabilidad indica que se pueden dar casos como éste: relatos oscuros en un hogar perdido; gente que pierde la noción o que nunca la tuvo, vaya usted a saber.
Por eso no causa extrañeza la historia que da vida a Somos lo que hay (México, 2009) dirigida por Jorge Michel y que ahora aparece en la cartelera comercial después de rodar por varios festivales de la especialidad.
Somos lo que hay narra la debacle de una familia de caníbales chilangos, pues luego de que el padre muere, se ven en la necesidad de nombrar al nuevo representante de la cúpula, quien tiene el reto de abastecerlos con carne fresca para su sobrevivencia. Destaca el perfil que se le da a los protagonistas: ajustadores de relojes, lo que le da un aspecto tétrico, pues la casa está repleta de esos aparatos como una macabra metáfora del impostergable tiempo.
La ópera prima de Michel Grau le apuesta al cine de género (horror, gore, caníbales) y sale muy bien librada, pues plantea un relato creíble, con personajes sencillos que también entran en conflicto existencial y reclamos mutuos que sin embargo no los hará rendirse en su urgente necesidad de abastecerse de víctimas comestibles.
Actoralmente la cinta resulta bien equilibrada, pues la experiencia de Carmen Beato en el papel de la madre injusta se combina con las buenas hechuras de Paulina Gaitán, Francisco Barreiro y Alan Chávez, quien por cierto falleció hace algunos meses y ya no alcanzó a ver los resultados del filme.
Somos lo que hay es una cinta austera, oscura, donde el registro de escenas violentas deja atrás a los espectaculares efectos especiales y más bien perturba al espectador, que saldrá impactado por el sonido de unas cuantas balas.
No sabemos si el guión está basado en casos reales como el del Caníbal de la Guerrero o el Tamalero de Morelia, pero como experiencia cinematográfica es altamente recomendable, así que búsquenla en su ciudad y no dejen que dé el tan temido semanazo. Eso sí; gente delicada con escenas antropófagas, absténganse.