Grata sorpresa resultó el drama El reencuentro (Sage femme, 2017), sexto largometraje en la cuenta de Martin Provost, cuya filmografía sobresale por la cinta biográfica Séraphine (2008), al igual que el drama feminista Violette (2013). Lo más reciente del director y guionista francés se estrenó en Francia a finales de marzo del presente año y tuvo una buena acogida en su país de origen, así como un paso interesante, aunque limitado, por la cartelera estadounidense. Cabe hacer mención que este es el primer trabajo de Provost que cuenta con exhibición comercial en México y que llega ahora por mediación de la 21 edición del Tour de Cine Francés.
Sage femme, el título original en francés, significa ”partera”, evidentemente haciendo referencia a la profesión de la protagonista, Claire, una mujer madura y solitaria, que vive dedicada a su trabajo y a compartir su escaso tiempo libre con su joven hijo, un inquieto estudiante de medicina. La vida de Claire se ve sacudida con la amenaza de inestabilidad laboral, la aparición de un camionero romántico que cultiva un huerto y ante todo por la inesperada entrada en escena de Béatrice, una caprichosa mujer, la casi olvidada amante de su fallecido padre, quien tratará de establecer una relación después de más de treinta años de ausencia.
Es evidente que la filmografía de Provost está poblada por personajes femeninos, por lo que no resulta inusual que sean dos mujeres las que llevan las riendas del filme. Sorprende acaso la reunión de dos actrices imprescindibles del cine francés actual: Catherine Frost, en el papel de la partera, y Catherine Deneuve, quien interpreta a la antigua pareja, desinhibida y desordenada, pero con una singular alegría de vivir. Sin embargo, en esta ocasión es posible encontrar cierto protagonismo masculino en el papel del padre y amante, antiguo nadador famoso caído en desgracia, quien después de tantos años de haber fallecido funge como elemento de reconciliación de las dos mujeres.
Es lógico suponer, dado el título, que hay una importancia implícita del oficio de partera en el desarrollo de la narrativa. Una profesión que puede abrir las puertas de la vida a una persona a pesar de que, como mencionan en la parte final del filme, es un oficio en vías de desaparición o al menos está sujeto a una inevitable transformación. Es justo mencionar que las escenas de alumbramientos en camas de hospital son impactantes, esto debido a que son imágenes de partos reales. La propia Catherine Frot participó activamente en cinco nacimientos durante la filmación. Y como dato anecdótico las escenas fueron filmadas en Bélgica, ya que la legislación francesa prohíbe tales prácticas en hospitales.
Por momentos cae en el sentimentalismo dulzón, pero la solidez de sus protagonistas invita al espectador a adentrarse en la compleja y estrecha relación entre dos mujeres mayores marcadas por un pasado inestable. Puede definirse como un filme que apuesta a la reconciliación y el perdón como elementos indispensables para dejar atrás el pasado. El reencuentro es además un homenaje a una profesión noble y delicada, contado con la sensibilidad e inteligencia propias del cine de Martin Provost.