EXPECTANTE
Creo que soy un mal espectador, suelo reaccionar muy burdamente ante las obras, es fácil que una obra que la banda especializada haya odiado a mí me parezca de lo más divertida y que celebradas obras por la crítica me parezcan bodrios; no tengo una inteligencia sensible construida correctamente y me distraigo con facilidad.
Soy un mal espectador porque no puedo disimular lo que me ocurre, soy un terrible espectador porque responsabilizo totalmente a la obra de mi situación durante su duración. No estoy dispuesto a aceptar el comentario de que soy insensible y culpable de mi reaccionar ante una obra; para mí, el juicio de gusto es un juicio de poder y nada más.
«No me gusta» y «Sí me gusta» me parecen autoritarismos desalmados y no exactamente autoritarismo del espectador. El juicio de gusto hace responsable al espectador del entendimiento de la obra. – ¿Cómo estás pensando que la obra no te transformó? –
Y me quedo pensando: Yo llegué a un sitio, experimenté algo y, ya que se me enseñó que hay cosas que debo sentir, me responsabilizo (me responsabilizan) de las cosas que debo no sentir, pero sentí: «No me gustó.» He sentido dolor y aburrimiento, eso significa que no me gustó. He sentido hartazgo y desesperanza, eso significa que no me gustó. He sentido confusión y rabia, eso significa que no me gustó. No me gustó, no me gustó y no me gustó.
Hay un grupo selecto de individuos que celebran la determinación (que ellos mismos definieron) de lo que deberías de sentir. Críticos, estetas, especialistas nos vendrán a decir que si ciertas cosas no te gustan eres un genio – Explíquenme racionalmente su odio por la banda o el reaggeton -, pero si te pasa lo mismo con otras, eres culpable del peor pecado del siglo XXI, el mal gusto – hay que ver el cine de Reygadas y salir besando toda idea que salga de su boca o semejantes -. Y me parece estúpido.
Yo no soy culpable de lo que se me da. Soy responsable de lo que hago con ello. Usted, señor coreógrafo, señor músico, señor teatrero, (Usted, señora coreógrafa, señora música, señora teatrera también) debe hacerse responsable de lo que me hizo sentir. La pregunta nunca debería ser – ¿Te gustó? – Sino – ¿Qué sentiste?
Tal es mi propuesta para esta columna: Yo estoy dispuesto a tratar de explicarles lo que ciertas obras me hicieron sentir, tratando de evitar los juicios de gusto, y a decirles lo que pienso hacer con eso. Ustedes pueden o no ir a las obras, yo me dedicaré a decirles lo que veo desde aquí, desde un lugar tan posible como ese donde viven.
Foto de Slide: Hernán Piñera