El affaire Bamberski-Krombach ocupó los titulares de los diarios europeos en los últimos meses del año 2009. El padre justiciero que persiguió durante treinta años al asesino de su hija adolescente conmovió a la opinión pública francesa. La historia comenzó a mediados de la década de los setenta, cuando se conocieron en Marruecos las familias del contador francés André Bamberski y del médico alemán Dieter Krombach. Poco tiempo después, la esposa de Bramberski inició un tórrido romance con el galante doctor, el cual culminó cuando ambos se divorciaron de sus respectivas parejas e iniciaron una vida en común. La tragedia ocurrió en 1982, cuando la mayor de los hermanos Bamberski, Kalinka, fue encontrada muerta en la casa que compartía con su madre y su padrastro en la fronteriza ciudad germana de Lindau.
Las dudosas circunstancias que rodearon a la muerte de la adolescente francesa, entre ellas: varias marcas de inyecciones en los brazos, una autopsia sesgada y deficiente, así como las diferentes versiones de los hechos que ofrecieron tanto la madre de Kalinka como el doctor Krombach, levantaron las sospechas de André Bamberski, quien decidió iniciar una cruzada personal en la que invirtió tres décadas de su vida para demostrar la culpabilidad del hombre al que siempre consideró un verdadero homicida.
Vincent Garenq tomó como base los pormenores del caso para elaborar el guion de lo que sería En el nombre de mi hija (Au nom de ma fille, 2016), el cuarto largometraje que dirige para cine el director y guionista francés, quien cuenta con una amplia trayectoria en el mundo de la televisión y que apenas hace un par de años había presentado el escasamente difundido thriller periodístico L’enquête (2014). La cinta se estrenó en marzo de este año en la cartelera francesa aunque no llegó a despuntar lo suficiente como para considerarla como uno de los fenómenos taquilleros del 2016.
Lo complejo del caso así como la enorme cantidad de años que tomó llegar a su resolución, no impidieron que Garenq pudiera representarlo en la pantalla en menos de una hora y cuarenta minutos. Vemos aparecer año tras año (es tanta la información, que por momentos se pierde), las infructuosas tentativas legales del afligido padre, quien de manera obsesiva busca poner tras las rejas al insaciable médico germano, quien parece protegido por una misteriosa red de complicidades agravadas por las posturas encontradas de los sistemas judiciales de Francia y Alemania.
Daniel Auteuil, uno de los actores más reconocidos de la actual cinematografía gala, es quien da vida al empecinado André Bamberski. Indudablemente se podría decir que la película gira alrededor de su figura. Para buena fortuna del filme y del propio Auteuil, su personaje pragmático y determinado, encuentra eco en el semblante frío y seductor de su contraparte, el doctor Krombach, interpretado por el actor alemán Sebastian Koch.
En el nombre de mi hija es un entretenido thriller dramático. Es verdad que sufre un poco debido a inevitable condensación de un asunto tan complejo, pero conforme se desarrolla la historia aparece la paternidad como el tema central de la película. El progenitor que hace de detective y abogado, que encuentra en la búsqueda de justicia para su hija el motivo de su existencia, será capaz de conmover al espectador que se haga la pregunta ¿qué no haría yo por mis hijos?