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Tragedias sutiles: una mirada a Luciérnagas

La pequeña caja negra

Por Luminof

@RequiemLuminof

Existe una dificultad durante la cuarentena que muchos hemos experimentado o al menos eso es lo que se dice en Twitter. La de no poder concentrarse y a su vez no poder hacer nada. Claro, también está el lado opuesto que ha leído 1253 libros, limpiado, pintado y vuelto a limpiar su casa, además de escribir dos tesis y hacer carlotas de limón.

Para mí ha sido un reto lograr hacer cualquier cosa y ser esa persona productiva que el mundo, o mis traumas, esperan.

Sin embargo, hoy triunfé. Conseguí ver Luciérnagas (2018), una película de la directora iraní Bani Khoshnoudi.

El largometraje cuenta la historia de un joven iraní que, al intentar huir de su país, por error llega al puerto de Veracruz. Ramin se encuentra solo en una tierra que desconoce, habla un idioma distinto y no tiene suficiente dinero para irse a su destino original o para regresar a casa.

Pienso una y otra vez en lo que le sucede a Ramin, me pregunto si realmente no sabe a dónde quiere ir y en sus razones para no querer estar.

Hay una frase que usamos a menudo cuando queremos expresar que no nos sentimos a gusto. “No me hallo”, alude a una extrañeza e incomodidad en el lugar donde se está.

El “no hallarse” implica no poder ser tú mismo, y por lo tanto, se convierte en una limitante para vivir y desarrollarte. En Luciérnagas el protagonista logra lo que la mayoría de inmigrantes centroamericanos no puede, un lugar decente en el cual pasar las noches, hasta que finalmente puedan seguir su camino. Porque no sólo es una lucha de identidad, sino una lucha de clases. La clase social determina, en buena medida, las posibilidades de sobrevivencia.

Hay algo más complejo en la película, es el sentimiento que baila constante como el bajo continuo de una pieza barroca. Siempre está presente la nostalgia por pensar en lo que se ha dejado atrás, las huellas que persisten al extrañar, aunque esto no signifique querer volver.

En Irán está la casa del personaje, también ahí se encuentra su pareja. Un hombre que sufre su ausencia y que no logra comprenderlo del todo; porque Ramin dice que quiere volver. Aun cuando se encuentra tan lejos, decidió irse, ha pasado por tanto, lo ha hecho pasar por tanto al dejarlo y ahora parece no saber qué hacer. Es confuso y doloroso.

Luciérnagas transmite la tristeza y soledad de no pertenecer, ni al país a donde acabas de llegar, pero tampoco al propio. Un lugar donde la homosexualidad es un delito y es castigado. Una marca que perdura.

No hay mucho que el personaje cuente sobre su pasado. No es necesario. En su espalda tiene cicatrices, son un trazo sutil de la narrativa que dejan ver una historia dolorosa. Justifica la búsqueda de la libertad, la de poder ser sin ser violentado.

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Volver a marcharse suena como una opción ante la pérdida de uno mismo, aunque en el fondo sepas que esa tristeza te perseguirá siempre hasta que decidas armar tus pedazos, sin importar dónde estés.

Es la tragedia de sentir que no perteneces. Y hay mucho de eso, ¿cómo vivir en un sitio donde no te aceptan, en el cual ser como eres implica esconderte? En este sentido, Khoshnoudi decide ser sutil y no volver su trabajo un panfleto, en realidad su discurso es poderoso. El discurso y la postura existen.

Reconstruirse toma tiempo.

Luciérnagas no es un melodrama. La construcción del protagonista es profunda, no es la tragedia por la tragedia, aquí se habla sobre la complejidad del exilio, la de la lengua como pasaporte hacia la posibilidad de relacionarse con otros y la migración desde distintas perspectivas, al final parecen tan iguales: la persecución.

El sonido melancólico hace juego con la búsqueda de un lugar que por fin pueda acoger a Ramin para finalizar ese dolor constante que resuena como tormento.

Al final la narrativa de la directora prescinde de la moraleja y redime al personaje a través de la amistad, donde tal vez encuentre la respuesta a su soledad y desesperanza.

En esta cuarentena, que sigue pareciendo una eternidad, espero concentrarme lo suficiente para ver películas como Luciérnagas, y escribir mis notas al respecto. Más me vale seguir juntando letras y darle vida a este espacio que generosamente me concedieron en Revés, en La pequeña caja negra.

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