Después de formar parte del 23º Tour de Cine Francés, parecía una decisión natural que Nueva Era Films programara el estreno en cartelera de Un amor a segunda vista (Mon inconnue, 2019) para el 14 de febrero. La comedia romántica es un género que suele ceñirse a parámetros poco flexibles dejando un escaso margen para la sorpresa. La escasa diferencia entre las producciones del género se define por el contexto y la conexión que pueda darse entre los protagonistas, casi una proeza en un ambiente tan repetitivo.
Como hermanos (Comme des frères, 2012) fue la cinta que marcó el debut de Hugo Gélin como director. Tiempo después vino Dos son familia (Demain tout commence, 2016), adaptación apenas decente de la desabrida película No se aceptan devoluciones (2013). La versión francesa resultó un éxito en su país y le abrió las puertas al director para preparar su siguiente proyecto. Con su más reciente entrega, Hugo Gélin intentó confirmar su recién creada fama de fabricante de éxitos. Reunió a un par de guionistas, aseguró un presupuesto aceptable y eligió a una joven pareja de carismáticos actores: François Civil y Joséphine Japy.
La película inicia con el romance de liceo entre Olivia y Raphaël. Ella es una pianista en ciernes y él es un aspirante a escritor de novelas de ciencia ficción. El noviazgo deviene en boda y pronto Raphaël alcanza el éxito gracias al apoyo incondicional de su mujer. Mientras tanto, Olivia ve cómo su carrera toma un rumbo descendente. La ruptura es inevitable. Después de una agria discusión, Raphaël decide emborracharse mientras afuera cae una atípica nevada. Al despertarse a la mañana siguiente, se dará cuenta de que habita en una especie de realidad alterna, una en donde nunca conoció a su esposa. A partir de ese momento, como era de esperarse, hará todo por recuperarla.
Si dejamos de lado su carácter predecible, claramente el segundo punto flaco del relato es el manejo arbitrario de la realidad en la que se desenvuelven los personajes. En este sentido, está claro que Gélin se siente fuertemente influenciado por Hechizo del tiempo (Groundhog day, 1993), protagonizada por Bill Murray y dirigida por Harold Ramis, quien es homenajeado en la cinta francesa con la nevada de rigor y el apellido Ramisse, del entusiasta Raphaël.
Un amor a segunda vista está descaradamente construida para agradar y cumple a cabalidad con los ingredientes de la comedia romántica: la previsible estructura de encuentro, desencuentro y desenlace, el contrapunto cómico en manos de Félix, el amigo incondicional. Agreguen al malvado del cuento y una atractiva banda sonora que combina autores clásicos (Liszt, Bach, Schubert), con bandas contemporáneas como June and The Jones y Sage, el proyecto solista del músico Ambroise Willaume.
Habíamos dicho que la diferencia en el género está determinada por el contexto en el que se desarrolla el relato, así como el encanto que pueda desplegar la pareja protagonista. En ese sentido, si uno acepta sin chistar su descabellada premisa, podríamos decir que el filme cumple con su objetivo. Ayudan en ello un par de actores que se integran con soltura a una historia que combina demasiadas cosas, pero en la que Gélin logra encontrar un precario equilibrio entre el humor, el romance y esas extrañas pinceladas de historieta futurista.
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